viernes, 29 de septiembre de 2023

Fragmentos recientemente publicados de ¨Un crespón y el viento¨, ahora impecablemente traducidos al idioma de Aldous Huxley

Nicolás García Sáez

*It all started as the submarine was sinking. No, I am wrong,it all started with the wind.

 *The crepe myrtle is also known as the  Jupiter tree. It sings with the sun, a little less so with the rain. Its trunk is soft, velvety. Its flowers have six petals and the colour of its  crown is often white, lilac, pink, magenta or mauve.

 *The following day, after a heavy rainfall, I walked on the damp soil. I felt like an absent-minded  astronaut while the birds whirred around (me).

 *One morning I devoted myself to contemplating a ladybird for a long time. It walked over my skin. I focussed on its colours (predominantly orange), on the sensation the infinitesimal tickling of its legs produced. I would have liked to embrace her, but settled for her forecast of a near and better future. 

 *I gathered old porcelain cups and remembered the white rabbit, Alice’s. I painted moist, hollow flowerpots. I piled up firewood under a laurel tree. Right there, in the secret garden, I wanted to revive a walnut tree. I did not succeed, but painted a little blue character jumping over a brick. My mood was  restored . I no longer had that feeling of being an astronaut sinking into the mud. And then I recovered my speed. 

 *I went to meditate between the rocks and the river. There I listened to the wind, read, composed songs on the ukulele, which I can’t play.

 *After that, I was  immersed in a serene and diaphanous strangeness.The sky was dyed lilac, the flavour of the  rice was intensified, the eucalyptus floated.

 *The Quilpo River had a magnificent  volume of water. A zephyr, son of the wind, stopped and went on its way. A dazzling sun underlined the midday. It was possible to swim. I jumped into the water, floated, extended my arms and legs, synchronised them and flew to the other  bank.

 

THE CREPE MYRTLE AND THE WIND / NICOLÁS GARCÍA SÁEZ / EA EDICIONES / COLECCIÓN PEQUEÑA OLA / MENDOZA


*Todo comenzó mientras se hundía el submarino. No, me equivoco, todo comenzó con el viento.

*Al crespón también se lo conoce como árbol de Júpiter. Canta con el sol, un poco menos con la lluvia. Su tronco es suave, aterciopelado. Sus flores tienen seis pétalos y los colores de sus copas suelen ser blancos, lilas, rosas, magentas o malvas

*Al otro día, luego de una lluvia intensa, caminé sobre la tierra húmeda. Me sentí como un astronauta despistado mientras los pájaros zumbaban alrededor

*Una mañana me dediqué, durante largos momentos, a contemplar a una vaquita de San Antonio. Caminaba sobre mi piel. Me concentré en sus colores (con predomino del naranja), en la sensación que me provocaban las cosquillas ínfimas de sus patitas. Me hubiese gustado abrazarla, pero ella me conformó pronosticando un futuro cercano y mejor

*Junté tazas viejas de porcelana y me acordé del conejo blanco, el de Alicia. Pinté macetas húmedas y huecas. Apilé leña bajo el laurel. Allí mismo, en el jardín secreto, quise revivir un nogal. No lo logré, pero pinté un muñequito azul saltando sobre un ladrillo. Mi ánimo se reconquistó. Dejé de tener esa sensación de astronauta hundiéndose en el fango. Y entonces recuperé mi velocidad.

*Fui a meditar entre las rocas y el río. Allí escuché el viento, leí, compuse canciones con el ukelele que no sé tocar.

*Luego de eso estuve inmerso en una extrañeza serena, diáfana. El cielo se tiñó de lilas, el sabor del arroz se acentuó, los eucaliptos flotaron.

*El río Quilpo tenía un caudal de agua magnífico. Un céfiro, hijo del viento, se detuvo para seguir su camino. Un sol deslumbrante subrayaba el mediodía. Se podía nadar. Me arrojé al agua, floté, extendí mis brazos y piernas, los sincronicé y volé a la otra orilla

UN CRESPÓN Y EL VIENTO / NICOLÁS GARCÍA SÁEZ / EA EDICIONES / COLECCIÓN PEQUEÑA OLA / MENDOZA

 


Traducción al inglés (inédita): Cecilia Cartwright*

Texto en castellano: Nicolás García Sáez

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos

 

Fragmentos recientemente publicados de ¨Un crespón y el viento¨, ahora traducidos maravillosamente al idioma de Ugo Fóscolo y Adelbert von Chamisso

Nicolás García Sáez

*Tutto è iniziato mentre il sottomarino affondava. No, mi sbaglio, tutto è iniziato con il vento.

* Il crespón è conosciuto anche come albero di Giove. Canta al sole, un po' meno sotto la pioggia. Il suo tronco è morbido e vellutato. I suoi fiori hanno sei petali e i colori delle chiome sono solitamente bianco, lilla, rosa, magenta o malva.

 * Il giorno dopo, dopo una forte pioggia, ho camminato sul terreno bagnato. Mi sentivo come un astronauta sprovveduto mentre gli uccelli mi ronzavano intorno.

 * Una mattina ho trascorso lunghi momenti a contemplare una piccola mucca di San Antonio. Camminava sulla mia pelle. Mi sono concentrato sui suoi colori (con una predominanza di arancione), sulla sensazione che mi provocava il piccolo solletico delle sue zampette. Avrei voluto abbracciarla, ma mi ha confortato predicendomi un futuro prossimo e migliore.

 * Ho collezionato vecchie tazze di porcellana e ho ricordato il coniglio bianco di Alice. Ho dipinto vasi umidi e vuoti. Ho accatastato legna da ardere sotto l'alloro. Proprio lì, nel giardino segreto, volevo far rivivere un albero di noce. Non ci sono riuscita, ma ho dipinto una bambolina blu che saltava su un mattone. Il mio spirito era riconquistato. Ho smesso di avere la sensazione di un astronauta che affonda nel fango. E poi ho riacquistato la mia velocità.

* Sono andato a meditare tra le rocce e il fiume. Lì ho ascoltato il vento, ho letto, ho composto canzoni con l'ukulele che non so suonare.

 * Poi mi sono immerso in una stranezza serena e diafana. Il cielo si tingeva di lilla, il sapore del riso si accentuava, gli eucalipti galleggiavano.

 * Il fiume Quilpo aveva una magnifica portata d'acqua. Uno zefiro, figlio del vento, si fermò per proseguire il suo cammino. Un sole abbagliante sottolineava il mezzogiorno. Era possibile nuotare. Mi buttai in acqua, galleggiai, allungai le braccia e le gambe, le sincronizzai e volai verso l'altra sponda.

…………………………………………..

* Alles begann während des Untergangs des U-Boots. Nein, ich habe mich geirrt, alles begann mit dem Wind.

* Der Kreppbaum ist auch als Jupiterbaum bekannt. In der Sonne singt er, im Regen etwas weniger. Sein Stamm ist glatt und samtig. Ihre Blüten haben sechs Blütenblätter und die Farben ihrer Kronen sind in der Regel weiß, lila, rosa, magenta oder malvenfarben.

* Am nächsten Tag, nach einem starken Regen, ging ich auf dem nassen Boden spazieren. Ich fühlte mich wie ein ahnungsloser Astronaut, als die Vögel um mich herumschwirrten.

Eines Morgens habe ich viel über einen Marienkäfer nachgedacht

* Sie ging auf meiner Haut spazieren. Ich konzentrierte mich auf ihre Farben (mit einer Vorherrschaft von Orange), auf das Gefühl, das das winzige Kitzeln ihrer kleinen Beine in mir auslöste. Ich hätte sie gerne umarmt, aber sie tröstete mich, indem sie mir eine nahe und bessere Zukunft voraussagte.

* Ich sammelte alte Porzellantassen und erinnerte mich an das weiße Kaninchen von Alice. Ich bemalte feuchte, hohle Töpfe. Ich stapelte Brennholz unter dem Lorbeer. Genau dort, im geheimen Garten, wollte ich einen Walnussbaum wiederbeleben. Es gelang mir nicht, aber ich malte eine kleine blaue Puppe, die über einen Ziegelstein sprang. Mein Geist war zurückerobert. Ich hatte nicht mehr das Gefühl, ein Astronaut zu sein, der im Schlamm versinkt. Und dann habe ich mein Tempo wiedergefunden.

* Ich ging zum Meditieren zwischen den Felsen und dem Fluss. Dort lauschte ich dem Wind, las, komponierte Lieder mit der Ukulele, die ich nicht spielen kann.

* Danach war ich in eine heitere, durchsichtige Fremdheit eingetaucht. Der Himmel färbte sich lila, der Geschmack von Reis wurde hervorgehoben, die Eukalyptusbäume schwebten.

* Der Fluss Quilpo hatte einen herrlichen Wasserlauf. Ein Zephir, Sohn des Windes, hielt an, um seinen Weg fortzusetzen. Eine blendende Sonne unterstrich die Mittagszeit. Es war möglich zu schwimmen. Ich stürzte mich ins Wasser, schwamm, streckte Arme und Beine aus, synchronisierte sie und flog ans andere Ufer.

…………………………………………

*Todo comenzó mientras se hundía el submarino. No, me equivoco, todo comenzó con el viento.

*Al crespón también se lo conoce como árbol de Júpiter. Canta con el sol, un poco menos con la lluvia. Su tronco es suave, aterciopelado. Sus flores tienen seis pétalos y los colores de sus copas suelen ser blancos, lilas, rosas, magentas o malvas

*Al otro día, luego de una lluvia intensa, caminé sobre la tierra húmeda. Me sentí como un astronauta despistado mientras los pájaros zumbaban alrededor

*Una mañana me dediqué, durante largos momentos, a contemplar a una vaquita de San Antonio. Caminaba sobre mi piel. Me concentré en sus colores (con predomino del naranja), en la sensación que me provocaban las cosquillas ínfimas de sus patitas. Me hubiese gustado abrazarla, pero ella me conformó pronosticando un futuro cercano y mejor

*Junté tazas viejas de porcelana y me acordé del conejo blanco, el de Alicia. Pinté macetas húmedas y huecas. Apilé leña bajo el laurel. Allí mismo, en el jardín secreto, quise revivir un nogal. No lo logré, pero pinté un muñequito azul saltando sobre un ladrillo. Mi ánimo se reconquistó. Dejé de tener esa sensación de astronauta hundiéndose en el fango. Y entonces recuperé mi velocidad.

*Fui a meditar entre las rocas y el río. Allí escuché el viento, leí, compuse canciones con el ukelele que no sé tocar.

*Luego de eso estuve inmerso en una extrañeza serena, diáfana. El cielo se tiñó de lilas, el sabor del arroz se acentuó, los eucaliptos flotaron.

*El río Quilpo tenía un caudal de agua magnífico. Un céfiro, hijo del viento, se detuvo para seguir su camino. Un sol deslumbrante subrayaba el mediodía. Se podía nadar. Me arrojé al agua, floté, extendí mis brazos y piernas, los sincronicé y volé a la otra orilla

 


Traducción al italiano y al alemán (inédita): Bernarda Nastari*

*Profesora

Texto en castellano: Nicolás García Sáez

Desde Münster (Alemania) , Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos

 

domingo, 17 de septiembre de 2023

Un crespón y el viento / Fragmentos / Adelanto editorial

Nicolás García Sáez

*Todo comenzó mientras se hundía el submarino. No, me equivoco, todo comenzó con el viento.

*Al crespón también se lo conoce como árbol de Júpiter. Canta con el sol, un poco menos con la lluvia. Su tronco es suave, aterciopelado. Sus flores tienen seis pétalos y los colores de sus copas suelen ser blancos, lilas, rosas, magentas o malvas

*Al otro día, luego de una lluvia intensa, caminé sobre la tierra húmeda. Me sentí como un astronauta despistado mientras los pájaros zumbaban alrededor

*Una mañana me dediqué, durante largos momentos, a contemplar a una vaquita de San Antonio. Caminaba sobre mi piel. Me concentré en sus colores (con predomino del naranja), en la sensación que me provocaban las cosquillas ínfimas de sus patitas. Me hubiese gustado abrazarla, pero ella me conformó pronosticando un futuro cercano y mejor

*Junté tazas viejas de porcelana y me acordé del conejo blanco, el de Alicia. Pinté macetas húmedas y huecas. Apilé leña bajo el laurel. Allí mismo, en el jardín secreto, quise revivir un nogal. No lo logré, pero pinté un muñequito azul saltando sobre un ladrillo. Mi ánimo se reconquistó. Dejé de tener esa sensación de astronauta hundiéndose en el fango. Y entonces recuperé mi velocidad.

*Fui a meditar entre las rocas y el río. Allí escuché el viento, leí, compuse canciones con el ukelele que no sé tocar.

*Luego de eso estuve inmerso en una extrañeza serena, diáfana. El cielo se tiñó de lilas, el sabor del arroz se acentuó, los eucaliptos flotaron.

*El río Quilpo tenía un caudal de agua magnífico. Un céfiro, hijo del viento, se detuvo para seguir su camino. Un sol deslumbrante subrayaba el mediodía. Se podía nadar. Me arrojé al agua, floté, extendí mis brazos y piernas, los sincronicé y volé a la otra orilla

 

UN CRESPÓN Y EL VIENTO / NICOLÁS GARCÍA SÁEZ / EA EDICIONES / COLECCIÓN PEQUEÑA OLA / MENDOZA

 

jueves, 31 de agosto de 2023

Vida, obra, sexo y arte de Alberto Carlos Bustos, municipal y pájaro (quincuagésima séptima entrega)


 

Viernes, 05,35 horas

 

(NOTA DEL QUE NOTA QUE PUEDE PASAR ALGO,

SI NO SE TOMA NOTA DE ESTA NOTA):

Ojo con los materiales que se usen, al de arte, Pepe,

porque no son “cotorras” propiamente dichas,

sino seres humanos, bah… actores –

si los cubre el seguro que logremos

de los productores, y, si ellos, a su vez,

pueden rapiñar algún descuento en agua, luz y gas,

porque los están matando –y no es política contrera,

es más que un hecho- al ochocientos por ciento,

vale, podríamos hacerlo. De lo contrario: tiempo al tiempo.

Serán muy delgaditos, para entonces.

O simbólicas cotorras, “prrrrs” en off, o lo que se estila

cuando el artista quiere crear y no lo dejan

Ergo, o sea: o sea: casi siempre. Y dice Febo,

lavándose los dientes -que pueden ser postizos o de oro)

 

FEBO:

No escuche a las cotorras, que le estoy hablando yo: Dios-Febo. Me han nombrado hasta en el Himno,

más respeto. Cuando yo diga todo eso que le dije

que le voy a decir, cuando aparezca, y, usted, tenga que cumplir con este día, vida mía (escupe), si no duerme un rato, muere. Y muere nabo y olvidado.

Y cuando digo lo que digo, ahora, que me escucha “a poco de ser nabo”, dígole: “se muere para siempre”.

Ya lleva con el “jet… (no sabe decir “lagg”)

(ni yo escribirlo como corresponde)

“life” dichoso, siete días, vida mía (escupe)

(Dulce) ¿Qué le pasa con la cama?

¿No le gusta ser poeta sin lectora?, (Agrio)

¿Tiene chinches?, ¿Granos de arena?

¿Mal apresto?, ¿Anémonas? (irónico- cangrejo)

Le hago una remaque de su vida, vida mía (escupe),

¿Le muestro camas del cuerpito suyo? (amenazante)

Me está haciendo trabajar fuera de turno, ¿sabe?

(Tibio como puede ser el SOL)

Ahí pasa un negrito, por la playa. (Sigue)

¿Qué hará ese buen hombre, vida mía (escupe)

caminando, por Canteras a esta hora? (escupe)

 


Desde Madrid, quincuagésima séptima entrega. Texto y ficción (inéditos): Miguel Ángel Solá

Video, imágenes y edición (inéditos): Nicolás García Sáez

 Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos

sábado, 26 de agosto de 2023

Bienvenidos a México

A pocos días de llegar al DF, me siento inmersa en un mar de abrazos y encuentros. Los sentidos visuales y gustativos explotan. Todo es inmenso, majestuoso, histórico, colorido. La catedral y sus campanadas, Frida y Diego, el Museo de Franz Meyer, del Estanquillo, la feria de hongos... asombra, y es solo el comienzo.

Hace un tiempo, me enteré en Buenos Aires que el fotógrafo Francisco Mata Rosas -en la imagen y a quien admiro- había publicado La Línea. Allí trata un tema que me impacta, que me interesa: la enorme frontera de 3180 km que divide México y EE.UU.  Los miles de personas que se acercan, sus vidas, sus historias sus ilusiones de migrar. Quiero ese libro, pensé.

A veces lo casual y lo causal se abrazan y las coordenadas se besan: justo inauguraba la Feria del Libro en la UACM. Pude asistir a la presentación de dos fotos libros de Francisco, La Línea y Existo porque resisto, conocerlo personalmente es un verdadero placer.

El recorrido por la feria continúa, Chile, mi país nativo, es invitado especial. Me detengo a escuchar poesía, padre e hijo, Hernán Lavín y Hernán Lavín Cerda, vinieron de Chile hace 50 años, nos cuentan, entre texto y texto, aquellos derroteros. Luego me tomo un café y pienso: cuantas historias de migrantes en estas breves palabras. Los miles en la frontera, los Lavín, mi hija, yo.

Espero que pare la lluvia. Estamos en verano, llueve todas las tardes.

 

Desde DF, México, texto y foto (inéditos): María Paz German

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos

 

sábado, 12 de agosto de 2023

Un crespón y el viento / Nicolás García Sáez / Nouvelle / Novedad / Adelanto editorial

Nicolás García Sáez

Una historia de amor casi real:  así se presenta ¨Un crespón y el viento¨, nouvelle serena y contundente a la vez. Hay un hilo (o tronco) argumental que va guiando al interlocutor hacia ecos y posibilidades, en el medio, el tiempo que reúne a cada una de las circunstancias. Nicolás García Sáez, autor multifacético, sabe algo de sierras y cielos y ríos, de vientos y crespones, nos participa también del descubrimiento, que incluye a su jardín secreto.

Así, nos encontramos al amor, el desamor, el hundimiento de un submarino, susurros entre los álamos, duendes naranjas y astronautas embarrados. Pero hay otro protagonista, que es la plácida atmósfera, el tono sencillo, la prosa austera con pizcas de pimienta que transforman a esta obra en una pieza original, sui generis, bocado al intelecto que puede satisfacer al lector y a la lectora durante un día entero. Decimo libro que publica el autor. Muy recomendable

EA Ediciones / Colección pequeña ola

 

martes, 8 de agosto de 2023

Fragmentos de pasillo

Como a una hija más

  ¿Hace mucho tiempo que esperas para entrar? ¿eres de aquí?

Al que entra aquí no le queda otra que esperar, el que se va pierde el lugar, por eso casi todos esperan, algunos toda la noche. Yo sigo esperando, aunque sea para verlo un ratito. Mi marido es el que está adentro, hace una semana que está prácticamente dormido, no pierdo la esperanza porque aquí los médicos son muy dedicados, y las enfermeras también, son buenas.

Nací en Los Molles, un lugar de la provincia de Córdoba. Ocho hermanos y mi madre, ella quedó viuda muy joven y a cargo sola de sus hijos.

Los Molles es un lugar muy pintoresco con la vista de las sierras y los arroyos que bajan de las montañas. En verano visitaban el lugar familias que venían en su mayoría de Buenos Aires, familias alemanas. Hablaban como nosotros, pero entre ellos en el otro idioma y yo ardía en curiosidad por adivinar que decían, era difícil. Los hijos de estas familias, muy rubios y de ojos claros corrían y trepaban por todos lados, más de una vez reclamaban la atención de sus padres con raspones que sangraban en sus rodillas, se escuchaban sus llantos, no duraban mucho, seguían jugando.

 En verano mi madre era contratada por una de estas familias para limpiar y cocinar, ella aprovechaba para trabajar de día, de noche lo hacía en una casa de comidas. La temporada le permitía juntar más dinero para mantenernos y comprar los útiles para la escuela. Nunca me gustó ir a la escuela, ya en quinto grado dejé de ir, para que, si ya aprendí a leer y escribir, suficiente, me encapriché y no fui más. Claro, era lo que pensaba a esa edad. No me gustaba tener que estudiar.

 Siempre le pedía a mi madre que me llevara a trabajar con ella a la casa de los alemanes, ella asentía, pero antes me hacía prometerle que me quedaría sentadita y sin hacer ruido mientras ella limpiaba. Las niñas me invitaban a jugar en el arroyo, su madre estaba de acuerdo y le decía a la mía que me dejara, que yo las cuidaría, ya que era más grande y conocía de memoria el lugar. Me sentía importante y divertía al mismo tiempo.

Un día, al finalizar las vacaciones de verano, tocaron la puerta de mi casa, tras la cortina que separa la pieza de la cocina, escuche a la señora alemana ofrecerle a mi madre llevarme con ella a Buenos Aires para cuidar de sus hijas. El pago anual lo recibiría mi madre puntualmente y por anticipado. En ese entonces yo tenía trece años. Conocer Buenos Aires se convertiría en un sueño cumplido. Salté de la cama y cuando me di cuenta estaba tomando la mano de mi madre rogándole que me dejara ir.

Recuerdo el viaje y la llegada a la ciudad, lo primero que hicimos fue ir a una tienda de ropas, donde la señora alemana me compró vestidos y zapatos que nunca imaginé tener. Ella era muy buena y me trataba como a una hija más. No era del todo consiente que era   un trabajo, estar allí me gustaba y sabía que significaba tranquilidad económica para mi madre y hermanos, después de todo yo era la más grande.

Fueron pasando los años, seis, siete, no recuerdo bien, las niñas habían crecido, y yo también. Estaba acostumbrada, Buenos Aires en invierno y Los Molles en verano. Siempre con los alemanes. Mi madre, más tranquila con su salario anual por adelantado, cuando llegaba en coincidencia con la navidad nos reuníamos todos los hermanos y mi madre compraba pan dulce y sidra para brindar. Ella se ponía muy contenta cuando estábamos todos juntos, a veces discutíamos porque cada uno quería algo diferente, mis hermanos más chicos querían trabajar y dejar la escuela, mi madre les decía que para triunfar y dejar el pueblo debían terminar la escuela. Conmigo no funcionó.

 Y el día llegó, el último verano con la familia alemana. Se festejaban las fiestas patronales, procesión, quermeses y baile en la plaza del pueblo. La más grande de las niñas alemanas me pedía que la cubriera en su primer amorío con el popular del pueblo, agrandado de quince años era el muchacho. El mismo trepaba los árboles mostrando sus monerías en las siestas del arroyo. Ingrid, así se llamaba la niña alemana, quedaba embobada mirándolo.

Ni procesión ni quermeses, ella quería ir al baile. Y allí estaba yo intercediendo y garantizando ante los padres el cuidado y control de la adolescente enamorada. ¿Era yo también una adolescente que podía enamorarme? Esa noche descubrí que sí.

Sentada en un banco de la plaza y sin perder de vista a Ingrid entre tanta gente que bailaba, sentí su mirada, su invitación a bailar y la sensación que ya nada me separaría de él. Hasta hoy…

 Cincuenta años que estamos juntos, atendiendo la ferretería, en Córdoba capital, él nació allí y yo lo seguí. Tenemos tres hijos, esos que están allí sentados esperando, las chicas y el varón, también tengo dos nietas, una en Ushuaia y la otra en Italia, ellas si estudiaron y están pendientes con el teléfono para saber del abuelo. Todos pendientes y por culpa que siempre ha fumado tanto. Esa es la causa. Hay que esperar.   

Esa puerta que no me permiten atravesar para verlo, no puedo acostumbrarme todavía, y eso que estoy aquí sentada ya hace tantos días esperando. Por suerte, estoy sentada… Como en el banco de la plaza, esperando su mirada… como verás soy muy romántica, y aún en estas circunstancias sigo soñando.

Nadie me informa nada, recién lo confundí con otro paciente que traían, me acerqué y casi beso su cabeza, no era su mirada, me dijo: ¡yo no soy! Me causó risa.  Equivocarme a esta altura. Parecía su pelo canoso.

Otra vez aquí, sigo esperando, aunque el médico ya nos dijo… ¿Dejar el cigarrillo? El médico dice que sí, lo ha dejado, y claro le digo: ¡porque está y seguirá internado! ¿Por cuánto tiempo? ¿Pensaran los médicos que no comprendemos cuando nos hablan? En fin…

Seguí hablando de mí y no terminé de contarte de la familia alemana. Nunca más supe de ella. Para Ingrid el amorío con el muchacho popular quedo allí, trunco, como secreto de la montaña, lloraba desconsolada cuando se fue, claro no fue tan secreto, imagínate en un pueblo, se sabe todo. Los padres se enteraron y la mandaron a Europa. No volvieron a los Molles y yo no volví más a Buenos Aires, tengo el mejor recuerdo de la familia alemana, me trataban como a una hija más, ¿recuerdas que te lo había dicho antes?

                                                                                                           

 Texto e imagen (inéditas): Silvia Chaher  

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos

 

domingo, 6 de agosto de 2023

Tiempos felices / Adonde van las fotos que nadie quiere mirar (segunda parte)

Siempre me interesaron las fotos antiguas, arquitectónicas, históricas y de archivo familiar. En este caso, tengo muy pocas fotos familiares de la infancia, de hecho tengo una sola con mi familia, donde estamos los cuatro.

Mi padre nunca me sacó una foto, no va cómo reclamo, ya que fue el que más me regaloneó, me contaba cuentos de noche y en las cálidas noches de campo jugábamos al dominó y mirábamos las estrellas. Las pocas que tengo, imagino porque no lo sé, las sacaba mi tío Pedro.

Curiosamente, con el devenir del tiempo he perdido muchas, miles de fotos, porque han quedado en otra casa como botín de guerra, por culpa de la tecnología (¡oh endemoniados discos rígidos!), sistemas operativos que se estropean sin razón.

Me pregunto siempre cuantas imágenes se perderán a pesar de los 3.000 millones de fotos que se comparten diariamente hoy en las redes sociales. Perdimos la costumbre de imprimir, Nos confiamos ingenuamente en una nube.

Hay que ponerse a pensar como protegemos nuestro acervo de imágenes para que nuestros sucesores nos recuerden.

Hace un tiempo encontré en la calle una caja con diapositivas , actividad que hago con frecuencia tratando de recuperar imágenes que ya a nadie le importan.  Al llegar a casa me puse a mirarlas, para mi sorpresa tenían mucha similitud con mi vida.

Recordé cuantas pérdidas y omisiones había tenido y armé una historia  autobiográfica, me armé un pequeño álbum familiar, un  álbum inventado con recuerdos certeros e imágenes nunca sacadas.

¿Dónde irán nuestras fotos, dónde las que ya nadie quiere mirar?

 


Texto y video (inéditos): María Paz German

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos


https://losverdessonlosverdes.blogspot.com/2022/11/las-fotos-que-nadie-quiere-mirar.html

Primera parte


 

jueves, 27 de julio de 2023

Los 80s / Remix

Retrofuturismo

Quienes transitamos la infancia entre los ´70 y los primeros años ’80, podíamos fantasear en grande, proyectar otros mundos con juguetes hechos con materiales baratos o tecnologías que hoy se considerarían precarias. Algunos de los más clásicos de la época, como los Waterful o los Pocketeers, ofrecidos hoy en la red como juguetes vintage o retro, requerían de ciertas destrezas motoras como los juegos de kermés, embocar, pescar, esquivar. Bien podrían integrar la prehistoria de los videojuegos actuales. Pero había otros juguetes que se asociaban, sobre todo, a cierta imaginación cientificista de la década, que alentaba ficciones sobre micro o macromundos posibles, estimulada en buena parte por el cine.

Los Sea Monkeys, unas pequeñas criaturas que salían a la vida cuando el polvito que las contenía, en potencia, entraba en contacto con el agua. Un poco de polvo en sobre, unos litros de agua y, abracadabra, se producía la magia. “Mascotas al instante”, anunciaba el packaging de la sustancia milagrosa, en un kit dudoso que se completaba con un purificador de agua, huevos, plasma y alimento para asegurar su crecimiento.  Por supuesto, los seres que surgían del experimento, cuando se tenía la suerte de que saliera algo, estaban lejos de parecerse a monos de mar. Los bichos resultantes se movían como espermatozoides y eran especímenes de la Artemia salina, unos crustáceos diminutos, translúcidos, con forma semejante al ciempiés, pero con cola larga, que hacen de manjar de los peces y habitan en las aguas saladas de todo el mundo. Con el diario del lunes, la prensa se refirió al fenómeno Sea Monkey como una estafa escandalosa del consumo, pero, para las niñas y niños de la época, indiferentes a las motivaciones del marketing, fue la ocasión de volvernos un poco científicos, dioses o alquimistas, creadores de vida y de nuestras propias mascotas. Esa alquimia nos dio también la posibilidad de idear un mundo microscópico, una ficción de seres extraños, de poder ver más allá de lo que veían nuestros ojos, antes de la utopía virtual del metaverso.

Además del mundo acuático, la proyección sobre el cielo, la galaxia, el espacio exterior, también encendía nuestra imaginación alucinada. Y aquí aparece el Simon, ese disco 3D, que emulaba un plato volador, con cuatro botones luminosos, de color rojo, verde, azul y amarillo, y distintos sonidos que emanaban de cada uno de ellos. Se presentaba como un juguete didáctico, para grandes y chicos, que estimulaba la memoria visual y sonora, por medio de secuencias nemotécnicas de luces coloreadas y sonidos. Aunque dudo si la atracción del Simon radicaba exclusivamente en esa función productiva. Lo que más fascinaba del aparato, por lo menos a mí, era su ineludible conexión con el fenómeno OVNI, otro prodigio de la época, y con el reconocimiento, cada vez más popular en ese entonces, de la vida extraterrestre. En 1977, un año antes de que el Simon saliera a la luz, se había estrenado Encuentros cercanos del tercer tipo, de Steven Spielberg, que fue furor entonces, y que Ray Bradbury llegó a calificar como la mejor película de ciencia ficción que haya visto. Entre las imágenes cinematográficas que atesoro de esos años, sin duda está la escena más dramática de la historia, la del célebre encuentro de los humanos con los alienígenas, cuando consiguen comunicarse por medio de una sinfonía de luces y sonidos.  Re-mi-do-do-sol, las notas de ese crescendo musical que aún logra emocionarme hasta el escalofrío.  La notación musical convertida en alfabeto. No puedo dejar de ver la analogía entre esa nave, las luces sonoras y el Simon, y revivir las sensaciones que nos provocaba esa imaginación futurista.

 

Texto (inédito): Florencia Suárez Guerrini*

Historiadora de Arte, investigadora y docente de la Universidad Nacional de La Plata y de la Universidad Nacional de las Artes

Foto: Nicolás García Sáez

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos

 


sábado, 17 de junio de 2023

El vacío


Regresé a la vivienda de Nora. La extraño. Papá vendió el resto de los muebles. La casa está desocupada, se siente muerta y ha alcanzado una sonoridad peculiar, cada paso que doy me grita su ausencia. La única lámpara que queda en pie emana una luz mortecina, por lo que prefiero abrir el ventanal; afuera el paisaje de otoño muestra los primeros árboles desnudos. Me siento frente a las cajas que aún guardan los chirimbolos y adornos diversos que le regalaron a la abuela, pienso en la cantidad de objetos que atesoramos, a los que a veces nos aferramos y nos sobreviven, ahí están, como queriendo contarnos alguna anécdota, o tal vez quieran decirnos que nada de esto tiene sentido, perdemos horas trabajando para comprar cosas mientras dejamos que el tiempo se escurra y la vida se desvanezca. Paso mis manos por la superficie de esos cartones polvorientos. Me invaden las ganas de llorar, pero me contengo. Paseo entre las paredes que alguna vez abrigaron a Nora, siento que su energía aún se conserva, que me abraza desde lo infinito, desde lo eterno. Me tumbo boca arriba en el suelo, extiendo los brazos en cruz, cierro los ojos y me entrego al silencio. Imagino su cuerpo, su particular rostro curtido por el tiempo y la dulce mirada; lo que fue, y ahora… todo eso… tragado por la tierra.

