Tras obedecerle, continúa: “me surgió así y el mismo día
en que la vi por primera vez -corrige-: por favor, escribí mejor: *por vez
primera* -suena más armonioso, en este
caso, que “por primera vez”, que interrumpe el desarrollo de la acción poética-
¿entendés?... Quizás no entiendas y no es malo que lo admitas, pero así se
empieza: no entendiendo. Para que después entiendas, o no entiendas que nunca
da lo mismo.
Y repite, a ritmo de escritura, como parte de un dictado a algún imberbe de primaria… “Poné,
nomás: por… vez… pri-me-ra, tras horas de no poder borrarla de mi mente, enferma
de la idea de tenerla… ¿Qué tal?, ¿más aliviado, ¿sí?... Es una pena que el
poema antes deletreado no haya salido de tus yemas, pero claro, no sabrías aún a
quién va dirigido. Ya vas a saberlo, tiempo al tiempo: soñarás con ella.
Hay esparcidas, por ahí, demasiados datos, causas,
huellas. Imposible no hallarla. ¡Busca!, ¡Busca, busca, busca el hueso, perro!,
que el que busca, encuentra.
Me costó tantos años encontrarla, llenarme de sus besos y
palabras, estar en sus jadeos y en sus alas; soportar mi no saber y el que me
enseñara, ¡a mí!, fogueado en la esperanza de aprender algo del amor pero sin haber
sentido de una sola hembra nunca las palabras de nombrarlo. Hasta hacerse ella,
que las dijo, todas y de esa única manera. Y creo entrever que tenemos un problema,
mi escribiente amigo, porque si provoca tanto corte en tu sistema -más que
nervioso: ansioso y compulsivo-, nunca sabrás de mí cómo se llama, robaré de tu
cerebro páginas en las que aparezca. No quiero que la manches; no soy el
prisionero de una cárcel, mostrando a un compañero, en su celda de penar, fotos
de su amante, de su hembra, para que ese otro -vos-, al recordarla, la posea sin
haberla merecido, una y otra vez. Tendrás que descubrirla en tus oídos.
Escuchar
lo que Cupido trama. Y será drama, lo puedo ya firmar con sangre de la que no
tengo ni ella tiene. Con nombres y
apellidos. Los tuyos y los míos.
Quizás
duermas, cuando ella, al alba, te permita verla y altere tus sentidos y tu
calma.
Dicho
esto, me despido. Y se fue, se escapó de mi mesa de trabajo y de mi mate.
Él,
Bustos. Ella, no. No la de mi drama y arte sin ser parte. No pude aguantar más.
Y así
llamé a quien me dio ganas de llamar. Y fue poema. Que no voy a escribir, para
que se quede Bustos donde está y no venga a reclamar que es un poema suyo.
Y
allá fui. Y estuve predispuesto a que una frase parecida de mi amiga, me diera
vida o muerte; de su voz saliera y me condenara a ser hombre para siempre. Pero
no. No tuve yo esa suerte. No para mí la que para Bustos, a cambio de esa
lluvia, hubo.
Si
lo hubo… ¿Y si fuera todo un invento, una mentira, para crear a la mujer
perfecta, que logró de una tormenta pasajera, poesía? ¿Y qué sé yo? ¿Acaso es
cosa mía?
Soy
sólo un transcriptor al que suceden cosas tan grandilocuentes como ajenas.
Siento pena y enojo… ¿Qué locura de mujer podría, a mí, ordenarme…?:
“Tus malos pensamientos se quedan aquí adentro, amor, yo los limpio luego”…o
algo parecido, para dejar en mí flotando el sortilegio de que un amor , me
pertenece sin haber sido amor mío, y pensar en ella más que en mí y que en el
mate, al que golpeo sin querer y en todos los papeles se ha vertido; verde naturaleza,
esmeralda, hoja, yerba, brillante, inacabado verde.
En esta mujer desconocida, que con sólo señalarse con un
dedo el lugar donde se inicia toda la aventura, hasta la duda de las dudas, que
bien sabe de certezas, me arrastra la cabeza tan abajo, que sólo veo un tajo de
crear, y sueña que, de abrirse para mí, asesinaría al infame y desgraciado que,
creyendo ser el dueño de ese sueño, que no lo desveló lo suficiente, se la
queda para él y… : “¡Miente!”, grito.
¡Falso! ¡Imposible que ocurriera! ¡Ni antes ni después ni
en el futuro absurdo! No es más que una mentira. ¡La perfección no existe!... ¿Escucharé
yo, alguna vez…? -“por vez alguna, por favor”, me corregiría Alberto Carlos, para
seguir el ritmo que su voz sostiene, si estuviera-, una frase semejante, tan
perdurable e insistente antes de ser fantasma como él, con la memoria intacta, con
su infinita suerte?
Ya no me cabe otra duda que lo cierto: esto nunca
sucedió. ¡Claro que miente!
Desde Madrid, decimosexta entrega . Texto y ficción
(inédito): Miguel Ángel Solá
Dibujo
(fragmento inédito, a sus 9 años): Nicolás García Sáez
Especial
para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos