Regresé a la vivienda de Nora. La extraño. Papá vendió el
resto de los muebles. La casa está desocupada, se siente muerta y ha alcanzado
una sonoridad peculiar, cada paso que doy me grita su ausencia. La única
lámpara que queda en pie emana una luz mortecina, por lo que prefiero abrir el
ventanal; afuera el paisaje de otoño muestra los primeros árboles desnudos. Me
siento frente a las cajas que aún guardan los chirimbolos y adornos diversos
que le regalaron a la abuela, pienso en la cantidad de objetos que atesoramos,
a los que a veces nos aferramos y nos sobreviven, ahí están, como queriendo
contarnos alguna anécdota, o tal vez quieran decirnos que nada de esto tiene
sentido, perdemos horas trabajando para comprar cosas mientras dejamos que el
tiempo se escurra y la vida se desvanezca. Paso mis manos por la superficie de
esos cartones polvorientos. Me invaden las ganas de llorar, pero me contengo.
Paseo entre las paredes que alguna vez abrigaron a Nora, siento que su energía
aún se conserva, que me abraza desde lo infinito, desde lo eterno. Me tumbo
boca arriba en el suelo, extiendo los brazos en cruz, cierro los ojos y me
entrego al silencio. Imagino su cuerpo, su particular rostro curtido por el
tiempo y la dulce mirada; lo que fue, y ahora… todo eso… tragado por la tierra.
Dicen que uno decide el momento en el que llega a este mundo.
Me pregunto por qué habré elegido este tiempo tan extraño, cuál es mi propósito
y si es que realmente tengo alguno. Un gran vacío me invade. Llevo en la
mochila, a todas partes, el cuaderno de la abuela, su bitácora. En las últimas
páginas ella escribió una gran cantidad de frases, versículos y extractos de
diferentes filósofos y avatares de la humanidad. Nora leía cuanto texto llegara
a sus manos y de ahí rescataba lo bueno. La abuela parece comunicarse conmigo a
través de sus apuntes. Abro el libro al azar y encuentro la respuesta a mi
pregunta: “Cada cosa tiene su estación y cada propósito su tiempo bajo el
cielo”.
Texto (inédito): Laura Chiavetta
Imagen (inédita): Nicolás García Sáez
Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos