¿Por qué nos cuesta
tanto detenernos entre el tiempo? Hay cierto auge, una
explosión interna, casi global y tibia (es un halago) hacia diferentes meandros y matices y
flujos en continuado que nos están llevando, muy poco a poco, a esa práctica milenaria, oriental y maravillosa que es la meditación y afines. Allí, en ese resquicio pausado que
cada tanto puede alumbrarse o iluminarse con la serenidad de un caracol
asomando sus antenas luego de una tempestad, cualquiera puede zambullirse tan
gratuitamente por sus aguas caudalosas y así poder vislumbrar (en medio de ese
nirvanita fugaz que amerita la práctica) un sinfín de preguntas, dudas, ínfimas
revelaciones y sugerencias del momento que pueden ir (depende de cada
personalidad, estado de ánimo e incluso lugar geográfico) desde interrogantes
del tipo: ¿qué tan vegetariano soy? ¿qué tanto más podría serlo? ¿ cómo estoy y
estamos siendo mis seres queridos y yo? Y luego torcer cierto rumbo en ese
devenir para acariciar la fortuna de estar, de ser, de poder escuchar y ser
escuchados. Somos un puntito en el firmamento inconmensurable del tiempo, ¿para
qué perderlo en estupideces? ¿para qué escuchar la perorata embustera de un político sombrío? ¿para
qué sentir que somos superiores al asno, al loro, la lora, la vaca, el cabrito? ¿para qué
observarnos tanto el ombligo pensando que nuestra pelusa es más valiosa que la
epifanía más contundente de Ulises?
¨Aquí y ahora¨ es uno
de los mantras más poderosos de esta posmodernidad turbulenta. Más allá de su
frivolización y vedettización constante, en esa sentencia aquerenciada al
momento, -detenido, tranquilo, sereno-, radica el quid de casi Todo. Aquí y ahora me
detengo y me veo, te recuerdo, te escucho, intento comprenderte. No es poca
cosa compartir este mismo puntito que nos identifica en el Universo, acariciar
el cosmos con el brote de nuestros deseos, aterrizar en ese horizonte que ha
sido conquistado para luego plantar la semilla del roble. Cada cual estimará
su poder y su fuerza, pero, al fin y al cabo… ¿es importante? ¿para qué
pelearnos? Para reafirmar el vínculo, podrá decir algún o alguna distraído/a,
muy atento/a, por cierto, consciente o inconscientemente, a esa parte de un binomio que nos pertenece a todos. Somos materia y energía, ni más ni menos, y
en ese pequeño e infinito compendio (¿oxímoron?) la misma energía sobresale a la hora
de calcular , subestimar, sobredimensionar la frecuencia vibratoria del otro/a. ¿Para qué
pelearnos si estamos deambulando y naufragando, todos juntos, todas juntas, en ese puntito tan cómodo e incómodo
del firmamento universal?
El verano, las
vacaciones, oh, dulce deleite de las musas que acuden raudas a las mieles del
poeta, pero…¿y si las vacaciones consisten, otra vez, en trabajar? Bienvenido,
sea dicho, aquel regalo del mismo tiempo que nos contiene y dispersa, que nos confunde
y reafirma, que también nos une. A trabajar, a quitarle a ese verbo cierta
carga densa y deprimente que ya no merece. Siempre, claro, que hablemos desde
la dignidad, sabiendo que continúa habiendo explotadores y explotados: es tan
sencillo como ponerse a estudiar la historia de los impuestos, la Súper Población
de la India, la historia de la radiofonía (volvemos a esa perla sagrada que es
el ítem de la ¨energía), cualquier letra de casi cualquier rap cantado por esos
juglares electrificados que enarbolan cierto inconsciente colectivo de la
reivindicación y la protesta bien hecha, aquella arenga que en lugar de la
katana te invita a tomar tu pluma, te lleva a plantar un árbol, a tener un
hijo, a cuidar a un gato, a un perro, a enseñarle que los ladridos molestan y
que el silencio también es ajeno.
En cuestión de minutos
un atardecer con murmullos naranjas y tenues turquesas que acarician añiles se
apaga ( o se enciende, dirá quien comprenda a los duendes gestálticos) y la metamorfosis
(alejada de la Kafkiana) es, sin metáfora, en cámara lenta, Aunque no es tan
acertado apartarse de ella. La metáfora está revoloteando en la sutileza más
absoluta, allí y ahora, ahí y aquí radica el quid de este obsequio remoto, presente y futuro que es el tiempo.
Video y texto (inéditos): Nicolás
García Sáez
Especial para Los
Verdes Paralelos y Los Verdes Platónicos