martes, 18 de abril de 2023

Y el Nuevo Mundo...¿ dónde está ? (tercera parte)

¿Ustedes recuerdan que, no hace tanto tiempo, hubo un Monotema muy preocupante llamado ¨covid¨? Tal vez muchos y muchas ya no lo registren, pero en aquel entonces, durante la Cuarentena Medieval (aquel pifie monumental y perverso) hubo récord de introspecciones en los hogares confinados autoritariamente al aislamiento. Todo el mundo, literalmente, tuvo tiempo de entender que hay vida más allá de sus ombligos: la vida de uno, hacia adentro, con un firmamento de matices y posibilidades y la vida hacia afuera, en donde el altruismo puede comenzar a despegar.

Hoy en día gran parte del planeta está informado acerca de lo inmensamente difícil que es conocerse a uno mismo, a una misma. La mayoría opta por un camino sencillo y despreocupado de su propio ser que luego, curiosamente, acarrea más preocupaciones que el supuesto camino difícil. La ecuación es muy sencilla, pero hay algo en la idiosincrasia colectiva que se empeña en dificultarlo. Hago por enésima vez una pregunta que vengo formulando hace años: ¿por qué nos cuesta tanto meditar? Ya  estamos todos más o menos enterados/as de que ese es el quid de la cuestión. La meditación es la base y la fuente de donde se bebe el aire nuevo que se va a respirar, el nuevo reflejo que está por despertar.

¿Se acuerdan de los barbijos? Muchos y muchas tal vez no los recuerden, pero en aquella época la mitad de la cara del mundo estaba hecha de tela quirúrgica. Hubo tiempo para profundizar en los gestos y en las miradas, las  propias, las ajenas, los cinco sentidos se agudizaron, la intuición se potenció. Hoy hay algo flotando en el aire que resulta indescriptible, pero sigue siendo igual. Mientras tanto el tiempo pasa y los mismos de siempre hacen (o deshacen) lo mismo de siempre: ¿alguien los escucha todavía? Pero también nos enteramos de que un Gran Referente Espiritual se manda un moco, como mínimo, muy cuestionable. El ojo de la tormenta está puesto allí. Hay que pellizcarse varias veces para corroborar lo que no se puede imaginar. ¿En quién creer entonces? En nosotros y en vosotras, por supuesto. Así dispuestas actualmente las cosas,  predomina la sensación de que algo o alguien ya no está, supongo que es el fantasma de la ingenuidad.

 

Texto y foto (inéditos): Nicolás García Sáez

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos