domingo, 10 de enero de 2021

Boquitas despintadas / Breve crónica de un abandono

                                                                                                
  Te puede resultar atractivo, o no tanto, ir a recorrer en plena temporada confusa y estival las entrañas gigantescas y lúgubres de un caserón abandonado. Te puede atraer, o no, dedicar buena parte de una tarde calurosa a seguir explorando y descubriendo el vigoroso e infinito Valle de Punilla cordobés. Bajo la mirada de un cielo añil, magnífico, apenas salpicado por nubes níveas, siempre efímeras, a nosotros nos pareció un buen plan, casi espontáneo, este de palpar la incertidumbre del pasado, el de percibir fantasmas concretos, el de sentir la presencia fusca de aquellos seres un poco más difusos, esos que se pierden entre la leyenda y la melancolía extraña de un pretérito apenas remoto, momentos teñidos de sepia, desdibujados, que se evaporaron o dejaron paso a su traducción descascarada en las paredes con graffitis, en los pisos de madera polvorientos, en algún mueble olvidado que zafó del hurto y de los vándalos, en los mármoles de las escaleras que no crujen cuando nos avecinamos a descubrir los primeros velos de este magnífico palacio alzado sobre los cimientos de una arquitectura sólida, impecable.

Las coordenadas básicas ya fueron dadas. El que busca, encuentra. Agregar, además, que allí miles de enfermos sanaron sus pulmones, luego sus mentes, no al modo que propone la new age actual por medio del pensamiento cómodo y ¨mágico¨, sino con disciplinas de aire puro, descanso prolongado, clima idóneo y sol diáfano, el Astro Rey que aún no comulgaba con los destrozos del calentamiento humano y global. En el medio, la burocracia. Las densas gestiones de los mismos de siempre. Y luego, allí, la película homónima, inmortalizada, adaptada del libro febril que nos regaló el barroco egregio de Villegas. Al ver escenas de la obra de Torre Nilsson (año 1974, luego de 25 maravillosas películas ya filmadas por su director inquietísimo, y bien transitado el apogeo del Technicolor, curtido en medio de la austeridad de la Nouvelle Vague, que propone y a la que acude su creador, lector incansable de buena Literatura, que luego remite, por época y convicción, a ese sonido característico de pariente un poco lejano, con ecos sombríos, distantes) hay algo que acaricia los pasos recientes, una estela de aquella película de pleitesía costumbrista que recorre los rincones oscuros apenas explorados, aquellas habitaciones cuyas puertas fueron abiertas hasta que un chirrido indica que hasta allí es posible acceder. Luego, la imaginación…

La atmósfera nos envuelve con su encierro despejado, si, un oxímoron, pero es lo que allí se condensa, se detiene, retiene, máxime teniendo en cuenta que en gran parte del interior los vidrios de las ventanas fueron destrozados por el lúdico apedreo. Aquello que más de cien años después de inaugurado sigue siendo, pero también se escapa de las manos para nunca más volver a ser, mientras sigue existiendo, sin ánimos aquí, claro, de hacer apología de lo lacaniano. Allí funcionó, además, un centro de detención clandestina durante la dictadura milica y luego, hasta el día de hoy, un barco inmóvil a merced de su deriva.

Por las noches dicen que se hacen esas cosas que te dan escalofríos, mejor ni acercarse. También dicen que se escuchan voces, gritos, puertas y ventanas que se abren y se cierran y vuelven a abrirse…cuando no hay nadie adentro, ni siquiera el viento. Nunca faltará el que se tiente y quiera hacer algunas escenas obvias para alguna peli que te hubiese presentado hace siglos Nathán Pinzón. ¿Y si Ricky Martin, ponele, o alguno de esos, se encapricha y se desplaza hasta allí, hasta aquí, para filmar un videoclip ¨excéntrico¨ con coreografía zombie? Ojalá no se lo permitan. No solo porque ya lo estaría clonando a Michael Jackson, sino porque el aura de encanto siniestro (¿otro oxímoron?) ya perdería todo su embeleso. No tengo nada en contra de Ricky, pero hay sitios que desean permanecer así, sin necesidad de intervención, ni de especulación humana, como el Titanic, que no pudo ni quiso despegarse de su plácido descanso en el fondo eterno del mar, como este monumento, colosal y abandonado, que no quiere que el tiempo pase, porque ya pasó, y ahora se suspende en un continuo presente de aire puro, saludable y serrano.

 

Texto y fotos: Nicolás García Sáez

Inédito / Especial para Los Verdes Paralelos y Los Verdes Platónicos