lunes, 18 de febrero de 2019

TENGAN EL PATIO REGAO / Reportaje a La Gran Voz Argentina: Suna Rocha



Suna Rocha es, a mi entender, El Referente Ineludible, El Faro del Folklore. Aunque suene a perogrullada, a expresión apodíctica, Suna es portadora incansable de la humildad y la generosidad genuinas que sólo tienen algunos grandes consagrados. Su popularidad, ya se sabe, comienza de la mano de Mercedes Sosa, en el año 1982, cuando es elegida e invitada a cantar junto a ella ¨Cómo un pájaro libre¨. Desde entonces, la sublime cantante cordobesa no ha dejado de propagar su voz contundente por todo el territorio nacional. Ha tocado en todas las ciudades y en casi todos los pueblos del país, y también junto a su compañero: Raúl Carnota, junto a Atahualpa Yupanqui, junto al grupo de música andina Ollantay, con el Cuchi Leguizamón, con Celeste Carballo, con Pedro Aznar, Lito Vitale, junto a Leda Valladares, la mismísima Mercedes Sosa y tant@s otr@s. Ganó el Premio Revelación en el Ultra Exigente y (por fortuna) siempre purista Festival de Cosquín. Allí mismo, cinco años más tarde, llega a la cima con el Premio Consagración. Pero luego continúa con el Premio Konex, y el Cóndor de Plata, y nuevamente el Premio Kónex. También es declarada , durante el 2010, Ciudadana Ilustre de la Canción Nacional e Internacional, Premio decretado por el Congreso de la Nación. Desde esta humilde trinchera contamos con su presencia al ser ella la Madrina Musical de Los Verdes y Canción Verde del Mes es ésta que aquí compartimos con ustedes. Antes quisimos dialogar, quitarnos algunas dudas sobre ésta joya y Suna accedió gustosa con, ya se ha dicho, su infinita humildad y su inmensa generosidad. En medio de intensos compromisos radiales con la Universidad de Córdoba, nos brinda parte de su valioso tiempo para desmenuzar una proeza, explicarla con lujo de detalle y regalarnos, de paso, unas historias sobre aquella zona maravillosa que habita. Es conmovedor escuchar su voz sabia y pausada, explayándose en cada uno de esos detalles, desde su casa de Tulumba



Querida Suna: lo primero que quiero decirte es que ésta versión de Carlos Di Fulvio es una de mis canciones preferidas. Te lo he comentado en varias ocasiones, pero hoy siento la necesidad de hacer extensivo mi entusiasmo a quién aún no haya tenido la oportunidad de disfrutar esta chacarera maravillosa que es ¨Abuelas del campo mío¨. La escucho cada vez que puedo, una y otra vez, siempre, y, al contrario de lo que sucede cuando uno acude reiteradamente a alguna canción hasta el cansancio, a mí no deja de emocionarme tu voz, la instrumentación exacta que te acompaña, y el mensaje y los paisajes que vas despertando mientras el milagro sucede y crece. Quería preguntarte quién fue Maclovia

Suna:
Estas abuelas en las que Di Fulvio se inspira para hacer esta chacarera que yo grabé, y que él va nombrando, son las abuelas de Tulumba, las que a él le impresionaron, sea por su trabajo, sea por su condición. Acá también aparece Maclovia. Maclovia era una abuela que estaba en Herrera, una estación de tren de Santiago del Estero. Esta abuela había prendido un fueguito porque hacía frío, y vendía rosquete, tortillas y esas comidas que tienen que ver con la criolledad, que tienen que ver con Santiago del Estero. Entonces, a través de otra chacarera en donde se la menciona, Di Fulvio la toma para ponerla aquí también. Por eso es que uno se pregunta por qué aquellos chicos y muchachas de edad prolongada, que hacen cosas hermosas, tendrán que morir. Por qué tendrán que morir si son tan necesarias a la hora de aprender, a la hora de saber ( nosotras y nosotros) de ellos, porque estas chicas y muchachos son como un libro abierto. Entonces Di Fulvio se hace siempre esta pregunta en esta chacarera: ¨Abuela del campo mío, ¿por qué tendrás que morir?¨  

       
Soy nieto de una abuela cordobesa cuyo origen es humilde y campesino. Una abuela encantadora cuyas manos eran de trigo, como dice la letra de la canción, y que también era una calandria que le rezaba a sus santos y cebaba mates tirando la yerba al fuego. Es inevitable que te pregunte por María, por Dominga, por Fausta, por Palma y Rosaura...

Suna:
¨Por dónde andará María, con sus telares de palo¨. María era una hilandera de acá (Tulumba) que hilaba el vellón de la oveja y tenía su telar y su ruequita al costado, hilando su lana para después hacer sus artesanías. Hay colchas muy hermosas que han sido hechas por María. Probablemente el tema del tejido, el tema de la hilandería, se ha perdido, porque las nuevas generaciones ahora no quieren hacer esas tareas. Tal vez consideran que es mucho trabajo, y prefieren otras labores antes que aprender ¨El Oficio¨, como ellas lo llamaban. El oficio, ese trabajo maravilloso que hace que de generación en generación se herede. Yo conozco hilanderas de Belén, Catamarca, que son increíbles, porque han heredado el oficio y continuaron aquello que le enseñaron sus Maestras Tejedoras. Estas tejedoras criollas que, con su ruequita al costado, hilaron la lana y dejaron testimonio de su paso por esta vida.
¨Por donde andará Dominga, con su batita floreada¨, creo que es la próxima estrofa. Dominga está en esa otra chacarera, que también grabé, y que se llama ¨Campo afuera¨. Di Fulvio una vez se fue al campo de la rudita, un campo que queda por acá cerca, y vio en la casa de Don Vivas, que era el dueño de ese lugar, a una viejita de ahí, que era vecina de la zona. Esta señora sintió los sonidos de la guitarra de Di Fulvio y se acercó adonde él estaba. Se acercó y mientras Di Fulvio tocaba, ella empezó a bailar, emocionada, empezó a bailar. La chacarera dice: ¨si a los setenta la baila así, como habrá sido antes¨. ¨Y va con una trenza cana de cabellos blancos...¨, y se pierde en un momento dado. Y de allá venía una señora y un señor y Di Fulvio les dice: ¨los he traído a ellos también para que les haga un gatito¨. A la semana siguiente Di Fulvio le lleva a Dominga la chacarera hecha, y ella va y trae a sus amigos. Es muy linda la anécdota que cuenta Di Fulvio. Y Dominga es una señora que se ha hecho muy conocida a través de la chacarera ¨Campo afuera¨. Después él dice, en la introducción: ¨ausencias he conocido y sé que hay una más larga¨ , y se refiere, por supuesto, a la muerte y que ¨nadie quiere hacerle caso, pero a toditos nos llama. Abuelas voy con guitarras, tengan el patio regao¨, les dice a las abuelas que ya va a ir él, y que mantengan el patio regado para bailar una linda chacarera.
Habla de la Fausta. Hay todavía esa panadería que se llama ¨Doña Fausta¨, la panadería existe, y tiene unas colaciones riquísimas. Doña Fausta se especializaba en colaciones, hasta el día de hoy se venden esas colaciones, no sé si con los secretos de Doña Fausta, o como las hacía ella. En aquella época andaba siempre alguien con una canasta vendiendo las colaciones de Doña Fausta, que eran compradas por los turistas. Después dice (la chacarera) : ¨jugando se fue la Palma ¨, que era una señora con capacidades diferentes, a la que le encantaba la música y vivía cantando. Tenía una muñeca de trapo, y tal vez en su fantasía haya querido ser mamá. Palma tenía esta muñequita y siempre andaba con ella, y cantando. Por eso Di Fulvio le dice: ¨calandria, madre del canto¨ a la Palma. Le decían la Palma porque era alta, muy alta. Después está la Rosaura, que era la rezadora del pueblo, le rezaba a sus santitos. Y sabés que acá, lo he visto yo, hay un santo que se lo van pasando en las casas, y una vecina se lo pasa a otra, y esa otra se lo pasa a otra, es decir que el santito va de mano en mano porque en cada hogar se le reza al santito. Por eso esta chacarera dice:  ¨también se fue la Rosaura, rezándole a su santito, la que cebaba los mates, tirando yerba al fueguito. Abuela de los criollitos por qué tendrás que morir¨. Y así están las abuelas a las que Di Fulvio quiso rendirles homenaje con esta canción. Di Fulvio siempre ha pintado su aldea, aunque no haya sido ésta su aldea ya que él nace en el sur de la provincia de Córdoba, en Carrilobo. Pero se aquerenció porque se enamoró de una chica de acá, de Tulumba, Teresita Zamora, que era de una familia tradicional de la zona, y entonces se quedó aquí, y los Zamora lo adoptaron como si fuera un hijo más. Y se casó con ella. Hace pocos días estuve con ellos dos. De manera que esa es un poco la historia de las abuelas de Tulumba, que yo te pido que la conozcas, que la visites porque verdaderamente es un lugar lleno de historias. Por aquí pasó parte del Camino Real que iba de Córdoba a San Miguel de Tucumán y con el cual algunos se hicieron ricos vendiendo mulares. Pero también aquí, en esas postas, que son nueve, pasaron desde San Martín, Belgrano, el Facundo Quiroga. En San Pedro le avisaron al Facundo que lo iban a matar, y sin embargo el Facundo continuó su viaje. En Barranca Yaco lo mataron. Aquí se encuentra la casa, dicen, de quienes mataron al Facundo Quiroga, los hermanos Reinafe. Aquí también se encuentra la casa del padre Benitez. El padre Benitez fue quien confesó hasta último momento a Eva Perón, es decir, le dio la extremaunción antes de que falleciera. Se conserva aquí la casa del padre Benitez, una casa hecha a comienzo del siglo pasado, y algunos muebles, otros los llevaron a Buenos Aires, con la promesa de que los iban a traer de vuelta...pero no los trajeron nunca. Este fue un lugar donde había muchos franceses, una colonia. Si vos vas al cementerio te vas a dar cuenta que allí hay mausoleos jónicos, dóricos, los ha hecho gente que no es de aquí. Ahí están los cajones, seis cajones apilados, siete, llenos de telarañas. Se ve que nunca más vinieron a ver a sus deudos, murieron y los dejaron allí para siempre. Yo nunca había ido, pero un día agarré mi auto y me fui, al cementerio, a mirar, porque me habían dicho que había unos mausoleos raros, de mucho lujo para esta época, y me llamaron mucho la atención. Un testimonio de esta gente, de su paso por Tulumba. Tulumba suena africano, que me parece que hasta hay tambores en ese nombre. Es una voz aparentemente comechingona, que quiere decir ¨agua¨. Yo le pregunté a Atahualpa, -Atahualpa me honró con su amistad- le pregunté qué quería decir, y él me dijo que era una voz negra, que tenía que ver con lo africano, pero pareciera que también es de aquí. 

¿Cuál es tu sentir, tu vínculo con las abuelas del campo argentino que aún están entre nosotros?

Suna:
Como decía Yupanqui: cuando muere un viejo, muere una biblioteca. Es decir que son, de alguna manera, los doctos, tanto los hombres como las mujeres, porque saben, a partir de la cultura de la contemplación, lo que sucede a nivel geográfico, a todo nivel. Yo aprendí de mi abuelo cómo se hacía para sacar agua a ochenta metros de profundidad. Se usaba el balde de noque, que es un balde de cuero. Aprendí como daba vueltas el animal, daba mil vueltas el animal solito, hasta que el dueño lo hacía parar al caballo, o mula, depende. Mi abuelo me enseñó como se hacía un alambrado, es decir, tantos tirones de alambre de fardo, tantos de alambre de púa, cómo se hacían los esquineros, dónde se ponían las tazas, por qué estaban los esquineros, por qué estaban reforzados, por qué tiraban para un lado y para otro. Me enseñó también cómo y cuando iba a caer piedra: cuando había ese cielo plomizo, medio verdoso, era seguro que iba a caer piedra. Decía: ¨mirá, ¿ves?, está medio verdoso, vas a ver que va a caer piedra¨. Y efectivamente...caía piedra. Esta cosa, como te digo, de la cultura de la contemplación, del hombre rural, es lo que a mí siempre me gustó, me gustó saber, me gustó aprender, como de hecho me gusta el campo. Yo me hice esta casa en Tulumba, porque a mí la Naturaleza realmente me puede. Calculá, yo viviendo en Buenos Aires, a dos cuadras del Congreso de la Nación. Tengo un departamento muy hermoso, muy antiguo.  En ese edificio vivió Gardel, en la calle Rincón. De allí iba a Rincón y Rivadavia, al café de Los Angelitos. De manera que siempre supe que me tenía que ir, para trascender como artista, como mujer de la cultura, pero siempre supe también que iba a volver. Ahora, mi relación con las abuelas es esa. Para mí ellas mantienen la memoria y la van traspasando de generación en generación. Ellas saben hacer, por ejemplo, una comida criolla, y van pasándose, de generación en generación, esa sabiduría. Por eso valoro el tema de aquello de lo que generalmente la gente llama ¨los viejos¨, y que yo llamo las chicas y los muchachos de edad prolongada. Yo canté un tiempo para el PAMI, y aprendí muchísimo con ellos, y les decía así: las chicas y muchachos de edad prolongada.






                                                                                                       Nicolás García Sáez