domingo, 28 de mayo de 2023

Nadie busca lo que no conoce

Dicen que el alma se escapa durante el sueño. Ayer soñé.

Mi ser físico reposaba en la cama, lo contemplé con amor y alcé el vuelo. Afuera, en el bosque, la oscuridad crecía y la vida dormitaba invisible. / Levanté la mirada, sobre mi cabeza incorpórea danzaban los astros, huérfanos perdidos en la negra inmensidad, siempre ahí, como centinelas de exploradores, náufragos y trotamundos.

 El viento inclemente movía las ramas y desencadenaba un cuchicheo musical. Murciélagos y búhos se hundían en el impenetrable cielo nocturno. A lo lejos, la ciudad emanaba una claridad inquietante, tan falsa como ilusoria.  Reposaban los pájaros en pajareras y los humanos en humaneras, sí, ya sé, no existe esa palabra en el diccionario de la Real Academia Española, pero no me importa; su definición sería: el lugar donde descansan, entre paredes, los Homo sapiens. Esa imagen me producía cierto desasosiego. Necesitaba comprender, hallar las respuestas a las preguntas insondables. En ese estado podía verlo todo, aunque permanecí agazapada entre los abedules, contemplando el fluir de la existencia. Mi escondite quedó al descubierto cuando fui rodeada por una nube de luciérnagas, entonces decidí continuar por otros derroteros. 

Cada ensueño me proporciona una ducha de libertad, ahí donde las épocas y el espacio se derrumban. Una brisa aliciente me ayuda a regresar al confinamiento de la materia, de lo apócrifo, a un mundo con polaridades tan marcadas que, a veces, se torna denso y pesado. Intento descubrir un misterio que me es inescrutable, puesto que, en definitiva, soy parte del mismo. Cada noche me aventuro hacia la búsqueda del amor incondicional, como es sabido, nadie busca lo que no conoce.

Mientras oía gruñir las campanas del tiempo los latidos del reloj me despertaron.

 


Texto (inédito): Laura Chiavetta

Imagen (inédita): María Paz German

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos