martes, 5 de marzo de 2019

MARÍA EN SU TINTA / Crónica del encuentro que mantuvimos con María Verónica Ramirez, La Referente de la animación en la Argentina, creadora de Monstriña y de ¨Caloi en su tinta¨





  Con María, Verde Honoraria, de repente nos pusimos a hablar de los correctores. Luego de enviarnos mensajes de texto en el que ¨sábado¨ se transforma en ¨Sabino¨ o ¨ensalada¨ en ¨esmeralda¨,  ella afirma que los susodichos interpretan en los celulares un idioma que solo ellos conocen. Yo subrayo lo que dice acotando que los correctores son unos snobs. María dice que son unos tilingos. Yo le digo que son mojigatos. Ella dice que son gordos pambufas y yo unos pancucas. María: pipistrelos, yo: piripipíes. Y así los adjetivamos de paparruchos, chichipíos, mequetrefes, turulatos, farabutes. Y de Funes sin memorias, de Aleph (¿Alephes?) sin ojos ni anteojos, de Sandokanes sin espadas, o Peterpanes sin infancias, y Sanchopanzas sin panzas, o Aquamanes sin océanos, y Zorros sin antifaces, o Aladinos sin lámparas, y Macris con corazones, o...podemos estar horas así, pero decidimos hablar por teléfono y, por medio del castellano humano, que aún existe, reírnos sobre Sagitario tomando un fernet con coca y el casi onomatopéyico argentinismo y recíproco ¨Re Re¨. Luego hablamos de poesía, de cierta poesía (más tarde, me sorprende una mañana con un punto doc en el Messenger y un prólogo exquisito de su autoría, obsequio para mi nuevo poemario que, si no sucede nada extraordinario, sale publicado en breve) y luego viramos, vía audio de wasap, hacia Lisboa y la etimología de la palabra ¨piringundín¨. Dos días después nos encontramos en El Federal, el bar más antiguo de la ciudad de Buenos Aires.
 
AVIONCITOS
     Veinticinco años junto a Caloi deben dejar huella en cualquiera. María Verónica Ramírez le dice ¨El Negro¨. Lo extraña, lo admira, lo sigue amando. Me cuenta el día que se conocieron. Ella estaba en la terraza de su estudio de Paseo Colón, en el interior pintaba y dibujaba, en el exterior cambiaba una lamparita y limpiaba despreocupada su Pelopincho. Alguien, algunos pisos más arriba, la observaba con el detenimiento de un orfebre...hasta que no aguantó más. Épocas encantadoras, sin redes sociales, que se ha llevado el viento, que se ha llevado el tiempo. María quedó atónita ante aquel hombre llamativo que, desde las alturas, exclamaba su entusiasmo mientras le arrojaba un avioncito de papel con un dibujo y algo escrito en el ala izquierda: ¨te miro y me desconcentro, no puedo trabajar¨, había garabateado en el aeroplano el célebre artista que, de yapa, le había delineado un Clemente. Así las cosas María cae en la cuenta de quien era aquel señor que hacía señas para darle su número de teléfono. Ella, entonces, luego de meditarlo...accede. Y lo llama al número indicado que el hombre había hecho en el aire. El aparato suena...pero nadie atiende. Listo. Ya fue. María continúa con sus cosas. Caloi, otra vez desde las alturas, se pronuncia con voz sonora:
- ¡Me equivoqué de número, disculpáme, yo nunca me llamo por teléfono a mí mismo! María lo observa como quien observa a un marciano y el padre de Clemente le arroja entonces un nuevo avioncito de papel, esta vez con el número correcto, que inicia un viaje sin escalas ni rupturas hacia una historia de amor que duraría un cuarto de siglo.
 
MUNDOS ANIMADOS
     Abundan allí las hordas de gringos embelesados con el mobiliario porteño y centenario. Se palpan los rumores del pasado en esa atmósfera concreta que lo sostiene en el presente. En El Federal, bar entrañable y encantador, corren las birras. Ella prefiere clavarse la Imperial bien fría y sin espuma. Yo con. Tengo frente a mí a una de las creadoras de ¨Caloi en su tinta¨, el primer programa de la televisión argentina dedicado a la difusión del cine de animación de autor de todo el Mundo Mundial, con la yapa de ser pionero a la hora de difundir, además, a las artes plásticas en general. Uno de mis programas de televisión preferidos de todos los tiempos (de todos los tiempos antes de Netflix, que aún no tengo, de la televisión, que casi no estoy viendo) y es un bálsamo poder manifestar mi admiración hacia Caroline Leaf, y que la interlocutora sepa perfectamente quién es (y es obvio que así sea, ya que gracias a María pude conocer los cortometrajes animados con grandes referencias literarias que la artista de Seattle crea, también, con vidrios, arena y luces) y no sólo eso, sino enterarme allí mismo que además la conoció personalmente durante los días que CL pasó en la Argentina.

MONSTRIÑA
   Aparece de un momento a otro, de pie y con su cuerpo diminuto, frente a una sombra gigantesca que intentaba asustarla. La sombra era su propia sombra y la linterna su luz para apaciguarla, para apuntarle directamente al corazón y empujar a su autora a observarla, parirla y comenzar a dibujarla. De allí a los lienzos, los cuadernos, los papeles, las pantallas, la contratapa de todos los domingos en el diario de mayor circulación del país, los festivales, los premios en los festivales internacionales, las exposiciones multitudinarias, la fama. Y al pegar la vuelta, al volver a casa, la oportunidad de que los trazos, las ideas, los colores vuelvan hacia el jardín más puro de la infancia. Y la necesidad de no definirla, de aprender de su propia creación, de sus sombras, sus amigos invisibles. De transitar la oscuridad y el dolor con dulzura, con sus lecturas, de convivir con sus miedos, enfrentarlos con su imaginación poderosa, de reconocer, al salir de sí misma y volver hacia la autora (¿o viceversa?) que ella nace cuando Caloi se va. Monstriña nace y no juzga a los demás, nunca, tampoco habla. Hace, colabora, es solidaria, valiente, original, lisérgica y aparece María, que pide otra cerveza, que me habla del suicidio de su hermano, que acompaña con sus dibujos los recitales de Divididos, que me cuenta sus anécdotas con Fontanarrosa, con Hermenegildo Sabat, aquella anécdota también en la que empapelaron toda la ciudad de Lisboa con su creación.  María, la que recibe a Serrat en su casa cuando viene a la Argentina, la que recibe al mismo Nano cuando visita la exitosa muestra que hizo en el CCK, la que prueba el sushi con Jaime Torres, la que conoce y divulga a tod@s l@s popes de la mejor animación mundial, y vuelve a aparecer Monstriña, la que es mencionada por los medios especializados como la mejor amiga (¿la sucesora?) que no tuvo Mafalda, la que se para en la punta de su cama para ofrecerle, en medio de la noche, un chupete a su propia sombra gigantesca, la que juega a la rayuela para llegar al cielo, la que se sube a una escalera para abrazar a su propio monstruo, la que cuelga a la luna en una noche estrellada para que le regale la lluvia, la que hace equilibrio con dos platos para desearnos un feliz 2019, y aparece María, que la cuida, la quiere, y la deja ser.


                                                                                                      Nicolás García Sáez