domingo, 23 de junio de 2019

LA NUEVA DAMA DEL JAZZ // Reportaje a Inés Estevez



  Inés Estevez, Verde Honoraria, la está rompiendo otra vez. Tomemos aquí como punto de partida el  primero de junio de 2017, momento en el que la multipremiada actriz de cine, teatro y tv debuta oficialmente como cantante solista.  Uno se pone a pispear un poco que pasó entre aquel allí y éste ahora...y hay algo que remite a vendaval, o al eco de un nuevo vendaval,  no el que amaina hasta torrarse en su sosiego , sino el que despega y cobra fuerza en todo su esplendor. Un vendaval amable y la mar de simpático que va cumpliendo sueños entre esos giros deseados desde la infancia,  arrasando también, y de paso, con cualquier pesimismo o mal augurio que se plante taimado en el camino.

   La Real Academia Española (que ya de real va teniendo poco y nada, la que linkea a esa misma realeza demodé que promueve un discreto y reparador perfil bajo más ubicado a estos tiempos posmodernos) define a la intensidad como: “el grado de fuerza con que se manifiesta un agente natural, una magnitud física, una cualidad, una expresión, etcétera”. Volvamos ahora a aquella “Nave de los locos”, no la del Bosco, sino la de Laura Montero (el personaje de Estevez en la premonitoria película dirigida por Ricardo Wullicher en 1995) allí, uno se detiene y escucha su dicción excelsa frente (o de espaldas, según la toma del camarógrafo) al estrado (enfrentando a los blancos malvados, sin escrúpulos, mientras defiende a los mapuches) y entiende que hay un recorrido natural hacia esa voz que hoy canta y cuenta historias que fueron cantadas y contadas por otras grandes voces. Así las cosas, y desde el 2017 hasta la fecha, la nueva dama del jazz da cien shows en poco más de un año,  hace la temporada en Carlos Paz, estrena un personaje misterioso y osado en Nétflix, dicta cursos y seminarios intensivos de formación actoral, estrena miniserie con Polka y Julio Chavez en la tele, actúa en dos películas, sale en las tapas de las revistas, va a las radios a promocionar sus shows, sale ilesa pero muy conmovida de un asalto cometido por dos nenes pre acné, le contesta a peces gordos (muy gordos) que la increpan por sus opiniones sobre terrorismo en el programa de Legrand, le contesta también a la muchachada virulenta del pañuelito azul ("Encuentro un placer inenarrable en responder con respeto a la gente agresiva. Me da un poder infinito: El dominio de mí misma. Amo", dice la cantante), difunde las maniobras siniestras y las secuelas que trae consumir los transgénicos de Monsanto y sus secuaces, junta firmas (change.org) contra los recortes económicos que Macri hace en el área de gente con discapacidad (y mientras un niño autista publica su primer libro de cuentos) filma de lunes a viernes una tira diaria en la tv, de próximo estreno, atraviesa recientemente un combo pre invierno de neumonía + gripe A (“Me acaba de pasar un Scania por arriba”, aporta), apela a la resiliencia para volver con más ímpetu al ruedo y, sobre todas las cosas, se dedica a criar amorosamente a sus dos hijas, las hermanitas adoptadas Alma y Vida.

   Pero volvamos al primero de junio del 2017: Teatro Sony de Buenos Aires. Sala llena. La voz, los instrumentos, la música, una burbuja que se expande y explota sutilmente. La Magia. Los aplausos. Primer Golazo. Luego, claro, ¿por qué no? Más fechas, más shows, más gente que se va enterando que la protagonista de “La Nave de los Locos” prefiere dejar descansando su segundo Cóndor de Plata para nadar como un pez radiante en las aguas aterciopeladas del jazz, y del swing,  el bolero, la bossa…y entonces canta en la Usina del Arte de La Boca, en el teatro Roma de Avellaneda, en el auditorio de Belgrano, canta con su banda (piano, baterìa y contrabajo)  en el hermético Festival de Jazz de Buenos Aires, en el Tigre, en Rosario, en Chivilcoy, en Mar del Plata, se va de gira a Uruguay, vuelve y nace Nude su primer disco grabado en vivo en el ND ateneo junto a dieciséis músicos de primera línea nacional, que acaba de competir en los premios Gardel, y que festejará el sábado 29 de junio en el Teatro Metro de La Plata, y el sábado 13 de julio en Thelonious (el mítico reducto jazzero del primer pisito que daba a la ruinosa esquina de Salguero y Guemes, y que ahora se mudó a la calle Nicaragua) los dos años como solista y los cien años que hubiese cumplido su padre el pasado 18 de mayo.

¿Còmo fue la grabación en vivo de tu disco “Nude”?

Inés: Fue algo muy insólito. Iniciativa de Julieta Albistur, del ND. Ella me llamó ni bien me lancé como solista y a mi me parecía imposible llenar un teatro de 600 localidades cuando aún no habia iniciado siquiera mi camino. Había cantado allí en formato dúo, pero ahora todo recaería solo en mí. Los músicos sugirieron sumar cuerdas y vientos, luego llamé a algunos invitados solistas, guitarra, washboard, armónica, y a Carlos Casella para que me acompañe cantando en un par de temas. Allí Julieta me sugiere grabarlo en vivo. Fue un camino sin retorno. Llamé a Tatu Estela y todo lo produje y llevé adelante sola. Una locura.

Los dos primeros temas con los que arrancás siempre tus shows los cantabas de niña junto a tu padre. ¿De qué hablan esas canciones y como fueron evolucionando en vos y a tu alrededor con el correr del tiempo?

Inès: Sobre todo el primero. Hay muchos temas que cantaba con mi padre, de hecho me voy acordando de a poco de otros que vamos incorporando al repertorio. “Learning the blues” es un tema que sonaba en mi casa, cantado por Ella Fitzgerald. Hicimos una versión lo suficientemente cadenciosa como para iniciar el show sin demasiados sobresaltos vocales, eso me dio seguridad y se convirtió en un clásico para abrir los conciertos. Ahora lo tocamos en tempo de swing. La letra es la típica de los standard, tiene algo de amor, algo de soledad, algo de bohemia. Habla de un salón de jazz vacío, las mesas ya sin gente, la zona de baile desierta, y una persona que en el fin de fiesta se percibe extrañando al ser amado, con imágenes como "solo estás ardiendo en una antorcha que no podés perder". Y entonces es cuando aprendés el blues, el sentido de ese género. Es maravilloso que se le llame “blues” a un género, en referencia al significado de la palabra blue (tristeza), o soul (alma), o swing (hamacarse). Eso también lo tiene el jazz, poético y conciso.

Cuando estás cantando, y durante los breves intervalos que hay entre canción y canción también estás interpretando y contando alguna historia. Al ser actriz y directora de teatro, y habiendo publicado dos novelas…¿cómo te llevás ahí, y en esos momentos, naturalizando esos ingredientes con los que no cuenta alguien que solamente se dedica a la música, a la actuaciòn, o a la literatura?

Inés: La verdad es que tuve que descubrirme como cantante, y más aún, la intriga residía en cómo iba a ser yo conduciendo un show. Descubrí que, contrario a mi oficio como actriz, en el cual tenés el tamiz de la ficción, cantando recurro a la versión mas descarnada y simple de mí misma. Soy yo, Inés, y me conduzco como lo haría en el living de mi casa, entre amigos. Eso me acerca mucho a la gente. Les quita solemnidad y permite que se produzca un clima intimista y cómodo.

 Cantás en castellano, en inglès, en portugués, en francés…¿en alguno de esos idiomas las imágenes sonoras son más vívidas mientras se va desarrollando la canción?

Inés: Me falta el italiano, je. Cada idioma tiene su sonoridad. Lo que vuelve cada canción fluída es la melodía, más que el idioma. Y por eso mismo hacemos mix de versiones: una bossa en francés, un standard en inglés y en tempo de bossa, un blues de Robben Ford a velocidad crucero, o un standard típicamente lento virado al swing. Es lo más lindo para mí, versionar y encontrarle una forma única a los temas.

¿Percibís alguna diferencia entre el público que asistía y asiste a tus representaciones teatrales y el que acude a escucharte (y verte) ahora?

Inés: No sé si es un público tan diferente. Se empieza a acercar gente que usualmente no consumía jazz y que ahora lo disfruta, gente que acudió porque me seguía desde mi rol de actriz. Y también hay gente de la música y amantes del jazz que me sumaron generosamente a su lista de favoritos, y eso me llena de satisfacción.

 Te definen como una cantante que tuvo una reveladora trayectoria inicial y un infinito futuro por delante. ¿Hay alguna canción que te gustaría interpretar , y que nunca cantaste, en algún futuro cercano?

Inés:  Quienes idearon la gacetilla definieron el asunto de ese modo. Ojalá tenga un futuro infinito. No tengo objetivos tan exactos, cuando se me ocurre un tema nuevo lo comparto con el trío, lo probamos, le damos forma y lo estrenamos. Hemos incorporado temas en una prueba de sonido previa a un show, temas en los que coincidíamos, que todos sabíamos, y de pronto un poco jugando empezaban a sonar y se plasmaban. No sé aún hacia donde me dirijo. Estoy buscando el rumbo sobre la marcha. Creo que, al igual que me pasó con la música, las cosas me encuentran a mí, y no al revés.


                                                                                                        Nicolás García Sáez