Me pregunto, mientras
camino bordeando el cráter del volcán Batea Mahuida, cómo se determinan los
límites entre países en estos paisajes inabarcables, donde la cordillera de Los
Andes se impone, inmensa, majestuosa y caprichosa. El camino de ascenso al mirador
es duro, muy recto y empinado. En el medio, el hito que delimita Argentina de
Chile.
Se llega sin aliento,
por el esfuerzo y por la inmensidad que te abraza fuerte y te lo quita al
llegar. Desde la cima, se ven los lagos Moquehue, el volcán Lanin y la pre
cordillera neuquina del lado argentino, además de los lagos Icalma y Lonquimay,
en Chile. El paisaje es sobrecogedor.
Chile está tan cerca y
yo muero por un kuchen de frutos rojos. Son las tres de la tarde y el sol en
estas latitudes te abraza hasta tarde, unas pocas curvas más y estamos.
Los recuerdos de otras
épocas están en cada bocado. La tarde cae y el sol nos avisa que es hora de
volver, poniendo un límite a esta hermosa aventura.
Texto e imagen
(inéditos): María Paz German
Especial para Los
Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos