-Comenzamos hoy la
grata tarea de interpretar (tal vez desmenuzar) cuatro poemas de ¨Los sueños
ajenos¨, el primer volumen (hay una continuación) de uno de los tantos libros escritos
por Nicolás García Sáez, una travesía lúdica en la cual somos actores,
protagonistas de sus palabras, en tanto nos sumergen en los rincones del alma
humana, allí donde el misterio y la sorpresa nunca están ausentes. El poeta nos
lleva de la mano a visitar y rastrear, cual arqueólogos, diversos sitios y
personajes célebres de la historia. En tanto sueños, “vía regia del inconsciente”,
metáfora, metonimia y otros recursos de estilo, burlan las defensas y juegan a
un decir que no sería posible de otro modo.
Partimos hoy, en este
día particular, con un ego que se toma la licencia, el atrevimiento, de
emparentarse con Dios, en una suerte de mimesis colectiva, para deslizar la
pregunta (lamento adelantar el final) si tiene Dios un Dios al cual dirigirse.
Dice el poema y su título, siempre sugerente:
POEMA QUE PUDO
HABER SOÑADO ALGUIEN QUE SE ACOSTÓ PENSANDO EN EL EGO
Si yo me creo Dios /y tú te crees
Dios / y él y ella se creen Dios y Diosa /y nosotros y nosotras nos creemos
Dioses y Diosas / y vosotros y vosotras os creéis Dioses y Diosas /y ellos y
ellas se creen Dioses y Diosas / y…
Dios, ¿Quién creerá que
es?
-En épocas de selfies y
de seguidores virtuales, de engaños y autoengaños, la antigua fama se ha diluido
y expandido hasta construir esta suerte de palimpsesto un tanto infantil, un tanto
monstruoso, de susceptibilidades extremas, a menudo enfermizas. Pero también
allí pueden brillar los talentos que se han democratizado y antes eran ocultos
por un capricho de selección casi autoritaria y unidireccional. Cada cual
atiende y se hace cargo de su juego. Por otro lado, si yo, tú, él, ella,
nosotros/as, vosotros/as, ellos/as nos creemos Dios, se desliza,
consecuentemente, que, en nuestro interior, alberga la creencia de algún Dios, a
quien clamamos nuestras plegarias, anhelos, esperanzas, a quien hacemos
responsable de nuestro destino, como si fuera autor y escriba de nuestras
historias. Así, yo, tú, él, ella, nosotros/as, vosotros/as, ello/as consumimos esa
creencia, que, al igual que un narcótico, adormece y anestesia nuestros sentires.
En esta insistencia
colectiva, Dios, en tanto construcción de nuestra neurosis, asume miles de
nombres, de quienes nos hacemos servidores; un amo para cubrir los agujeros que
nos constituyen y se nos ofrece a cada vuelta del camino.
Texto (inédito):
Marcela Farías
Poema: Nicolás García
Sáez
Tapa: Hollis Brown Thorton / Zindo & Gafuri
Especial para Los Verdes Paralelos y Los Verdes Platónicos