Dicen que uno decide el momento en el que llega a este mundo. Me pregunto por qué habré elegido este tiempo tan extraño, cuál es mi propósito y si es que realmente tengo alguno. Un gran vacío me invade. Llevo en la mochila, a todas partes, el cuaderno de la abuela, su bitácora. En las últimas páginas ella escribió una gran cantidad de frases, versículos y extractos de diferentes filósofos y avatares de la humanidad. Nora leía cuanto texto llegara a sus manos y de ahí rescataba lo bueno. La abuela parece comunicarse conmigo a través de sus apuntes. Abro el libro al azar y encuentro la respuesta a mi pregunta: “Cada cosa tiene su estación y cada propósito su tiempo bajo el cielo”.

 

Texto (inédito): Laura Chiavetta

Imagen (inédita): Nicolás García Sáez

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos


miércoles, 7 de junio de 2023

Desde Junín


 Una se esfuerza en el ahora / y presiente el abismo / cuando sobran las sillas / y faltan personas.

 De los primitivos habitantes / vecinos, quedan pocos. / Y una se esfuerza, en el ahora.

Cuando convoca el café de la tarde, / asoman los recuerdos / de sus caras, gestos / que parecían eternos.

Rostros ajenos, pasean la vereda / nuevos jóvenes de este tiempo, / sin ayer ni futuro.

Los credos que no se cuestionan / se dan de bruces / con la puerta de vidrio, / que parecía estar abierta / y no era.

                                      

Poema e imagen (inéditos): Silvia Agosti*

*Artista plástica

Especial para Los Verdes Paralelos y Los Verdes Platónicos

lunes, 5 de junio de 2023

Vida, obra, sexo y arte de Alberto Carlos Bustos, municipal y pájaro (quincuagésima sexta entrega)


 

 5. Viernes 05,00 horas

Dice (SOL), en Bi-dermol y entonación bíblica:

 

“La balada de Plumas de Cotorra”

(Yoko y John lo hicieron antes) (Valsecito peruano o como pueda. Desafinado o afinado, da lo mismo)

 

Deje de joder, duerma mi niño,

que esto es una cama, y sepa,

que cuando el brillo de mis rayos

atraviesen el cristal de su ventana,

voy a indicarle: “¡Arriba!” -usted se para-,

“¡Ducha!” -usted se lava bien prolijamente,

eso que le cuelga y se sostiene, como puede

por milagro divino y otras manos.

“¡Ropa!” - se me viste como para ir al Polo

-al de Las Cañitas, no al Antártico-, que,

si me apura, le avecino treinta grados.

“¡Desayuno!” -magro, sin hidratos ni cianuro.

Y: “¡al laburo!”, como dice cualquier tano de su barrio.

“¡Y a bien hacerlo!, que después,

murmuran las cotorras , las vecinas y el alcalde”:

(TRAS EL APLAUSO, ARRANCADO POR EL ARRANCA APLAUSOS

TRES COTORRAS VERDES DE MUY MALA LECHE Y UVA CHINCHE,

SE APRETUJAN EN LA RAMA DE UN FRONDOSO ÁRBOL,

 -O LO QUE EL PRESUPUESTO NOS PERMITA Y QUIERA

LAS COTORRAS, RETOMO, COTORREAN…

UNA, LA PRIMERA TOMA LA PALABRRRA, DICE:)

“Éste es un cansado. Si tuviera que mover las alas como nos, se habría hecho papilla contra un piano”.

“Piano, piano”, repiten las comadres cotorristas

¿Qué le dice Paco, Pepa amiga, de la crisis, de la grieta, de los jubilados, de la camisa esa tan blanca que estoy viendo?...

“Viendo, viendo”, solícitas apoyan sus dos repetidoras.

“¿Y si le hago una caquita que le aporte, como poco, un toque a moda Prada?

“Haga, haga…”, versiculan las dos mismas.

“Voy, hago, vuelvo y me recuerdan

todo lo que estábamos hablando”,

para estar en consonancia y buena onda, ¿sí?.”

 

(Y VUELA. Y EN EL ÁRBOL QUEDAN DOS.

QUE SE MIRAN Y SE MIRAN. SIN TEXTO POR AHORA.

DESPUÉS VEMOS, CUÁL ES LA EXISTENCIALIDAD

DE LAS COTORRAS, SU VALOR SIMBÓLICO, SU PESO.

 

 

Desde Madrid, quincuagésima sexta entrega. Texto y ficción (inéditos): Miguel Ángel Solá

Video, imágenes y edición (inéditos): Nicolás García Sáez

 Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos