Nunca supe quién era,
ni cómo se llamaba, ni nada. Solo sé que tomábamos el mismo tren y él se
sentaba a contraluz mientras me ofrecía el paisaje de unos ojos color miel
atravesados por el sol que, bajando, hacía de ese fugaz encuentro La Eternidad.
No podía dejar de
verlo, amaba como la luz despertaba matices que profundizaban naranjas,
destellaban amarillos, puntitos verdes que saltaban acompañando el traqueteo
del tren. Había incluso algún violeta misterioso, un verdadero idilio en el que
yo me sumía sin resistencia alguna, sin reparar en la despojada insistencia de
mi mirar…
La luz diagonal me pierde, es un filtro mágico, puede transformarse en un viaje intergaláctico o disolverme en el destello de un elemental o internarme en el espacio concéntrico de la tela de una araña arcoíris entre las ramitas del bosque…sí, me pierde. Mis verdaderas historias de Amor, sin principio, ni fin ni propósito, las que desarman el tiempo y vuelven desde la nada, como un pigmento que se desintegra para iluminar, así, la historia de la vida, rayo de luz diagonal.
Lía Ferenese
Especial para Los
Verdes Paralelos y Los Verdes Platónicos
Pintura: Analía
Saharrea