*Tudo começou enquanto o submarino se afundava.
Não, estou enganado, tudo começou com o vento.
*O “crespón” também é conhecido como a arvore de Jupiter.
*Canta com o sol, um pouco menos com a chuva. Seu tronco é suave,
aveludado. Suas flores tem suas pétalas e as cores das suas copas costumam ser
brancas, lilás, rosas, magentas ou malvas.
*No dia seguinte, depois de uma chuva intensa, andei na terra húmida. Me
senti como um astronauta sem noção, enquanto os pássaros zumbiram ao redor.
*Uma manhã me dediquei, durante longos momentos, a contemplar a uma
joaninha. Andava na minha pele. Me encontrei com suas cores (predominando o
laranja), na sensação de que me provocavam as cocegas ínfimas das suas
patinhas. Tivesse gostado de abraçá-la, mas ela me conformou procrastinando um
futuro próximo e melhor.
*Juntei xicaras velhas de porcelana e me lembrei do coelho branco, o da
Alicie. Pintei cachepôs húmidos e ocos.
*Empilhei lenha embaixo do louro. Ali mesmo, no jardim segredo, quis
reviver uma nogueira. Não consegui., mas pintei um bonequinho azul pulando
sobre um tijolo. Meu animo foi reconquistado. Deixei de ter essa sensação de
astronauta afundando no fogo. Então recuperei minha velocidade.
*Fui meditar entre as pedras e o rio. Ali escutei o vento, lei, compus
músicas com o ukelele que não sei tocar.
*Depois disso, estive imerso numa estranheza serena, diáfana. O
céu tingiu-se de lilás, o sabor do arroz se acentuou, os eucaliptos flotaram.
*O rio Quilpo tinha um caudal d’água magnifico. Um cefiro filho do
vento, se deteve para continuar seu caminho. Um sol deslumbrante grifava o
meio-dia. Era possível nadar. Me joguei na água, flutuei, expandi meus braços e
pernas, sincronizei e voei pra outra margem do rio.
UM CRESPÓN E O VENTO / NICOLÁS GARCÍA SÁEZ / EA EDICIONES / COLECCIÓN
PEQUEÑA OLA
*Todo comenzó mientras se hundía el submarino. No, me equivoco, todo
comenzó con el viento.
*Al crespón también se lo conoce como árbol de Júpiter. Canta con el
sol, un poco menos con la lluvia. Su tronco es suave, aterciopelado. Sus flores
tienen seis pétalos y los colores de sus copas suelen ser blancos, lilas,
rosas, magentas o malvas
*Al otro día, luego de una lluvia intensa, caminé sobre la tierra
húmeda. Me sentí como un astronauta despistado mientras los pájaros zumbaban
alrededor
*Una mañana me dediqué, durante largos momentos, a contemplar a una
vaquita de San Antonio. Caminaba sobre mi piel. Me concentré en sus colores
(con predomino del naranja), en la sensación que me provocaban las cosquillas
ínfimas de sus patitas. Me hubiese gustado abrazarla, pero ella me conformó
pronosticando un futuro cercano y mejor
*Junté tazas viejas de porcelana y me acordé del conejo blanco, el de
Alicia. Pinté macetas húmedas y huecas. Apilé leña bajo el laurel. Allí mismo,
en el jardín secreto, quise revivir un nogal. No lo logré, pero pinté un
muñequito azul saltando sobre un ladrillo. Mi ánimo se reconquistó. Dejé de
tener esa sensación de astronauta hundiéndose en el fango. Y entonces recuperé
mi velocidad.
*Fui a meditar entre las rocas y el río. Allí escuché el viento, leí,
compuse canciones con el ukelele que no sé tocar.
*Luego de eso estuve inmerso en una extrañeza serena, diáfana. El cielo
se tiñó de lilas, el sabor del arroz se acentuó, los eucaliptos flotaron.
*El río Quilpo tenía un caudal de agua magnífico. Un céfiro, hijo del
viento, se detuvo para seguir su camino. Un sol deslumbrante subrayaba el
mediodía. Se podía nadar. Me arrojé al agua, floté, extendí mis brazos y
piernas, los sincronicé y volé a la otra orilla
UN CRESPÓN Y EL VIENTO / NICOLÁS GARCÍA SÁEZ / EA EDICIONES / COLECCIÓN
PEQUEÑA OLA / MENDOZA
Desde San Pablo, Brasil: Traducción al portugués (inédita): Taly
Szwarcfiter
Texto (fragmento) : © Nicolás García Sáez