domingo, 31 de marzo de 2019

ALBERTO GRECO, OBRA FUERA DE CATÁLOGO/Reportaje a Paula Pellejero, que nos habla de su documental acerca del Gran Irreverente del Arte Argentino



                                                           
    Que interesante debe haber sido presenciar el momento inaugural de la Bienal de Venecia (año 1962) en el que Greco lanza un montón de ratas para que acompañen el paso diplomático y solemne del presidente italiano de aquel entonces; dicen los que allí estuvieron que el escándalo fue Mayúsculo. Tan interesante como haber visto al mismo Greco disfrazado de monja mientras tiene lugar el segundo Concilio Vaticano, en la ciudad de Roma. No menos interesante debe haber sido aquel momento en el que las autoridades italianas invitan al inclasificable artista y escritor argentino a retirarse del bello país europeo. En la vecina España (año 1963) desde Puerta del Sol y hasta el coqueto barrio madrileño de Lavapiés, Alberto Greco hace de las suyas y, con un cubo de plástico verde en la cabeza, va distribuyendo potes de pintura y desplegando un rollo de tela, donde también pinta y firma a la gente que pasa por allí. Luego enrolla la tela, que aún tiene pintura fresca, la quema, interviene la policía, y todo el mundo empieza a correr. Momento Vivo-Dito y colectivo en su punto caramelo que a uno le hubiese encantado presenciar, tanto como aquel en el que envuelve a Piedralaves (un pueblo de Castilla y La Mancha) con un símil de rollo de papel higiénico para luego pedirle a sus habitantes que posen con carteles que dicen: ¨Obra señalada por Alberto Greco¨ o ¨Alberto Greco, que grande sos¨. Fascinada por el recorrido insurrecto de este entrañable tirabombas (un adelantado que ya había hecho de todo mientras en el mítico Di Tella recién comenzaban a romper el cascarón, mientras Manuel Puig recién comenzaba a entender y desentrañar el significado del pop en la literatura) la artista plástica, realizadora audiovisual y Verde Honoraria, Paula Pellejero, decide en (y a partir) del año 2000, filmar un documental sobre la vida y labor del hombre que dispuso que su última obra de arte sería su propio suicidio. Antes de ingerir una catarata de barbitúricos en Barcelona, escribe en una pared ¨esta es mi mejor obra de arte¨ y luego, en su mano izquierda, la palabra ¨fin¨.


- Y allí comienza el nacimiento del mito, de quien fue amigo de Duchamp y vivió siempre sin un centavo en el bolsillo y cuyas obras, hoy (un cuento tan típico, reiterado e injusto en la historia de la humanidad) valen fortunas y son expuestas en célebres galerías y en varios de los museos  más importantes del mundo ¿Qué expectativas (ilusiones/emociones/sensaciones)  tenías en aquel año 2000 acerca del documental que querías realizar, que sucedió en el medio y que sentís ahora con el resultado de tu propia obra, ya realizada, sobre la figura de Alberto Greco?

