domingo, 17 de septiembre de 2023

Un crespón y el viento / Fragmentos / Adelanto editorial

Nicolás García Sáez

*Todo comenzó mientras se hundía el submarino. No, me equivoco, todo comenzó con el viento.

*Al crespón también se lo conoce como árbol de Júpiter. Canta con el sol, un poco menos con la lluvia. Su tronco es suave, aterciopelado. Sus flores tienen seis pétalos y los colores de sus copas suelen ser blancos, lilas, rosas, magentas o malvas

*Al otro día, luego de una lluvia intensa, caminé sobre la tierra húmeda. Me sentí como un astronauta despistado mientras los pájaros zumbaban alrededor

*Una mañana me dediqué, durante largos momentos, a contemplar a una vaquita de San Antonio. Caminaba sobre mi piel. Me concentré en sus colores (con predomino del naranja), en la sensación que me provocaban las cosquillas ínfimas de sus patitas. Me hubiese gustado abrazarla, pero ella me conformó pronosticando un futuro cercano y mejor

*Junté tazas viejas de porcelana y me acordé del conejo blanco, el de Alicia. Pinté macetas húmedas y huecas. Apilé leña bajo el laurel. Allí mismo, en el jardín secreto, quise revivir un nogal. No lo logré, pero pinté un muñequito azul saltando sobre un ladrillo. Mi ánimo se reconquistó. Dejé de tener esa sensación de astronauta hundiéndose en el fango. Y entonces recuperé mi velocidad.

*Fui a meditar entre las rocas y el río. Allí escuché el viento, leí, compuse canciones con el ukelele que no sé tocar.

*Luego de eso estuve inmerso en una extrañeza serena, diáfana. El cielo se tiñó de lilas, el sabor del arroz se acentuó, los eucaliptos flotaron.

*El río Quilpo tenía un caudal de agua magnífico. Un céfiro, hijo del viento, se detuvo para seguir su camino. Un sol deslumbrante subrayaba el mediodía. Se podía nadar. Me arrojé al agua, floté, extendí mis brazos y piernas, los sincronicé y volé a la otra orilla

 

UN CRESPÓN Y EL VIENTO / NICOLÁS GARCÍA SÁEZ / EA EDICIONES / COLECCIÓN PEQUEÑA OLA / MENDOZA