Ahora mismo está sucediendo. Los sentidos que
logran condensar algunas imágenes, resultan intransferibles al universo de las
palabras, son intraducibles, lo mismo podría decirse de algunos memes.
Algo así ocurre con Ejercicio Individual 1,
una videoinstalación de Silvia Rivas, que junto con Soltar-caer, Demora,
Decisión y Duración, entre otras, forman parte de la serie
Momentum. Iniciado en 2015, el conjunto explora la naturaleza del tiempo, tema
en el que Rivas viene trabajando con insistencia desde hace más de 20 años.
La acción de la pieza se concentra en el lapso en el que la performer comienza a despegarse, lentamente, de la seguridad de la pared que le sirve de apoyo; observa un punto bajo, distante, y se deja caer en el vacío. El escenario despojado, la falta de detalles del vestuario, la vista de espaldas de las figuras y la ausencia aparente de relato, todo se dispone para que logremos abstraernos de lo contingente y podamos fijar nuestra atención en la mera repetición del acto. El contraste fuerte de luz y sombra segmenta el espacio y también marca un proceso, un antes y un después, el pasaje de la zona iluminada, la claridad que hace visible el ámbito de lo conocido, hacia la penumbra que señala un más allá, la incerteza del futuro.
La imagen ralentizada deja ver un acontecer, que es casi imperceptible en el devenir de la vida: el instante exacto que precede a cualquier toma de decisión, la determinación que cambia las cosas. Para Rivas, delimitar el momentum es “definir el instante previo a cualquier acontecimiento como una posible unidad de tiempo”.
En esa fracción de segundo, cuando están a punto de arrojarse al abismo,
las performers oponen la dirección de la mirada proyectada hacia adelante, a la
del tronco, ligeramente inclinado hacia atrás, y las manos que se resisten a
abandonar el muro. Con este gesto mínimo logran evocar el brevísimo momento de
la vacilación, antes de lanzarse. Una cae después de la otra, en una secuencia
sincronizada, que primero las hace solapar en un punto, y luego las desfasa,
acompasadas, en un desplazamiento contiguo, como si se tratara de las agujas de
un reloj, dibujando una trayectoria semicircular, un cuarto de hora.
El tiempo se desliza denso a través de esos cuerpos que se demoran en descender y quedan suspendidos en el aire por un rato. La escena dura apenas unos segundos, pero el loop la vuelve eterna, en un movimiento que arranca, culmina y recomienza, con un ritmo cíclico, que ejerce un efecto algo hipnótico y que fascina, en ese lugar donde se encuentra la poética con la filosofía.
Texto y video (inéditos): Florencia Suárez Guerrini
Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos