martes, 15 de febrero de 2022

Manso

¿Por qué nos cuesta tanto detenernos entre el tiempo? Hay cierto auge, una explosión interna, casi global y tibia (es un halago) hacia diferentes meandros y matices y flujos en continuado que nos están llevando, muy poco a poco, a esa práctica milenaria, oriental y maravillosa que es la meditación y afines. Allí, en ese resquicio pausado que cada tanto puede alumbrarse o iluminarse con la serenidad de un caracol asomando sus antenas luego de una tempestad, cualquiera puede zambullirse tan gratuitamente por sus aguas caudalosas y así poder vislumbrar (en medio de ese nirvanita fugaz que amerita la práctica) un sinfín de preguntas, dudas, ínfimas revelaciones y sugerencias del momento que pueden ir (depende de cada personalidad, estado de ánimo e incluso lugar geográfico) desde interrogantes del tipo: ¿qué tan vegetariano soy? ¿qué tanto más podría serlo? ¿ cómo estoy y estamos siendo mis seres queridos y yo? Y luego torcer cierto rumbo en ese devenir para acariciar la fortuna de estar, de ser, de poder escuchar y ser escuchados. Somos un puntito en el firmamento inconmensurable del tiempo, ¿para qué perderlo en estupideces? ¿para qué escuchar la perorata embustera de un político sombrío? ¿para qué sentir que somos superiores al asno, al loro, la lora, la vaca, el cabrito? ¿para qué observarnos tanto el ombligo pensando que nuestra pelusa es más valiosa que la epifanía más contundente de Ulises?

¨Aquí y ahora¨ es uno de los mantras más poderosos de esta posmodernidad turbulenta. Más allá de su frivolización y vedettización constante, en esa sentencia aquerenciada al momento, -detenido, tranquilo, sereno-,  radica el quid de casi Todo. Aquí y ahora me detengo y me veo, te recuerdo, te escucho, intento comprenderte. No es poca cosa compartir este mismo puntito que nos identifica en el Universo, acariciar el cosmos con el brote de nuestros deseos, aterrizar en ese horizonte que ha sido conquistado para luego plantar la semilla del roble. Cada cual estimará su poder y su fuerza, pero, al fin y al cabo… ¿es importante? ¿para qué pelearnos? Para reafirmar el vínculo, podrá decir algún o alguna distraído/a, muy atento/a, por cierto, consciente o inconscientemente, a esa parte de un binomio que nos pertenece a todos. Somos materia y energía, ni más ni menos, y en ese pequeño e infinito compendio (¿oxímoron?) la misma energía sobresale a la hora de calcular , subestimar, sobredimensionar la frecuencia vibratoria del otro/a. ¿Para qué pelearnos si estamos deambulando y naufragando, todos juntos, todas juntas,  en ese puntito tan cómodo e incómodo del firmamento universal?

El verano, las vacaciones, oh, dulce deleite de las musas que acuden raudas a las mieles del poeta, pero…¿y si las vacaciones consisten, otra vez, en trabajar? Bienvenido, sea dicho, aquel regalo del mismo tiempo que nos contiene y dispersa, que nos confunde y reafirma, que también nos une. A trabajar, a quitarle a ese verbo cierta carga densa y deprimente que ya no merece. Siempre, claro, que hablemos desde la dignidad, sabiendo que continúa habiendo explotadores y explotados: es tan sencillo como ponerse a estudiar la historia de los impuestos, la Súper Población de la India, la historia de la radiofonía (volvemos a esa perla sagrada que es el ítem de la ¨energía), cualquier letra de casi cualquier rap cantado por esos juglares electrificados que enarbolan cierto inconsciente colectivo de la reivindicación y la protesta bien hecha, aquella arenga que en lugar de la katana te invita a tomar tu pluma, te lleva a plantar un árbol, a tener un hijo, a cuidar a un gato, a un perro, a enseñarle que los ladridos molestan y que el silencio también es ajeno.

En cuestión de minutos un atardecer con murmullos naranjas y tenues turquesas que acarician añiles se apaga ( o se enciende, dirá quien comprenda a los duendes gestálticos) y la metamorfosis (alejada de la Kafkiana) es, sin metáfora, en cámara lenta, Aunque no es tan acertado apartarse de ella. La metáfora está revoloteando en la sutileza más absoluta,  allí y ahora, ahí y aquí radica el quid de este obsequio remoto, presente y futuro que es el tiempo.

 

Video y texto (inéditos): Nicolás García Sáez

Especial para Los Verdes Paralelos y Los Verdes Platónicos