Paula:
El primer impulso que me llevó a querer realizar un documental sobre Alberto Greco fue dar a conocer su extraordinario trabajo y transmitir su entusiasmo de búsqueda en el arte. También sentí que se le debía un lugar. En una primera instancia el documental iba a ser un corto animado que narrase las acciones de Greco, y las preguntas que me surgían a partir del arte vivo. La animación se iba a desarrollar sobre un rollo de papel, como el “Gran Rollo Manifiesto del Arte Vivo-Dito” (cuya esencia y significado es el de señalar vivencias/vivo con el dedo/dito) que Greco había realizado en 1963, en Piedralaves, y, según él mismo: “ el testamento más  importante que un hombre vivo puede hacer”. La investigación fue bibliográfica, de análisis de las obras, de las cuales muchas eran testimonios, también investigaba haciendo dibujos. Con mi hermano Eduardo trabajaba en la elaboración de una mirada personal y teórica sobre la obra de Greco.  Luego de tres años, teníamos un guión para desarrollar la animación. Durante un año trabajé con María Marta Linero, quien me enseñó stop-motion, y así fuimos realizando las animaciones. Guardábamos las fotos y los editados en CD, pero luego ese material se rompió y perdimos todo el trabajo. Eso me llevó a que abandone por primera vez el proyecto. Años más tarde comienzo a realizar nuevamente las animaciones, pero también sentía que ese guión era  muy teórico. Entonces, mientras rehacía las animaciones, comencé a realizar otras experiencias:  con mi amiga Mariana empezamos a salir a la calle, a pensar con la cámara. En ese momento fue algo intuitivo; hoy puedo decir que fue la única manera de abordarlo, y así poder hablar sobre Greco. Escribía con tizas mis pensamientos en las paredes y en las veredas; tratábamos de repetir gestos y acciones de Greco, salíamos a realizar arte vivo con una cámara de super 8, como ratas nos escabullíamos por los baños de los museos para intervenirlos y hasta llegamos a encerrar el Museo Nacional de Bellas Artes con un círculo de tiza. Con todo ese material escribí un nuevo guión y me presenté a una beca para poder montar la película, pero ante la negativa del apoyo, vuelvo a abandonar el proyecto, y con él el arte vivo. Mi hermano ya no me acompañaba y mi amiga Mariana también se alejó. Mientras tanto, y en silencio, yo seguía atenta a cualquier noticia, exposición o testimonio que me hablara de Greco. En el 2015, por iniciativa de mi hermano, y como si Greco me guiase a su encuentro, viajo a Madrid para retomar el proyecto y encontrarme por primera vez con el “Gran Rollo Manifiesto del Arte-Vivo” que estaba expuesto en el Museo Reina Sofía. El tiempo, los dibujos, las pérdidas, las salidas, los encuentros, las distancias y las experiencias cobraron sentido en ese viaje, y finalmente surge la película.

 - Alguien le pregunta a Greco por qué no se dedica a pintar, dibujar y escribir en lugar de dedicarse a esas ¨pavadas¨ que él producía en la calle, a lo que AG responde que a él se lo conoce y reconoce por las ¨pavadas¨ que hace en la calle  y no por sus pinturas, dibujos o textos. Greco publica un solo libro en vida, el poemario ¨Fiesta¨, una edición artesanal de 150 ejemplares, y luego le envía la novela/objeto ¨Besos brujos¨, escrita en Ibiza, a un editor de Buenos Aires que no sabe muy bien qué hacer con ella, y no la publica. Después del desinterés olímpico de los coleccionistas argentinos en las décadas siguientes (la novela/objeto de Greco se ofrecía una y otra vez por menos de 2500 dólares) el MoMA de Nueva York la adquiere en el 2018 por un precio cercano al medio millón de dólares ¿Qué opinión te merece toda su obra literaria y pictórica?, ¿qué influencia tiene sobre tu propia producción artística?

Paula:
Creo que sin buscarlo Greco fue tan fiel a su búsqueda que logró una mirada profunda, auténtica, y  un arte fuera de todo lo establecido. En su escritura podemos encontrar un gran valor literario, conceptual y de apertura a una escritura moderna. Es verdad que Greco estaba siempre sin un peso y que vivía de prestado. En cada movimiento que impulsó podría haberse quedado para generar con su trabajo una estabilidad artística y económica, pero para eso siempre estaba lejos. Greco decía:¨la pintura siempre acaba vengándose del pintor”, yo creo que en esas palabras está su mirada crítica hacia el mundo del arte y las estructuras de poder. En un mundo ciego y dominado por el poder económico, no es de extrañarse que el arte también esté estructurado bajo ese manto, y es así que las obras que generaron movimiento sean arrancadas de su lugar para convertirlas en un objeto de valor, descontextualizando todo pensamiento. El “Gran Rollo Manifiesto del Arte Vivo Dito” de Greco, encerrado en una vitrina de cristal en un museo, pierde todo sentido vivo. Entonces, creo que es un desafío para las instituciones y museos repensar su compromiso y humanidad con el arte moderno y contemporáneo. En todos estos años la obra de Greco influenció mi trabajo, me impulsó a confiar en mi búsqueda artística y, sobre todo, me enseñó a ver.



                                                                                                              Nicolás García Sáez

martes, 5 de marzo de 2019

MARÍA EN SU TINTA / Crónica del encuentro que mantuvimos con María Verónica Ramirez, La Referente de la animación en la Argentina, creadora de Monstriña y de ¨Caloi en su tinta¨





  Con María, Verde Honoraria, de repente nos pusimos a hablar de los correctores. Luego de enviarnos mensajes de texto en el que ¨sábado¨ se transforma en ¨Sabino¨ o ¨ensalada¨ en ¨esmeralda¨,  ella afirma que los susodichos interpretan en los celulares un idioma que solo ellos conocen. Yo subrayo lo que dice acotando que los correctores son unos snobs. María dice que son unos tilingos. Yo le digo que son mojigatos. Ella dice que son gordos pambufas y yo unos pancucas. María: pipistrelos, yo: piripipíes. Y así los adjetivamos de paparruchos, chichipíos, mequetrefes, turulatos, farabutes. Y de Funes sin memorias, de Aleph (¿Alephes?) sin ojos ni anteojos, de Sandokanes sin espadas, o Peterpanes sin infancias, y Sanchopanzas sin panzas, o Aquamanes sin océanos, y Zorros sin antifaces, o Aladinos sin lámparas, y Macris con corazones, o...podemos estar horas así, pero decidimos hablar por teléfono y, por medio del castellano humano, que aún existe, reírnos sobre Sagitario tomando un fernet con coca y el casi onomatopéyico argentinismo y recíproco ¨Re Re¨. Luego hablamos de poesía, de cierta poesía (más tarde, me sorprende una mañana con un punto doc en el Messenger y un prólogo exquisito de su autoría, obsequio para mi nuevo poemario que, si no sucede nada extraordinario, sale publicado en breve) y luego viramos, vía audio de wasap, hacia Lisboa y la etimología de la palabra ¨piringundín¨. Dos días después nos encontramos en El Federal, el bar más antiguo de la ciudad de Buenos Aires.
 
AVIONCITOS
     Veinticinco años junto a Caloi deben dejar huella en cualquiera. María Verónica Ramírez le dice ¨El Negro¨. Lo extraña, lo admira, lo sigue amando. Me cuenta el día que se conocieron. Ella estaba en la terraza de su estudio de Paseo Colón, en el interior pintaba y dibujaba, en el exterior cambiaba una lamparita y limpiaba despreocupada su Pelopincho. Alguien, algunos pisos más arriba, la observaba con el detenimiento de un orfebre...hasta que no aguantó más. Épocas encantadoras, sin redes sociales, que se ha llevado el viento, que se ha llevado el tiempo. María quedó atónita ante aquel hombre llamativo que, desde las alturas, exclamaba su entusiasmo mientras le arrojaba un avioncito de papel con un dibujo y algo escrito en el ala izquierda: ¨te miro y me desconcentro, no puedo trabajar¨, había garabateado en el aeroplano el célebre artista que, de yapa, le había delineado un Clemente. Así las cosas María cae en la cuenta de quien era aquel señor que hacía señas para darle su número de teléfono. Ella, entonces, luego de meditarlo...accede. Y lo llama al número indicado que el hombre había hecho en el aire. El aparato suena...pero nadie atiende. Listo. Ya fue. María continúa con sus cosas. Caloi, otra vez desde las alturas, se pronuncia con voz sonora:
- ¡Me equivoqué de número, disculpáme, yo nunca me llamo por teléfono a mí mismo! María lo observa como quien observa a un marciano y el padre de Clemente le arroja entonces un nuevo avioncito de papel, esta vez con el número correcto, que inicia un viaje sin escalas ni rupturas hacia una historia de amor que duraría un cuarto de siglo.
 
