Esta es una historia de
amor. Pero no es la típica.
Todo comenzó aquella
tarde, frente al espejo. Tomé valor y me sumergí en la oscuridad de las
pupilas, emprendiendo un viaje hacia el infinito interior.
Dejé mi cuerpo a un
costado del camino, materia orgánica que nace, crece y envejece. Una carcasa,
accesorio para el teatro de la vida. ¿Quién soy?, ¿qué soy?, ¿soy lo que veo?
Renuncié por un momento
a la forma delimitada y me transformé en un fluido cuántico.
Como
ondas sonoras, danzo, vuelo y los compases cantan el origen de los tiempos. La
energía no se crea ni se destruye. Yo soy en lo invisible. Estoy desde el
principio, aunque no con el mismo vehículo humano.
Revoloteo cubierta por
la bruma oscura que me abraza con calidez. Siento que el viaje es descendente,
pero quién lo sabe, es solo una sensación. Como es arriba es abajo, al menos
eso dice el Kybalión.
Como un fuerte rayo de
luz venzo al muro negruzco. Y me veo sobre la superficie del océano, el agua me
salpica. No lo dudo y me sumerjo en las profundidades. A lo lejos, muy a lo
lejos, percibo los finos haces luminosos que emanan de la caverna submarina. Mi
refugio.
Una cortina de agua se
abre con la orden de mi pensamiento e ingreso.
Busco leña, alimento la
fogata, y de esta forma mantengo mi fuego interno. Sobre una de las paredes
rocosas descansan los cuerpos, que alguna vez me pertenecieron. La caverna parece una casa de muñecos.
Me paseo frente a
ellos, recuerdo cuando fui una simple florista, una soñadora, un hombre
robusto, un herrero solitario, una japonesa incomprendida, y tantos otros más.
Me introduzco en ellos y les doy vida, aunque sea por un instante. Sonrío,
lloro, la mayor fuerza creadora despierta en mí, el amor me invade.
Emprendo el viaje de
regreso hacia el disfraz actual, y comprendo que soy todo lo que es, ha sido y
será.
Cuento (inédito): Laura
Chiavetta
Ilustración (inédita):
Irupé Roch
Especial para Los
Verdes Paralelos y Los Verdes Platónicos