Inés Estevez, Verde Honoraria, la está rompiendo otra vez. Tomemos aquí como punto de partida el primero de junio de 2017, momento en el que la multipremiada actriz de cine, teatro y tv debuta oficialmente como cantante solista. Uno se pone a pispear un poco que pasó entre aquel allí y éste ahora...y hay algo que remite a vendaval, o al eco de un nuevo vendaval, no el que amaina hasta torrarse en su sosiego , sino el que despega y cobra fuerza en todo su esplendor. Un vendaval amable y la mar de simpático que va cumpliendo sueños entre esos giros deseados desde la infancia, arrasando también, y de paso, con cualquier pesimismo o mal augurio que se plante taimado en el camino.
La Real Academia Española (que ya de real va
teniendo poco y nada, la que linkea a esa misma realeza demodé que promueve un
discreto y reparador perfil bajo más ubicado a estos tiempos posmodernos)
define a la intensidad como: “el grado de fuerza con que se
manifiesta un agente natural, una magnitud física, una cualidad, una expresión,
etcétera”. Volvamos ahora a aquella “Nave de los locos”, no la del Bosco, sino
la de Laura Montero (el personaje de Estevez en la premonitoria película
dirigida por Ricardo Wullicher en 1995) allí, uno se detiene y escucha su
dicción excelsa frente (o de espaldas, según la toma del camarógrafo) al
estrado (enfrentando a los blancos malvados, sin escrúpulos, mientras defiende
a los mapuches) y entiende que hay un recorrido natural hacia esa voz que hoy
canta y cuenta historias que fueron cantadas y contadas por otras grandes voces. Así las cosas, y desde el 2017 hasta la fecha, la
nueva dama del jazz da cien shows en poco más de un año, hace la temporada en Carlos Paz, estrena un personaje misterioso y osado
en Nétflix, dicta cursos y seminarios intensivos de formación actoral, estrena miniserie con Polka y Julio
Chavez en la tele, actúa en
dos películas, sale en las
tapas de las revistas, va a las radios a promocionar sus shows, sale ilesa pero
muy conmovida de un asalto cometido por dos nenes pre acné, le contesta
a peces gordos (muy gordos) que la increpan por sus opiniones sobre terrorismo
en el programa de Legrand, le contesta también a la muchachada virulenta del
pañuelito azul ("Encuentro un
placer inenarrable en responder con respeto a la gente agresiva. Me da un poder
infinito: El dominio de mí misma. Amo", dice la cantante), difunde
las maniobras siniestras y las secuelas que trae consumir los transgénicos de
Monsanto y sus secuaces, junta firmas (change.org) contra los recortes
económicos que Macri hace en el área de gente con discapacidad (y mientras un niño autista publica su primer libro de cuentos) filma de lunes a
viernes una tira diaria en la tv, de próximo estreno, atraviesa recientemente
un combo pre invierno de neumonía + gripe A (“Me acaba de pasar un Scania por
arriba”, aporta), apela a la resiliencia para volver con más ímpetu al ruedo
y, sobre todas las cosas, se dedica a criar amorosamente a sus dos hijas, las
hermanitas adoptadas Alma y Vida.
Pero volvamos al primero de
junio del 2017: Teatro Sony de Buenos Aires. Sala llena. La voz, los
instrumentos, la música, una burbuja que se expande y explota sutilmente. La
Magia. Los aplausos. Primer Golazo. Luego, claro, ¿por qué no? Más fechas, más
shows, más gente que se va enterando que la protagonista de “La Nave de los
Locos” prefiere dejar descansando su segundo Cóndor de Plata para nadar como un
pez radiante en las aguas aterciopeladas del jazz, y del swing, el bolero, la bossa…y entonces canta en
la Usina del Arte de La Boca, en el teatro Roma de Avellaneda, en el auditorio
de Belgrano, canta con su banda (piano, baterìa y contrabajo) en el hermético Festival de Jazz de Buenos
Aires, en el Tigre, en Rosario, en Chivilcoy, en Mar del Plata, se va de gira a
Uruguay, vuelve y nace Nude su primer
disco grabado en vivo en el ND ateneo junto a dieciséis músicos de primera
línea nacional, que acaba de competir en los premios Gardel, y que festejará el
sábado 29 de junio en el Teatro Metro de La Plata, y el sábado 13 de
julio en Thelonious (el mítico reducto jazzero del primer
pisito que daba a la ruinosa esquina de Salguero y Guemes, y que ahora se mudó
a la calle Nicaragua) los dos años como solista y los cien años que hubiese
cumplido su padre el pasado 18 de mayo.
¿Còmo fue la grabación en vivo de tu disco “Nude”?
