He de advertir, por
adelantado, que lo mencionado a continuación se trata de una revisión reducida
de la historia, a modo de orientación general, ya que, por su asunto
extraordinariamente complejo, requiere una paciente y exhaustiva investigación
de los hechos que acarrearía mucho más tiempo para poderse explayar. En las
líneas siguientes pretendo tan solo acariciar los muchos y enormes eventos que
hoy permiten acercarme a las novísimas interpretaciones de estas
configuraciones, ya que entiendo que la dispuesta exploración y reflexión, son
siempre de total relevancia y de imprescindible grado para ir desmenuzando la
profundidad de dicho tema. Un convite extensivo para quien pretenda penetrar a
fondo en la agudeza de la astrología como herramienta, y para aproximarnos hacia la carta natal de una nación, tanto de
los procesos individuales como colectivos, en especial para referir a estos
últimos.
Comenzando ahora con
la consideración inicial, la indagación histórica es uno (por no decir el
primero) de los pasos para comenzar cualquier tipo de análisis o interpretación astrológica de una nación. Es así entonces, que esta primera
parte irá por esos cauces de antemano.
Ante todo, es
oportuno precisar que la fecha que se toma como el nacimiento de un país depende
de su historia particular. Existe además un momento de gestación del proceso y
un momento de culminación, este último es ciertamente el instante en el que se
imprimen las energías en movimiento y dan lugar a su nacimiento como su
identidad histórica. Esto ocurre tanto para el cálculo de la carta natal de una
nación, como la de una vida humana, en donde sucede lo mismo, es decir, desde
el momento de la concepción hasta el instante que el bebé toma contacto con el
mundo externo y comienza a respirar fuera del vientre materno (en este caso,
cabe aclarar aquí, existe también en astrología lo que se llama la carta prenatal).
Bien, para
introducir (esta abreviación histórica) vemos entonces qué aparece por aquí.
En el siglo XVI la
figura de Pedro de Mendoza (1536) integrando parte de las primeras expediciones
europeas (oficialmente reconocidas) que llega a este territorio, inicialmente
anidado por las civilizaciones precolombinas, funda en esos momentos el fuerte conocido
con el nombre de Santa María del Buen Ayre, actual ciudad de Buenos Aires. No
obstante, estuvo obligado a abandonar rápidamente estas tierras debido a la
afanosa entereza de los nativos. Años más tarde (1580), en el mismo lugar, Juan
de Garay se encargaría de refundarla con una carta horaria que, si bien salió
mejor que la de don Pedro, no prosperó demasiado tampoco. Sin embargo, la carta
levantada en estas instancias, con un significativo predominio del signo de Géminis,
a pesar de que no fue la que se tomó para todo el territorio, representa desde
entonces a la ciudad de Buenos Aires.
Tiempo de
Virreinatos, primeramente con el del Perú y dos siglos más tarde, ya
fragmentado en 1776, abarcando lo que hoy es Argentina, Uruguay, Paraguay y
Bolivia, conformando lo que se conoció como el Virreinato del río de la Plata, que,
sumado a los distintos movimientos a nivel mundial (entre ellos la Revolución
francesa, los intereses del imperio británico, la Independencia de los Estados
Unidos) y conjuntamente con los aportes de las ideas vanguardistas que emergían
en ese periodo con la época de la Ilustración (influencias revolucionarias que
justamente resultaron sincrónicas con el descubrimiento de Urano) incitaron a
los pueblos criollos a promover la autonomía del mando español. Si bien aquí ya
se gobernaba nominalmente bajo el nombre del Rey de España (Fernando VII), no
se había establecido ninguna autonomía hasta el momento con una declaración
“oficial” de la Independencia. Sin embargo, lo cierto es que para este período se
iniciaba una nueva forma de gobierno bajo el nombre de “Las Provincias Unidas
del Río de la Plata”.
Recién será el 25
de mayo de 1810 la fecha en la que se promueve, tras un cabildo abierto, la
proclamación de un primer gobierno formado (en parte) por criollos, conocido
como la Primera Junta. A partir de ahí, surge una nueva parte del proceso.
Estas alianzas previas no demoraron en teñirse por el desacuerdo entre
patriotas y realistas, inaugurando con esto la guerra por la Independencia. Es
aquí donde la figura del honrado Padre de la Patria, General José de San Martín,
toma uno de los papeles protagónicos de esta historia, que junto con (por
nombrar solamente algunos) Manuel Belgrano, Martín Miguel de Güemes y Juana
Azurduy (como líder de las agrupaciones del Alto Perú), encabezaron la lista de
los principales comandantes patriotas del momento. Guerra que se extendería en
todo el territorio sudamericano pero que, finalmente, más tarde, en el Congreso
de Tucumán y en medio de una celebración a viva voz, se firmaría el acta del 9
de julio de 1816 (fecha que se toma para levantar la Carta Natal de la
Argentina) como la declaración de la Independencia de ¨ Las Provincias Unidas
del Sur”.
Aquí entonces
aparecen, como analogía de estos dos momentos (gestación-culminación) citados
anteriormente, en primer lugar el 25 de
mayo de 1810, conmemorado como el día de la patria hasta la fecha, momento
que se inicia con el proceso de la Primera Junta de gobierno y el 9 de julio de 1816, como el día de la Independencia,
en conmemoración del acto por el cual se firma el acta de la declaración de la
independencia como tal. Por otro lado, Argentina, nombre que deriva del latín Argentum,
que quiere decir ¨plata¨, fue
utilizado por primera vez, a partir de la constitución de 1826, tiempo después
de la carta levantada con fecha 9 de julio de 1816, a las 12 horas, en la
ciudad de Tucumán.
Adentrándonos en las configuraciones de la carta horaria de Argentina, comenzamos por la cruz astrológica que define este mapa, combinada por el ascendente (la naturaleza general del país), el medio cielo (cómo se va a expresar en su vida social y externa), el descendente (las relaciones con otros países y asociados) y por último, no menos importante, el fondo cielo, con las finalidades del país.
El ascendente
pertenece al instante preciso en que febo ascendía el 9 de julio de 1816 en el
cielo argentino. Un ascendente Libra (decanato de Júpiter) con Júpiter cercano
al ascendente, aspecto amplio que se podría tomar como una conjunción no tan
exacta, pero sin embargo destacado. Con el signo de Libra aquí, se revela la
naturaleza estrechamente sociable que muestra el país, muy expansivo en estos
temas e impresionable, en varias oportunidades, por su carácter “diplomático”.
La tendencia hacia las relaciones culturales, el entretenimiento (aspecto
venusino, como regente del signo de la balanza) es notorio en la Argentina,
además de ser un país considerablemente pendiente de la estética. Asimismo, con
el signo de la justicia, y al margen de cualquier afinidad o negativa, antipatías o simpatías, en todo
caso como dato de color, no es casualidad que uno de los movimientos
argentinos populares en la actualidad se llame “justicialista”, también
conocido como “de la justicia social”. Por otra parte, vemos que la impronta
del séptimo signo de la rueda zodiacal (perteneciente al elemento Aire) deja
ver un notable reconocimiento en temas relacionados con lo artístico y lo
atractivo para el resto del mundo, bien sea por la música, con el tango y el
folklore, por ejemplo, como el costado siempre dispuesto para el teatro y la
cinematografía, aparte de contar con un patrimonio llamativo respecto a la
literatura, que le ha aportado siempre una especie de estela artística
distinguida. Esto, por antonomasia, son temas librianos, pero también oportunos
al signo de Cáncer, signo donde la Argentina tiene su Sol, su esencia, su
verdadera identidad, situado en el Medio Cielo (cenit, punto más alto de la
carta) junto a Venus (regente del signo de Libra) encarnando, entre otros, la
vida social. Con el signo del cangrejo tan provisto por fuera y tan blando por
dentro, la semejanza con el simbolismo del animal deja ver una coraza portentosa,
que lleva como un aparatoso atuendo de protección ante la eventualidad externa,
pero que solo es una cara de la moneda ya que el cangrejo no posee huesos en su
interior y es totalmente permeable y sensible por dentro.
Texto (inédito):
Natalia Martyn
Ilustración
(fragmento): Marina Pérez
Especial para Los
Verdes Paralelos y Los Verdes Platónicos