jueves, 19 de octubre de 2023

Moebios / Fragmentos / Adelanto editorial

Nicolás García Sáez

                                 


                                  


Hay un término que Nicolás García Sáez usa con frecuencia y que bien podría aplicarse a su forma de entender el proceso creativo, que es el de sinergia. Cada vez que encara una obra, se trate de una pintura, un dibujo, una canción o un poema, pone en marcha el resto de los saberes aprendidos y practicados, a veces de forma consciente y otras sin advertirlo. Imágenes y palabras se retroalimentan sinérgicamente. La actividad del cronista, el registro de las impresiones, se amalgama con la práctica ligera del dibujo, la mirada curiosa de la fotografía, la intensidad de la pintura, la gestualidad del teatro, el ritmo de la música y la poesía animada del video. De la confluencia de los distintos lenguajes resulta una forma expandida de trabajo, a la vez que concentrada, obsesiva y exploratoria.

Deambular, observar, enfocar y escribir. Hacia adentro o hacia afuera, siempre se trata de andar por el mundo y de tomar nota de las vistas y las sensaciones. Quizás, y como él mismo sugiere en los apuntes sobre la infancia, no sería aventurado suponer que exista alguna conexión entre la actividad como cronista de viajes y el trabajo de canillita, su primera experiencia laboral, que a los 12 años lo llevó a repartir periódicos para un kiosco, entre los vecinos de un área acotada del barrio de Palermo. En esos trayectos iniciales, un primer vagabundeo productivo por la ciudad, hecho de caminar, llevar información, detenerse, observar, enfocar, mapear, de trabajo y juego, podría estar el impulso de todo lo que vino más tarde.

Podría pensarse que hay cierta semejanza entre el acto de dibujar y el deambular. En su modo más libre y espontáneo, la práctica del dibujo encarna un movimiento corporal, un desplazamiento, un tránsito entre un punto y otro sobre la superficie, viajar con la mano por el papel, una exploración del espacio. Dibujar puede ser un poco como deambular, un vagar por el mundo y, también, una travesía introspectiva, impregnada en tinta, el arte de perderse de Rebecca Solnit.

Como casi cualquier niño, a los tres años Nicolás García Sáez dibujaba monigotes, las típicas figuras esquemáticas, de líneas, los hombre palo o stickman, con las que empezamos a delinear las primeras representaciones de personas, y seres vivos en general, en la etapa más temprana de simbolización del mundo. Durante toda su infancia se dedicó con intensidad a hacer trazos con esas figuras. Probó lápices, témperas, acuarelas y crayones. Con el tiempo, los “muñequitos”, como los nombraban en su familia, cobraron volumen y movimiento; se convirtieron en los protagonistas de pequeñas historias y situaciones fantásticas. Formaron ejércitos que combatían en el cielo y en la tierra, desplegados en escenarios  como desiertos, pantanos, selvas y canchas de fútbol, y pasaron a llamarse moebios, como una marca de autor.

El grafismo y los moebios, monocromáticos y coloridos, están en la base de la producción de Nicolás García Sáez, desde los primeros dibujos y pinturas que realizó en la década del noventa y a lo largo de toda su producción.  En los moebios, hay algo de escritura primitiva, el automatismo que recuerda el azar y el fluir de la conciencia surrealista. El paso del garabato al monigote no sólo expresa un progreso en la maduración cognitiva, y un estadio trascendental en la vida de cualquier persona. Con ese primer registro del mundo que habilita el grafismo, comienza a desplegarse la imaginación creadora. El dibujo esquemático aparece así como uno de los primeros recursos a los que se echa mano para entrar en contacto con eso que llamamos realidad, y es, al mismo tiempo, un modo de transferir las imágenes mentales, darle forma a la fantasía y a las emociones, de crear ficciones. Así, en ocasiones, los moebios funcionan como un sistema de notación de estados de ánimo, una forma de registro de las emociones. Y al mismo tiempo, el trabajo meticuloso sobre el detalle y la factura rigurosa de la pintura, hablan de un ejercicio obstinado y laborioso, que nada tiene de irracional.

Sobre fondos abstractos, ¿cielo, tierra, espacio mental?, los moebios se mueven, se inclinan y contorsionan, performatean acciones y estados de ánimo. Con sus figuras gráciles y expresivas, se comunican unos con otros. Como no tienen rostro, sus posturas lo son todo.  Expresan emociones con su gesticulación corporal.

En las pinturas persiste un rasgo común que continuará en las producciones de los primeros años en las sierras cordobesas, desde que se instala en 2008, la combinación de la línea, el dibujo medido y concentrado, y un tratamiento más pictórico, en este caso en los fondos, por el uso de la técnica puntillista, o de otras más espontáneas como la mancha o una pincelada gestual. Esta combinación de procedimiento, en las series de moebios multicolores y en un conjunto de dibujos, más cercanos a la ilustración, que fueron publicados en la revista Living. 

Continuará...   


 

Texto (inédito): Florencia Suárez Guerrini

Moebios: © Nicolás García Sáez

www.nicolasgarciasaez.com

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