sábado, 30 de octubre de 2021

La casa de muñecos

Esta es una historia de amor. Pero no es la típica.

Todo comenzó aquella tarde, frente al espejo. Tomé valor y me sumergí en la oscuridad de las pupilas, emprendiendo un viaje hacia el infinito interior.

Dejé mi cuerpo a un costado del camino, materia orgánica que nace, crece y envejece. Una carcasa, accesorio para el teatro de la vida. ¿Quién soy?, ¿qué soy?, ¿soy lo que veo?

Renuncié por un momento a la forma delimitada y me transformé en un fluido cuántico.

Como ondas sonoras, danzo, vuelo y los compases cantan el origen de los tiempos. La energía no se crea ni se destruye. Yo soy en lo invisible. Estoy desde el principio, aunque no con el mismo vehículo humano.

Revoloteo cubierta por la bruma oscura que me abraza con calidez. Siento que el viaje es descendente, pero quién lo sabe, es solo una sensación. Como es arriba es abajo, al menos eso dice el Kybalión.

Como un fuerte rayo de luz venzo al muro negruzco. Y me veo sobre la superficie del océano, el agua me salpica. No lo dudo y me sumerjo en las profundidades. A lo lejos, muy a lo lejos, percibo los finos haces luminosos que emanan de la caverna submarina. Mi refugio.

Una cortina de agua se abre con la orden de mi pensamiento e ingreso.

Busco leña, alimento la fogata, y de esta forma mantengo mi fuego interno. Sobre una de las paredes rocosas descansan los cuerpos, que alguna vez me pertenecieron.  La caverna parece una casa de muñecos.

Me paseo frente a ellos, recuerdo cuando fui una simple florista, una soñadora, un hombre robusto, un herrero solitario, una japonesa incomprendida, y tantos otros más. Me introduzco en ellos y les doy vida, aunque sea por un instante. Sonrío, lloro, la mayor fuerza creadora despierta en mí, el amor me invade.

Emprendo el viaje de regreso hacia el disfraz actual, y comprendo que soy todo lo que es, ha sido y será.

 

Cuento (inédito): Laura Chiavetta

Ilustración (inédita): Irupé Roch

Especial para Los Verdes Paralelos y Los Verdes Platónicos