jueves, 18 de julio de 2019

Sinopsis de la sinopsis de la velocidad (o seis minutos exactos de caminata resumidos en diecisiete segundos)




¿Hacia dónde me dirijo? ¿Qué moviliza el deseo de permanecer en esa velocidad inmutable que no puede ser contenida? ¿Por qué esa ráfaga urbana y constante me  repele y fascina al mismo tiempo? ¿Por qué detengo mis pasos en ese local que me quiere vender/enchufar una dosis casi mortal de grasa hidrogenada, cuando estoy absolutamente convencido de que el sabor y contenido de una ensalada de frutas es Infinitamente Superior? Pienso en la gran cantidad de libros escritos sobre el tema. Bueno, tal vez no sean tantos. Recurrente es invocarlo a Aldous Huxley, pero supongo que no está de más mencionar aquello que dijo en la década del 50:

                     "La velocidad proporciona el único placer verdaderamente moderno"

Camino despacio. Filmo un poquito. Tranqui entre teatros, pizzerías, gente dispersa. Cada vez se habla menos de las cigüeñas (que no son parisinas, son escandinavas)  y cada vez suenan más las campanitas de los celulares, puerto inmediato, veloz, que conquistan las columbas mensajeras que vuelan entre los cielos de la virtualidad. Pispeo de refilón los neones del ya legendario Cine Lorca, que desde siempre ofrece buenas películas. La velocidad de la luz detenida en un cartel verde y luminoso. El precio de la entrada es accesible, si se lo compara con una oferta de las ya monotemáticas esquinas de Kentucky (aunque ambos reductos, según el caso, suelen ser complementarios) y es un oasis, también, en medio de los precios carísimos, violentos y de rapidez unidireccional (siempre para arriba) que aparentan aflojar entre una ¨estabilidad¨ que especula en este marco preelectoral,  pero el Monumento Enhiesto de Buenos Aires ha incorporado hace pocos años un juego de luces multicolores  que se enredan con la noche y me abducen como si fuese la última coca cola (light) en el desierto de la inabarcable metrópoli.

Llego al quid, al punto neurálgico y simbólico de la gran ciudad y no es un espejismo, todo lo contrario, abruma esa mixtura de hiperrealidad con fantasìa lisérgica y marketinera, allí, hasta donde no hace mucho se ostentaba el cartel publicitario más grande que hay en América (600 metros cuadrados, cuatro millones de leds). Me resulta muy curioso que aùn no se haya escrito un libro en tándem con las plumas de algún fisic@ y algún filòsof@ que hablen sobre el vacío y la luz. Durante unos instantes pienso que todo es el inmenso decorado de una película asiática de presupuesto ultrabillonario. Dejo de filmar un poquito. Me gusta estar ahí, lo disfruto…durante cinco minutos, incluso el aire frío contaminado por el smog y otras sutilezas del monóxido de carbono, pero luego del bombardeo publicitario que zamarrea amable o torpemente los meandros de mi psique hasta rincones insondables, decido volver mis pasos hacia aquel neón más manso, estable y lento del Lorca. A medida que me acerco a la entrada del cine me pregunto qué otras frutas invernales podré comprar, además de las omnipresentes naranjas, bananas y manzanas, para el postre que acaba de ganar la pulseada esta noche.
                                                                                                   
                                                                                                             
                                                                                          video + texto: nicolás garcía sáez