Creado en 1999, el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires no para de crecer, consolidándose entre los más fuertes y prestigiosos del mundo. No voy a hablar aquí de los galardonados muy recientemente, con preferencia por los documentales (pueden consultarlos en infinidad de lugares), si lo haré sobre los dos largometrajes y el corto a los que me invitaron y a los cuales quiero retribuir gratamente con este texto.
Uno puede asomarse y pispear el abismo entre
las escaleras mecánicas, momento idóneo para tantear nuestro nivel de vértigo,
allí, varios pisos hacia abajo, en el cine anexado del Centro Cultural San
Martín, hijo ultra moderno de la emblemática Sala Lugones. Mediante la
sección competitiva ¨Rescates¨ accedo a la sala número dos para ver una ópera
prima chilena de título austero: ¨Educación Física¨, dirigida y protagonizada
por el talentoso Pablo Cerdá, que aquí nace y se va haciendo como un profesor
de colegio costero, en San Antonio, un tipo más bien tranquilo y de luces
tenues, con el agua que le llega al tanque en cámara lenta, digamos, un
fortachón con alma de niño que a menudo anda ataviado con joggings
multicolores, hombre sin mucho que decir ni hacer más que dar sus clases de
gimnasia, acompañar la cotidianidad de su padre, comer hamburguesas completas,
beber hectolitros de gaseosas, ver la tele, recibir la visita de su hermana o
conversar con su amigo barbudo y melenudo que de repente ¨cambia su vida¨
gracias a un libro de autoayuda. Costumbrismo extremo pero con ritmo sostenido,
no me aburro durante un solo segundo y el film capta toda mi atención. En medio
de la tragedia pinta un romance efímero y las luces que eran tenues se vuelven
cada vez más tristes. Gran obra. Mi aplauso para todo su equipo. No recuerdo
una sola película chilena, de la veintena que he visto en mi vida, que me haya
decepcionado alguna vez.
Invitado también a la función de clausura, en
el Gaumont (nuestro querido y mítico complejo de cine porteño, el de siempre,
por favor que a ningún gobernante de turno se le ocurra hacer algún desastre
ahí adentro), me siento a una butaca de distancia del director de la película.
Se apagan las luces. Algunos entrañables talibanes de la indignación selectiva
abuchean una propaganda bancada forzosamente por toda la ciudadanía, en la que
aparece el masculino calvo que gobierna actualmente la metrópoli. Luego
comienza un cortometraje titulado ¨Ángel y Perla¨, realizado por la dupla Merla
& Anzarut, comedia argentina muy bien lograda, con timing millenial y
velocidad de entrega de pizzas a domicilio, sin dejar de lado los guiños a la
ciudad más psicoanalizada del mundo, estamos hablando de Buenos Aires, claro,
tiembla Woody Allen.
El largometraje español titulado ¨Soy una
buena persona¨, que aquí debuta con su premiere mundial, pertenece a su
director: Norberto Ramos del Val, referente del under hispano y exponente de
los presupuestos low cost. Es el mismo que nos preguntará, al finalizar la
función, cuantos de nosotros nos hemos o nos estamos psicoanalizando: lo dicho,
más de las tres cuartas partes de la concurrencia levanta la mano. /
Puede parecer un Tarantino dando sus primeros pasos, al menos en lo que se
refiere a los diálogos, con una historia que avanza atropelladamente en
el medio de algún rincón oscuro y bizarro de un aparente Lavapiés o de alguno
de esos barrios con más aroma a cutre y orgullo que otra cosa. Hay que tener en
cuenta que es un director con experiencia y cierta solidez, pero no dejo de
extrañar al Gran Wyoming y a Torrente y a la excelsa Alaska. Hay ecos del
primer Almodovar, guiños al cine clase B. El director intenta mostrarnos lo
difícil que la tiene cualquier mortal en la capital española a la hora de
conseguir un trabajo decente y bien remunerado y las artimañas a las que se
puede recurrir para conseguir ¨un sueldo digno¨. Así las cosas, no hay
prurito ni falta de humor a la hora de interpelar a un combo progre y burgués
un tanto inquisidor, otro tanto agonizante, ¿tal vez recalcitrante?, aquel que
no pudo terminar de imponer sus directivas en la sociedad global y occidental.
También arremete con algunos sectores conservadores que, bien visto, o pensado,
pueden complementarse con aquel como dos caras de una misma moneda que siempre
se proyectan y necesitan mutuamente. En el camino la ligan los capitalistas,
los comunistas, los hombres, las mujeres, los trans, los negros (o gente ¨de
color¨), la izquierda, la derecha, los tartamudos, la comunidad htlgbxyz (¿a
quién le cuesta mencionarla de corrido?), el lenguaje exclusivo (o inclusivo),
los drogadictos, los empresarios, los artistas, los narcisistas, los
desempleados, los jóvenes, los viejos, los bobos, los adictos a las redes
sociales, en fin, la vida misma. Hay fragmentos hilarantes en una película
jugada, simpática y simétrica en su incoherencia o asimétrica en sus intentos
de lucidez que ameritan carcajadas, otros pasajes invitan a la mera sonrisa,
algunos y algunas percibieron cierta indignación, no fueron pocos los que,
ofendides y/o muy susceptibles, se levantaron de sus butacas, aunque tal vez
tenían alguna urgencia en la vejiga.
Muy Buena peli. Vuelvo a agradecer la invitación.
Ya estoy pensando en comerme una uña mientras espero impaciente el vigésimo
quinto BAFICI del año que viene.
Texto y fotos (inéditos): Nicolás García Sáez
Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos