Que interesante
debe haber sido presenciar el momento inaugural de la Bienal de Venecia (año
1962) en el que Greco lanza un montón de ratas para que acompañen el paso
diplomático y solemne del presidente italiano de aquel entonces; dicen los que
allí estuvieron que el escándalo fue Mayúsculo. Tan interesante como haber
visto al mismo Greco disfrazado de monja mientras tiene lugar el segundo
Concilio Vaticano, en la ciudad de Roma. No menos interesante debe haber sido
aquel momento en el que las autoridades italianas invitan al inclasificable
artista y escritor argentino a retirarse del bello país europeo. En la vecina
España (año 1963) desde Puerta del Sol y hasta el coqueto barrio madrileño de
Lavapiés, Alberto Greco hace de las suyas y, con un cubo de plástico verde en
la cabeza, va distribuyendo potes de pintura y desplegando un rollo de tela,
donde también pinta y firma a la gente que pasa por allí. Luego enrolla la
tela, que aún tiene pintura fresca, la quema, interviene la policía, y todo el
mundo empieza a correr. Momento Vivo-Dito y colectivo en su punto caramelo que
a uno le hubiese encantado presenciar, tanto como aquel en el que envuelve a
Piedralaves (un pueblo de Castilla y La Mancha) con un símil de rollo de papel
higiénico para luego pedirle a sus habitantes que posen con carteles que dicen:
¨Obra señalada por Alberto Greco¨ o ¨Alberto Greco, que grande sos¨. Fascinada
por el recorrido insurrecto de este entrañable tirabombas (un adelantado que ya
había hecho de todo mientras en el mítico Di Tella recién comenzaban a romper
el cascarón, mientras Manuel Puig recién comenzaba a entender y desentrañar el
significado del pop en la literatura) la artista plástica, realizadora
audiovisual y Verde Honoraria, Paula Pellejero, decide en (y a partir) del año 2000, filmar un
documental sobre la vida y labor del hombre que dispuso que su última obra de
arte sería su propio suicidio. Antes de ingerir una catarata de barbitúricos en
Barcelona, escribe en una pared ¨esta es mi mejor obra de arte¨ y luego, en su
mano izquierda, la palabra ¨fin¨.
- Y allí
comienza el nacimiento del mito, de quien fue amigo de Duchamp y vivió siempre
sin un centavo en el bolsillo y cuyas obras, hoy (un cuento tan típico,
reiterado e injusto en la historia de la humanidad) valen fortunas y son
expuestas en célebres galerías y en varios de los museos más importantes del mundo ¿Qué expectativas (ilusiones/emociones/sensaciones) tenías en aquel año 2000 acerca del documental que querías realizar, que
sucedió en el medio y que sentís ahora con el resultado de tu propia obra, ya
realizada, sobre la figura de Alberto Greco?
Paula:
El
primer impulso que me llevó a querer realizar un documental sobre Alberto Greco
fue dar a conocer su extraordinario trabajo y transmitir su entusiasmo de
búsqueda en el arte. También sentí que se le debía un lugar. En una primera
instancia el documental iba a ser un corto animado que narrase las
acciones de Greco, y las preguntas que me surgían a partir del arte vivo. La
animación se iba a desarrollar sobre un rollo de papel, como el “Gran Rollo
Manifiesto del Arte Vivo-Dito” (cuya esencia y significado es el de señalar vivencias/vivo con el dedo/dito) que Greco había realizado en 1963, en
Piedralaves, y, según él mismo: “ el testamento más importante que un hombre vivo puede hacer”. La
investigación fue bibliográfica, de análisis de las obras, de las cuales muchas
eran testimonios, también investigaba haciendo dibujos. Con mi hermano Eduardo
trabajaba en la elaboración de una mirada personal y teórica sobre la obra de Greco. Luego de tres años, teníamos un guión para
desarrollar la animación. Durante un año trabajé con María Marta Linero, quien me
enseñó stop-motion, y así fuimos realizando las animaciones. Guardábamos las fotos
y los editados en CD, pero luego ese material se rompió y perdimos todo el
trabajo. Eso me llevó a que abandone por primera vez el proyecto. Años más
tarde comienzo a realizar nuevamente las animaciones, pero también sentía que
ese guión era muy teórico. Entonces,
mientras rehacía las animaciones, comencé a realizar otras experiencias: con mi amiga Mariana empezamos
a salir a la calle, a pensar con la cámara. En ese momento
fue algo intuitivo; hoy puedo decir que fue la única manera de abordarlo, y así
poder hablar sobre Greco. Escribía con tizas mis pensamientos en las paredes y
en las veredas; tratábamos de repetir gestos y acciones de Greco, salíamos a
realizar arte vivo con una cámara de super 8, como ratas nos escabullíamos por
los baños de los museos para intervenirlos y hasta llegamos a encerrar el Museo
Nacional de Bellas Artes con un círculo de tiza. Con todo ese material escribí
un nuevo guión y me presenté a una beca para poder montar la película, pero
ante la negativa del apoyo, vuelvo a abandonar el proyecto, y con él el arte
vivo. Mi hermano ya no me acompañaba y mi amiga Mariana también se alejó. Mientras tanto, y en silencio, yo seguía atenta a cualquier noticia,
exposición o testimonio que me hablara de Greco. En el 2015, por iniciativa de
mi hermano, y como si Greco me guiase a su encuentro, viajo a Madrid para
retomar el proyecto y encontrarme por primera vez con el “Gran Rollo Manifiesto
del Arte-Vivo” que estaba expuesto en el Museo Reina Sofía. El tiempo, los
dibujos, las pérdidas, las salidas, los encuentros, las distancias y las experiencias
cobraron sentido en ese viaje, y finalmente surge la película.
Paula:
Creo que sin buscarlo Greco fue tan fiel a su
búsqueda que logró una mirada profunda, auténtica, y un arte fuera de todo lo establecido. En su
escritura podemos encontrar un gran valor literario, conceptual y de apertura a
una escritura moderna. Es verdad que Greco estaba siempre sin un peso y que
vivía de prestado. En cada movimiento que impulsó podría haberse quedado para
generar con su trabajo una estabilidad artística y económica, pero para eso
siempre estaba lejos. Greco decía:¨la pintura siempre acaba vengándose del
pintor”, yo creo que en esas palabras está su mirada crítica hacia el mundo
del arte y las estructuras de poder. En un mundo ciego y dominado por el poder
económico, no es de extrañarse que el arte también esté estructurado bajo ese
manto, y es así que las obras que generaron movimiento sean arrancadas de su
lugar para convertirlas en un objeto de valor, descontextualizando todo
pensamiento. El “Gran Rollo Manifiesto del Arte Vivo Dito” de Greco, encerrado
en una vitrina de cristal en un museo, pierde todo sentido vivo. Entonces, creo
que es un desafío para las instituciones y museos
repensar su compromiso y humanidad con el arte moderno y contemporáneo. En todos estos años la obra de Greco influenció mi trabajo, me impulsó
a confiar en mi búsqueda artística y, sobre todo, me enseñó a ver.
Nicolás García Sáez