martes, 28 de julio de 2020

La morada del frío


Algunos corajudos, desobedeciendo en las trincheras de la imaginación y a costa de perderlo todo, porque todo ya se ha perdido, se detienen. Sin dejar de alucinar otras huellas casi invisibles que se desvanecen  hasta desaparecer, se aferran a ellas, exhaustos siguen y, bajo la bruma espesa que dilata sus pupilas, arde la comedia invernal.

 Otros se obnubilan en el brillo de la nueva marca que restituye la señal a seguir, el miedo paralizante los vuelve al trayecto bien delineado, las huellas de los que lo transitaron una y otra vez, en versión cristalizada de incondicional adhesión, ahora son la guía obligada. Con el poder afianzado en su dominio, imparten con arbitrariedad desmedida y con ciega insistencia la única opción, sugerir otra resulta inmoral en estos tiempos, conduce a una muerte segura  En épocas imprecisas la ecuación es sin márgenes. En la inmediatez no hay tregua y lo absoluto, sobre su doble vertiente de seguridad y desasosiego, conforma la más hipnótica y eficaz herramienta moral que puede imponerse siempre como única y verdadera.

 En la aspereza del dolor marginal se da el combate más violento, el territorio está marcado y bajo las apuestas de un poderoso y único guion que carga el concepto de lo solidario e insiste en haber incorporado las diferencias, la pluralidad de voces - que pugnan por contrastar -  quedan silenciadas en el umbral inestable de la intolerancia.

 Lo que se supone que es mejor para todos ya está patentado,  por eso se  impone,  no se confronta cuando la orden ha sido autorizada. Aunque la obviedad de la sutil demagogia dictamina que ya no alcanza, se despliega poco convincente sobre una realidad sombría y compleja. Se obedece igual, la sombra de lo temible que acecha no concede distracciones errantes. Afuera, el invierno, morada de muchos, arremete implacable, no hay abrigo que pueda alcanzar, sucede cada año, hace años, abanico helado de la muestra urbana que aún no se llegó a esconder.

 En lo más liminal del camino las cosas no quedan  aquietadas, se van sucediendo como el ruido del tren, que aturde cuando se aproxima a la vista de todos, para luego desaparecer, como un espejismo que anida alguna ilusión.

Las conexiones más nobles que nos unen, despojadas de cualquier linaje, son esencias imperfectas que, en el espacio de la pesarosa soledad, se juegan entre la vitalidad y el abismo. Todo va mutando en el azar artesanal de los acontecimientos. El pavor, en su contrapartida paralizante, irrumpe. La liturgia estática de los días se incomoda en su aletargado camuflaje, se escurre  buscando un nuevo prisma.

El frío se abriga en la morada del lenguaje, con sus gérmenes inexplorados del universo,  plausible a las travesías más intensas y arriesgadas. Imperan y esperan otras posibilidades simultaneas y en caída libre. Entre el vértigo de lo más ambiguo y disyuntivo hay mundos desnudos y acallados.
                                                                                                
                                                                                                               Silvia Chaher    
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Especial para Los Verdes Paralelos y Los Verdes Platónicos

Pintura: Marina Pérez // www.marinaperez.com.ar