En este tórrido estío los pajaros anuncian el ocaso del día mientras Febo se apaga en el fondo del Valle. Como si quisiese revivirlo, un sol paralelo se interpone, o lo antecede, provocando el nacimiento de un planeta diminuto y luminoso que se extiende raudo sobre otro horizonte efímero, una línea de fuego que lo dispara hacia el cielo añil y diáfano del atardecer.
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