MUNDOS ANIMADOS
     Abundan allí las hordas de gringos embelesados con el mobiliario porteño y centenario. Se palpan los rumores del pasado en esa atmósfera concreta que lo sostiene en el presente. En El Federal, bar entrañable y encantador, corren las birras. Ella prefiere clavarse la Imperial bien fría y sin espuma. Yo con. Tengo frente a mí a una de las creadoras de ¨Caloi en su tinta¨, el primer programa de la televisión argentina dedicado a la difusión del cine de animación de autor de todo el Mundo Mundial, con la yapa de ser pionero a la hora de difundir, además, a las artes plásticas en general. Uno de mis programas de televisión preferidos de todos los tiempos (de todos los tiempos antes de Netflix, que aún no tengo, de la televisión, que casi no estoy viendo) y es un bálsamo poder manifestar mi admiración hacia Caroline Leaf, y que la interlocutora sepa perfectamente quién es (y es obvio que así sea, ya que gracias a María pude conocer los cortometrajes animados con grandes referencias literarias que la artista de Seattle crea, también, con vidrios, arena y luces) y no sólo eso, sino enterarme allí mismo que además la conoció personalmente durante los días que CL pasó en la Argentina.

MONSTRIÑA
   Aparece de un momento a otro, de pie y con su cuerpo diminuto, frente a una sombra gigantesca que intentaba asustarla. La sombra era su propia sombra y la linterna su luz para apaciguarla, para apuntarle directamente al corazón y empujar a su autora a observarla, parirla y comenzar a dibujarla. De allí a los lienzos, los cuadernos, los papeles, las pantallas, la contratapa de todos los domingos en el diario de mayor circulación del país, los festivales, los premios en los festivales internacionales, las exposiciones multitudinarias, la fama. Y al pegar la vuelta, al volver a casa, la oportunidad de que los trazos, las ideas, los colores vuelvan hacia el jardín más puro de la infancia. Y la necesidad de no definirla, de aprender de su propia creación, de sus sombras, sus amigos invisibles. De transitar la oscuridad y el dolor con dulzura, con sus lecturas, de convivir con sus miedos, enfrentarlos con su imaginación poderosa, de reconocer, al salir de sí misma y volver hacia la autora (¿o viceversa?) que ella nace cuando Caloi se va. Monstriña nace y no juzga a los demás, nunca, tampoco habla. Hace, colabora, es solidaria, valiente, original, lisérgica y aparece María, que pide otra cerveza, que me habla del suicidio de su hermano, que acompaña con sus dibujos los recitales de Divididos, que me cuenta sus anécdotas con Fontanarrosa, con Hermenegildo Sabat, aquella anécdota también en la que empapelaron toda la ciudad de Lisboa con su creación.  María, la que recibe a Serrat en su casa cuando viene a la Argentina, la que recibe al mismo Nano cuando visita la exitosa muestra que hizo en el CCK, la que prueba el sushi con Jaime Torres, la que conoce y divulga a tod@s l@s popes de la mejor animación mundial, y vuelve a aparecer Monstriña, la que es mencionada por los medios especializados como la mejor amiga (¿la sucesora?) que no tuvo Mafalda, la que se para en la punta de su cama para ofrecerle, en medio de la noche, un chupete a su propia sombra gigantesca, la que juega a la rayuela para llegar al cielo, la que se sube a una escalera para abrazar a su propio monstruo, la que cuelga a la luna en una noche estrellada para que le regale la lluvia, la que hace equilibrio con dos platos para desearnos un feliz 2019, y aparece María, que la cuida, la quiere, y la deja ser.


                                                                                                      Nicolás García Sáez