Girondo lo asociaba al vuelo, a la
transgresión, a ese festival donde se han entrelazado en pleno
apogeo las miradas y las palabras. Pero puede deambular desembarcando en nombres, llantos,
abrazos interminables, dudas o en el trino de los
pájaros que avisan de incendios cercanos que anidan el fuego sin tenerlo.
También hay que decir que se tensiona cuando
observa a algunos que pasean taciturnos, queriendo parecerse en todo,
desatendiendo la individualidad para enfrentar a los mismos contrarios,
haciendo invisibles sus desemejanzas
,que no es lo mismo que desasociar sus deseos.
El amor es difícil de definir, acaso lo más sencillo es reconocerlo en
el brillo de las retinas, que no tienen la saña de mentir, aunque para declararse seguramente no necesita de un
rival, o de un espejo, ni depende de la presencia de un enemigo. Su única antagonista
es la actitud que puede asumir alguno de los enamorados, queriendo imponer su
mundo, sus criterios al otro, sin sostener la diferencia, algo que puede llevar
a su final.
La relación amorosa con sus insólitos
también circula por los sufrimientos, los imposibles, los avatares del encuentro
con lo distinto y conserva, aunque a veces lo asocien, una clara divergencia con el hecho político, donde masas
dóciles que aparentar estar enceguecidas buscan la fraternidad orientada hacia
un mismo fin, igual que en el terreno religioso se sigue a grandes guías o
gurúes y lo subjetivo pierde Libertad por devoción, demostrando un apego empecinado,
que al fin de cuentas no es más que pura veneración.
En el amor se confía en la diferencia, en lugar de ponerla en sospecha. En
política se desconfía de la discrepancia,
todo sea por conservar la ¨identidad¨. En el enamoramiento hay fascinación hacia
quien se ama, en política se mantiene viva la ceguera y deviene en el culto de
los fieles empecinados hacia sus dirigentes.
En el caso de la política partidaria, cuando alcanza el
poder, se traslada del “amor” de las muchedumbres a la burocratización, porque
su finalidad es acceder al control del aparato estatal, algo que no sucede o no
suele suceder en asociaciones, organizaciones barriales y colectivos
independientes cuyo fin es lograr mayores niveles de visualización de sus problemáticas
e igualdad, participación comunitaria horizontal.
La cuarentena puede pensarse como una prueba para ir viendo
como las masas se someten: whatsapp,
computadoras encendidas durante todo el día, internet como vía de intercambio
social, todos nuevos medios para cancelar el humano deseo de la comunicación
próxima, mediada por la presencia. Falta, claro, el repaso visual de los gestos o la percepción nítida de las inflexiones de voz que se dan cuando
estamos empapados por la cercanía.
Así, se trastoca todo con la frialdad de lo virtual, se vuelve instrumento de comercialización. Cualquier
tipo de relación comunicacional es
captada para generar consumo, de cada perfil se suponen gustos, intereses que
serán monitoreados para guiarlos hacia próximas ventas. Casi una trampa por la
que hay que sentirse feliz, como pasa con el aislamiento obligatorio, que no
termina de generar conciencia sobre qué lo provocó, ni acciones concretas,
sólo necesidad de que suceda rápido. Al principio era el miedo, el
desconcierto, hoy es la avidez por escapar de las imposibilidades del encierro.
Nuestros gobernantes no utilizan
este aislamiento impuesto por ellos para educar sobre el desordenado uso que hacemos de la Naturaleza, ni
militan por un cambio, en un futuro cercano, luego de la epidemia, para
gestionar nuevas formas de producir, de vivir, de alimentarnos sanamente,
hacen, más bien, todo lo contrario mientras la discusión gira unilateralmente
hacia el covid 19.
Se puede orientar la opinión pública
de diferentes maneras, pero actualmente hay fuentes unidireccionales y precisas de aturdimiento
social y son las nuevas formas comunicacionales, que aparentemente ningún
funcionario discute, a menos que se vea
afectado, porque no importa si se precarizan con esto los vínculos humanos o si
predominan las relaciones sin profundidad ni compromiso. Los sentimientos
fluyen como el agua de un río, van y vienen…en la pecera virtual. Y con esa
liviandad todos permanecen entretenidos. Mientras tanto, a pasos agigantados el
poder político y económico cada día vigila, inspecciona y controla mejor.
Lo paradójico, en medio de tanta
información, es que podemos quedar prendidos a los monólogos que nos van
llevando a escuchar un “discurso insuperable”, el cual, si objetamos, nos
vuelve antagónicos de cara contraria al rebaño obediente y soñoliento, disidentes hacia
la ceguera convencida y convenida, aunque ese antagonismo y esa disidencia
predique la Libertad y promueva altísimos, honestos y nobles valores, puntos de vista abiertos, fructíferos,
inclusivos y tolerantes.
Es muy usual
la agresividad frente a pensamientos disimiles, como si imponer a la fuerza los argumentos arcaicos fuese
un acto de reivindicación. Generalmente las discusiones fanáticas no son
presenciales, son ciberpeleas, hay un
intento destructivo del adversario, una búsqueda de placer muy efímero del que
obedece a rajatabla las premisas oficiales, victorias de cotillón que nunca marcan el
rumbo. En ese laberinto se pierde el sentido y los aportes de nuevos
pensamientos. Sólo aparecen intentos de sostener los razonamientos avejentados,
las repeticiones llenas de descrédito al disidente.
Adherir a cualquier postura
política es una decisión personal, acompañada de una técnica de convencimiento,
por lo general sostenida en lo material. Te doy, me votás. La acción colectiva y comunitaria, en
cambio, no suele organizarse bajo los efectos del odio. Allí no se aprecia la alteridad, ni la frontera de lo que es desemejante, lo que aparece es un fenómeno vinculado
a la solidaridad y una idea bastante precisa de lo que es la Humanidad, muy lejos
de geopolíticas internacionales montadas para la esclavitud y los beneficios de
la acumulación de riquezas para ciertos grupos, dentro de los que se encuentra
la clase política
Al igual que las creencias populares que unifican, los
fanatismos se perpetúan si quienes los alimentan encienden como indudables sus
lemas, sus defensas, sus imaginarios atemporales que no son contrarrestados con
el presente. Esto es favorable para los dirigentes
que se muestran aportando un cúmulo homogéneo de puntos de vista repetitivos
que llegan fácilmente a razonamientos que tienden a la comodidad, logrando de
esta manera una gran identificación y un alto número de simpatizantes que se sienten
representados por frases hechas.
Trabajar por la prosperidad compartida y
bienaventuranza de la mayoría no sólo es tratar de mostrar una solución a las
necesidades laborales, económicas, sino también
culturales, arista que va unida a las anteriores, ya que crecer en el Universo
Creativo es poblar de mayores significantes
al mundo y eso va ligado al libre pensamiento. Mirar críticamente es poder llegar hasta donde los fanatismos no pueden ver, porque ellos neutralizan los interrogantes. Por eso es
necesario asumir los riesgos de encontrar fallas en cualquier argumento,
siempre, incluso en los propios, porque no hay una única forma de mirar, verdad
de Perogrullo, más bien hay múltiples
percepciones.
En el amor, en la política, en las relaciones de
reciprocidad se trata de anudar y vincular modos de pensar diversos, creando
espacios para el intercambio respetuoso, para razonar más allá de la unicidad
sin entresijos, de la admiración desproporcionada, de la abnegación, de la aceptación
sin exigencia. Por eso, en la esfera social, lo ideal no es ser condescendiente
sino participar con ojo crítico, de manera que la legitimidad hacia nuestros
gobernantes se de en base a un miramiento amplio y analítico.
Hay algunos mitos sobre el amor donde aflora la entrega
absoluta por el otro, incluso hasta perder la vida, uno de los actos más
irracionales que se pueden concretar. Lo mismo sucede algunas veces con los
grandes líderes, por lo que se cree que es preciso entregar todo, sin notar
(otra verdad de Perogrullo) que ellos son tan humanos como nosotros y la mayor
parte de las veces mucho más defectuosos. Además, que alguien sea tan eterno y constante
en sus formas de interpretar la realidad, mientras pasan los años y cambia todo,
denota lo poco meritorio que trasluce esa quietud en los pensamientos.
Quizás si
fuésemos más pacientes e indulgentes con lo diferente a nosotros, que no
implica tolerar todo, nos salvaríamos de muchos enfrentamientos y podríamos
gestionar con mejores logros lo que precisamos o merecemos. Como Herman Hesse, deberíamos
escuchar a la Naturaleza, a los árboles, centrarnos en su falta de apuro, así la
rapidez de nuestras respuestas podrían no estar tan pendientes del tiempo y
alcanzaríamos la profundidad del silencio, de la espera reflexiva que no se acelera
por predicar doctrinas o recetas mohosas, sino que se detiene para encontrar los
detalles más ínfimos y luminosos de la vida.
Olga
Barzola
Especial para Los Verdes Paralelos y Los Verdes
Platónicos
Ilustración: Marina Pérez // www.marinaperez.com.ar