Inés: Fue algo muy insólito. Iniciativa de
Julieta Albistur, del ND. Ella me llamó ni bien me lancé como solista y a mi me
parecía imposible llenar un teatro de 600 localidades cuando aún no habia
iniciado siquiera mi camino. Había cantado allí en formato dúo, pero ahora todo
recaería solo en mí. Los músicos sugirieron sumar cuerdas y vientos, luego
llamé a algunos invitados solistas, guitarra, washboard, armónica, y a Carlos
Casella para que me acompañe cantando en un par de temas. Allí Julieta me
sugiere grabarlo en vivo. Fue un camino sin retorno. Llamé a Tatu Estela y todo
lo produje y llevé adelante sola. Una locura.
Los dos primeros temas con los que arrancás siempre tus shows
los cantabas de niña junto a tu padre. ¿De qué hablan esas canciones y como
fueron evolucionando en vos y a tu alrededor con el correr del tiempo?
Inès: Sobre todo el primero. Hay muchos
temas que cantaba con mi padre, de hecho me voy acordando de a poco de otros
que vamos incorporando al repertorio. “Learning the blues” es un tema que
sonaba en mi casa, cantado por Ella Fitzgerald. Hicimos una versión lo
suficientemente cadenciosa como para iniciar el show sin demasiados sobresaltos
vocales, eso me dio seguridad y se convirtió en un clásico para abrir los
conciertos. Ahora lo tocamos en tempo de swing. La letra es la típica de los
standard, tiene algo de amor, algo de soledad, algo de bohemia. Habla de un
salón de jazz vacío, las mesas ya sin gente, la zona de baile desierta, y una
persona que en el fin de fiesta se percibe extrañando al ser amado, con
imágenes como "solo estás ardiendo en una antorcha que no podés
perder". Y entonces es cuando aprendés el blues, el sentido de ese género.
Es maravilloso que se le llame “blues” a un género, en referencia al
significado de la palabra blue (tristeza), o soul (alma), o swing (hamacarse).
Eso también lo tiene el jazz, poético y conciso.
Cuando estás cantando, y durante los breves
intervalos que hay entre canción y canción también estás interpretando y
contando alguna historia. Al ser actriz y directora de teatro, y habiendo
publicado dos novelas…¿cómo te llevás ahí, y en esos momentos, naturalizando
esos ingredientes con los que no cuenta alguien que solamente se dedica a la
música, a la actuaciòn, o a la literatura?
Inés: La verdad es que tuve que
descubrirme como cantante, y más aún, la intriga residía en cómo iba a ser yo
conduciendo un show. Descubrí que, contrario a mi oficio como actriz, en el
cual tenés el tamiz de la ficción, cantando recurro a la versión mas descarnada
y simple de mí misma. Soy yo, Inés, y me conduzco como lo haría en el living de
mi casa, entre amigos. Eso me acerca mucho a la gente. Les quita solemnidad y
permite que se produzca un clima intimista y cómodo.
Cantás
en castellano, en inglès, en portugués, en francés…¿en alguno de esos idiomas
las imágenes sonoras son más vívidas mientras se va desarrollando la canción?
Inés: Me falta el italiano, je. Cada
idioma tiene su sonoridad. Lo que vuelve cada canción fluída es la melodía, más
que el idioma. Y por eso mismo hacemos mix de versiones: una bossa en francés,
un standard en inglés y en tempo de bossa, un blues de Robben Ford a velocidad
crucero, o un standard típicamente lento virado al swing. Es lo más lindo para
mí, versionar y encontrarle una forma única a los temas.
¿Percibís alguna diferencia entre el público que asistía y
asiste a tus representaciones teatrales y el que acude a escucharte (y verte)
ahora?
Inés: No sé si es un público tan
diferente. Se empieza a acercar gente que usualmente no consumía jazz y que
ahora lo disfruta, gente que acudió porque me seguía desde mi rol de actriz. Y
también hay gente de la música y amantes del jazz que me sumaron generosamente
a su lista de favoritos, y eso me llena de satisfacción.
Te definen
como una cantante que tuvo una reveladora trayectoria inicial y un infinito
futuro por delante. ¿Hay alguna canción que te gustaría interpretar , y que
nunca cantaste, en algún futuro cercano?
Inés: Quienes idearon la gacetilla definieron el
asunto de ese modo. Ojalá tenga un futuro infinito. No tengo objetivos tan
exactos, cuando se me ocurre un tema nuevo lo comparto con el trío, lo
probamos, le damos forma y lo estrenamos. Hemos incorporado temas en una prueba
de sonido previa a un show, temas en los que coincidíamos, que todos sabíamos,
y de pronto un poco jugando empezaban a sonar y se plasmaban. No sé aún hacia
donde me dirijo. Estoy buscando el rumbo sobre la marcha. Creo que, al igual
que me pasó con la música, las cosas me encuentran a mí, y no al revés.
Nicolás García Sáez