La abundancia, ese ideal dorado de progreso y bienestar, encierra una oscura verdad: es la matriz de la negligencia en todas sus manifestaciones. No se trata de la escasez, que nos paraliza o reactiva, sino del exceso de estupidez, la saturación que adormece la voluntad y esteriliza la inventiva. Sociológicamente, hemos mutado la prosperidad en una gigantesca y utópica zona de confort planetaria, que funciona como un sedante colectivo.
La ilusión sombría de
querer tenerlo todo crea una burbuja corrupta de inmunidad, que anula la
empatía y la ecuanimidad. Pobres seres, miserables, carentes de verdad.
Innovar no es comprar
soluciones o, simplemente, ignorar los problemas. La abundancia de recursos
para unos pocos, se traduce en la negligencia estructural hacia las necesidades
básicas de la mayoría. Y no se trata de comunismo, sino de sentido común.
La abundancia de
opciones y comodidades —desde la sobreoferta hasta el binge-watching de
contenido digital— promueve la negligencia personal y cívica. El acceso
ilimitado a lo superfluo, desvía la energía de lo esencial. Se sustituye el
compromiso con la acción, por el consumo y la pasividad, de ahí al agujero
negro del abismo, hay un paso. Hay tanta "información", que se
desatiende el conocimiento; tanto "alimento", que se olvida la
nutrición; tanta "conectividad", que se pierde la conexión humana
genuina.
Quizás, donde la sombra de la abundancia es más palpable, es en la escala ecológica. La negligencia ambiental es hija directa del principio de la sobreproducción y el descarte. La abundancia de materiales, la facilidad para reemplazarlos (obsolescencia programada), y la ilusión de un planeta con recursos infinitos, han instaurado un modelo donde el despilfarro no es un error, sino el motor del “crecimiento” económico. Sin código, sin nobleza, la basura se convierte en el monumento a nuestra era de abundancia negligente.
La verdadera amenaza
para la sostenibilidad y el progreso no es la falta de recursos o inteligencia,
sino la saturación que genera la ceguera social, la pereza de la conciencia.
Hemos llegado a un punto de la curva social donde la abundancia ya no es una
meta, sino el obstáculo más formidable para la evolución responsable.
Iluminarse, haciendo la
parte.
Texto y foto
(inéditos): Ruth Moratilla Sanz
Especial para el taller de escritura espontánea y cronometrada (15 minutos) y para el taller de edición
Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos
