Es hora de hacernos amigos, amigas, de la amada oscuridad, de lo oculto, de lo que se encuentra, no en lo que conocemos o nos han enseñado a
repetir, sino en los parámetros de medición de la energía, que es muy concreta: frecuencia, vibración y resonancia. Así, se podrá apreciar el
corazón de las cosas, en todo, dar sentido, trascendencia, ese estar
presente como fuente y pozo, el más profundo del poder
creativo que reside en nosotros.
El cambio, no para fingir que todo está bien y rellenar sentimientos,
sino para girar la rueda y enfrentar el monstruo externo, pero en especial el interno. Eso que arde
adentro no es un accidente, es nuestro aliado, es hora de ver aquello que se
prefería no ver, hora de salir del escondite, con nuestras notables
imperfecciones, defectos y errores, sentir el alivio, retumbe y
derrumbe de la evitación, distracción, evasión y, rendidos, dejar de mirar
hacia otro lado.
Puede que nuestra “inteligencia” no nos libre de nada, que el impulso
más rápido no acelere ningún proceso, o frene las mareas, los sismos o cualquier
tipo de catástrofes, pero es necesario dejar de huir del miedo. Es momento de
hacernos el tiempo para recibir los regalos de nuestra Madre Tierra: Gaia. Es
hora de celebrar el gran privilegio de estar encarnados en un cuerpo, de
recobrar nuestros corazones vueltos hielo y abrirnos a lo que simplemente es.
El Arte, de dar y recibir desde esta intimidad, que es más colectiva que
nunca y más humana también. Allí se encuentran los torrentes que van poco a
poco, paso a paso, limpiando el dolor, insondables angustias, tanto malestar. Gentileza
con nosotros mismos para movernos hacia nuestros cuerpos, para ahondar en las sombras
propias y dejar de despilfarrar energía queriendo jugar el juego de otros. Practicar, de este modo, el sano desapego del
drama mundial para dar forma a una nueva realidad y llevar la
imaginación y sentido de juego a quienes nos rodean. Activar diariamente nuestro
derecho a existir.
Hay abundantes evidencias para entender este momento histórico tan
especial, de transacción, en el que somos todos actores principales que se irán
manifestando al modo “rayo” que caracteriza a Acuario y su regente Urano. Podría decirse que en esta gran
mutación, en este momento de nuevas y mejores bases y estructuras, hay una idea
que debe desmenuzarse para soslayar el lenguaje lineal, literal y, sobre todo,
entender que, más allá de que Acuario sea el signo del futuro, estamos en un
proceso de recordar más que de seguir asimilando cosas sin sentido o con
expectativas puestas a largo plazo. Está bastante claro que nuestros antiguos
antepasados, esos adelantados a la época, esos que miraban el cielo, que hacían
ceremonias, que bendecían el día y agradecían la noche eran, casi paradójicamente, muy conscientes de esto y es también
paradójico que muchos de nosotros, los humanos modernos, lo hayamos olvidado.
Texto (inédito): Natalia Martyn
Imagen (inédita): Analía Saharrea
Especial para Los Verdes Paralelos y Los Verdes Platónicos