viernes, 11 de noviembre de 2022

Educación para la Paz

Concebidos bajo una cultura desordenada, según la mirada sistémica de los resultados que genera, fuimos tomando como natural lo que no es,  como válido aquello que, siendo común denominador, gobierna la regla. Tomamos como normal lo que le pasa a la mayoría, sin analizar el fenómeno social, ya que se repite y se multiplica.

 Si algo excede el ámbito de la pareja, excede el ámbito familiar, se instala en lo colectivo manifestando un fenómeno que no es natural. Algo nos está sucediendo,  la consecuencia misma habla  al servicio del valor (o su polo opuesto) que la alimenta,  dejándonos  famélicos de amor. Algo está sucediendo cuando tanto se cita,  se manipula en su nombre pero carece de sus efectos, algo  está manipulando las costumbres, los usos y las maneras de poder ver.

 El hecho de que en los planes de los intereses de la “educación” no se encuentre el desarrollo del ser, en sus capacidades naturales (no las inducidas y direccionadas) es un lineamiento del que, aún  como colectivo, no nos hemos podido desligar. Llegamos a la adultez sin saber realmente como conectar con nuestras emociones, reconocerlas, observarlas, asumirlas, gestionarlas.  Es tan grande la racionalización (mixtura de residuos históricos, analíticos, filosóficos, políticos, religiosos, etcétera) que quedamos casi siempre atrapados en lógicas argumentativas, en lugar de bajar a la observación de campo, para ver donde estamos parados y cual es nuestra actitud. Un niño puede distinguir entre una persona triste y una feliz. Nosotros, como adultos, explicaremos, fundamentaremos, negaremos, pero seguiremos sosteniendo una manera de ser y actuar que, claramente, no nos hace felices.

 ¿Qué sucede con los vínculos? Tal vez sea un buen momento para darnos cuenta que seguimos dominados por nuestros aprendizajes, pero reconociendo que también  podemos desinstalar conductas si logramos detectar los patrones de pensamientos y emociones que las sostienen.

 ¿Para qué nos enseñaron  a priorizar el “ tener” en lugar del ¨ser¨? Sin divorciar ambos conceptos, deberíamos redefinirlos , ya que no son ni malos ni buenos, solo dependientes del valor que los gobierna.  Tener es rentable al sistema, el que sostiene sus intereses, los tuyos, los míos, nos encanta tener.  El ser no cotiza en bolsa (aún) porque no hemos creído en crear nuevas bolsas de valores al servicio de la vida, cooperantes con el medio que nos rodea, nuevos valores que multipliquen la esencia de cada persona, dentro de un aparato vibracional saludable, pleno, amoroso consigo y con su ecología vincular.

 ¿Qué micro mecanismos debemos desactivar para aprender a confiar en que si podemos crear otras realidades más cooperantes? ¿Qué podemos hacer hoy, tú, y yo, para dejar de creer en lo conocido y animarnos a crear nuevos rumbos?

 

 

Desde Piriápolis, Uruguay, texto (inédito): Tania Kurdyla Perichon

 Imagen (inédita): Analía Saharrea

 Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos