sábado, 7 de mayo de 2022

Vida, obra, sexo y arte de Alberto Carlos Bustos, municipal y pájaro (entrega decimotercera)

Nicolás García Sáez y Miguel Ángel Solá

-"(...) Nació Alberto Carlos Bustos en Rosario, provincia de Santa Fe. Víctima de una ceguera que lo atacó hasta los quince meses de vida, comenzó a evidenciar un talento precoz en todos los niveles del arte. Expone individualmente desde los siete años, destacándose su trazado infinitesimal, que lo lleva, en cuarenta y cinco años de labor consecutiva de lo macro (telas de casi treinta y seis metros cuadrados), a lo micro (técnica compuesta en cabezas de alfileres), hasta desaparecer, alegando que:-"... la perfección se encuentra en un átomo, y que a él sólo accedería de poseer la imaginación de un Macedonio Fernández;  y que, de "esa", en el reparto, no le tocó ni gota". En el ámbito de lo municipal, dedica mucho tiempo a desarrollar la técnica del adoquinado pictórico plano, legando a la ciudad de Buenos Aires y a sus porteños habitantes cuatrocientas ochenta y seis obras -excepcionales en forma y contenido-,  y que la municipalidad, a través de sus sucesivos intendentes legales e ilegales, ha conseguido ignorar y/o destruir sistemáticamente. El asfalto, hasta el momento, ha dado cuenta de cuatrocientas cincuenta y dos de ellas. Tamaña afrenta al patrimonio popular: ¿cómo se lava...?. Lo perdido, perdido está, sí...: ¿y lo que resta? Quedan -deterioradas, pero "vivas" aún-, treinta y cuatro de las maravillas que Alberto Carlos Bustos nos legó. La ignorancia, la desidia, la incompetencia, la imbecilidad de sus antecesores… ¿será contagiosa, Señor Intendente actual? ¿Tampoco usted, muy señor mío, hará algo por sus congéneres, los adoquines?-

 

(“Dante Panzeri. La Razón. Octubre 22 de 1969”.)

 

 La lluvia de noviembre

corrigió las sequedades de estos meses.

Dispuesta a hacerse pan, la poesía,

anda exigiendo horno caliente.

¿Qué formas? ¿Qué caminos?

¿Qué verdades ha de hallar?

El puro imaginar no se detiene, y, sin embargo,

quedarme por contar, creo, me quedan

detalles de un destino interrumpido

por la fuga al sin sentido y poco más.

¿Será que en soledad el cuerpo pierde lo que da?

Deambula la esperanza en el mañana,

buscando una respuesta que no llega.

Y la palabra es un silencio que molesta

y dice nada.

De pronto: una verdad, curvada,

aquí, a mi lado, y tan sencilla que se deja ver.

¿Será que debe ser así?; ¿que si no, pasa...?.

¡Qué fácil despertar y enmadejarme en su mirada!

Me dejo acariciar...

Me tiemblan las rodillas,

y es amor, como en los cuentos.

Afuera: la ciudad.

Las cuentas en desorden.

Los coches; las sirenas.

Crispaciones en los rostros.

Buena gente que precisa gente buena,

y no la encuentra.

Sí, sobran, agresiones y falsías,

y el encono con que tiñen

los mediocres este asunto del vivir.

Dinero y más dinero que no entra.

Amigos que se animan a querer soñar despiertos.

Molinos y Quijotes.

Imágenes de lucha.

Resabios del banquete.

Milenios que repiten en voz alta: -No se puede-

Nosotros,  jugadores; nosotros -los juguetes

de este tiempo-, pesadilla que se cierne.

y por mi adentro: ella,

templando un nuevo vientre

que reclama un viejo encuentro.

¿Qué sueño he de cumplir?

¿Qué especie en extinción se me avecina?

¿Qué incendio entre mis hielos?

¿Qué milagros? ¿Qué rutina?

Noviembre que en mi vida

da y remueve las palabras de nombrarla,

gozadoras del pecado cometido,

bienaventuradas nazcan.

Bellas -como ella-, porque sí,

porque la luz apura;

porque la sombra obliga.

Y es amor.  no pienso desconfiar.

No queda tiempo para hacerme el distraído.

Alcanzo a contener este cansancio que me duerme,

a punto de invocar esa palabra

que se atreva a más que Amor

y  escribo: Creo.

No está mal por ser noviembre, digo.

 

“Noviembre¨   de Alberto Carlos Bustos. Buenos Aires. 1965.


Desde Madrid, decimotercera entrega, texto y ficción (inédito): Miguel Ángel Solá

Dibujo (inédito, a sus 8 años): Nicolás García Sáez

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos