Algunos corajudos, desobedeciendo en las trincheras de la
imaginación y a costa de perderlo todo, porque todo ya se ha perdido, se
detienen. Sin dejar de alucinar otras
huellas casi invisibles que se desvanecen hasta desaparecer, se aferran a ellas, exhaustos siguen y, bajo la
bruma espesa que dilata sus pupilas, arde la comedia invernal.
Otros se obnubilan en el brillo de la nueva marca que
restituye la señal a seguir, el miedo paralizante los vuelve al trayecto bien
delineado, las huellas de los que lo transitaron una y otra vez, en versión
cristalizada de incondicional adhesión, ahora son la guía obligada. Con el poder afianzado en su dominio, imparten con
arbitrariedad desmedida y con ciega insistencia la única opción, sugerir otra resulta inmoral
en estos tiempos, conduce a una muerte segura En épocas imprecisas la ecuación es sin
márgenes. En la inmediatez no hay tregua y lo absoluto, sobre su doble vertiente
de seguridad y desasosiego, conforma la más hipnótica y eficaz herramienta
moral que puede imponerse siempre como
única y verdadera.
En la aspereza del
dolor marginal se da el combate más violento, el territorio está marcado y bajo
las apuestas de un poderoso y único guion que carga el concepto de lo solidario
e insiste en haber incorporado las diferencias, la pluralidad de voces - que
pugnan por contrastar - quedan silenciadas en el umbral inestable de la
intolerancia.
Lo que se supone que es
mejor para todos ya está patentado, por eso
se impone, no se confronta cuando la orden ha sido autorizada. Aunque la obviedad de la sutil demagogia dictamina que ya no alcanza, se
despliega poco convincente sobre una realidad sombría y compleja. Se obedece
igual, la sombra de lo temible que acecha no concede distracciones errantes.
Afuera, el invierno, morada de muchos, arremete implacable, no hay abrigo que
pueda alcanzar, sucede cada año, hace años, abanico helado de la muestra urbana
que aún no se llegó a esconder.
En lo más liminal del
camino las cosas no quedan aquietadas,
se van sucediendo como el ruido del tren, que aturde cuando se aproxima a la
vista de todos, para luego desaparecer, como un espejismo que anida alguna ilusión.
Las conexiones más nobles que nos unen, despojadas de
cualquier linaje, son esencias imperfectas que, en el espacio de la pesarosa
soledad, se juegan entre la vitalidad y el abismo. Todo va mutando en el azar
artesanal de los acontecimientos. El pavor, en su contrapartida paralizante,
irrumpe. La liturgia estática de los días se incomoda en su aletargado
camuflaje, se escurre buscando un nuevo
prisma.
El frío se abriga en
la morada del lenguaje, con sus gérmenes inexplorados del universo, plausible a las travesías más intensas y
arriesgadas. Imperan y esperan otras
posibilidades simultaneas y en caída libre. Entre el vértigo de lo más ambiguo
y disyuntivo hay mundos desnudos y acallados.
Silvia
Chaher
,
Especial para Los Verdes Paralelos y Los Verdes Platónicos
Pintura: Marina Pérez // www.marinaperez.com.ar