En las redes sociales basta una opinión (generalmente de esas que han sido sometidas a la autocensura) para percibir, del otro lado, una hostilidad ¨ideológica¨ respecto a esas palabras apenas dichas. Así, existen personas que te ¨eliminan” automáticamente. Esto es fácil en el terreno virtual, sin aviso, sin explicación, sin disculpas, en un solo click, cual contacto indeseable y desechable.
Si bien cada cual tiene el derecho de conectarse con quien simpatice, también nos está diciendo que es un símbolo de la intolerancia actual hacia el otro, o hacia su proyección, el propio sentimiento de disgusto o desagrado hacia uno mismo. ¿Cuán sensible se puede estar para no poder ver, leer, sentir palabras contrarias y ¨eliminar¨ a quién las pronuncia, sin la capacidad de debatir, discutir racionalmente tales postulados del otro? En este campo de batalla cibernético se resuelve y, supuestamente, se ¨gana¨ eliminando al sujeto portador de la ¨ofensa¨, de la diferencia, de lo no compatible al propio parecer. Un eliminado en la red, una desaparición, de algún modo un “asesinato” de la identidad social de ese otro despreciado, apartado de esa “sociedad virtual”.
En otros aspectos más complejos, en problemáticas sociales tan delicadas como el aborto, se propone a una mujer que, ante un hijo no deseado, simplemente lo elimine si así lo desea o necesita, se le quita subjetividad, el estatus de ser humano en evolución, se lo considera un fenómeno fácil de erradicar, que se haga “urgente, legal, seguro y gratuito”, dice el slogan. Más allá de la postura ética al respecto, lo preocupante es que no se está considerando, además del ser en gestación, la subjetividad de la mujer involucrada, es decir, se propone ayudarla en su urgencia, su desesperación, su “deseo” inmediato de eliminar ese “fenómeno problemático”. ¿Verdaderamente se está pensando en la mujer de manera protectora, en cuanto a su salud psíquica? No se habla de ese aspecto, no se habla del después de ese proceso de angustia, quizás de indecisión, de desesperación que la obliga a decidir en un breve lapso. Puede que la decisión, en muchos casos, haya sido a consciencia, sin lugar al arrepentimiento o emociones afines. Pero… ¿si en algunos casos hay mujeres que no lo hicieron a consciencia, sino por miedo, o por angustia de un embarazo que las tomó desprevenidas? ¿Qué implicancias emocionales pueden surgir a corto y largo plazo? Ninguna mujer que dice defender el bienestar de otra, que se dice “sorora”, habla de ese aspecto, al menos no se está visibilizando, como tampoco se escucha ni se ve, ni se lee la necesaria indignación que la sororidad tendría que estar clamando sobre lo que le sucede a nuestras congéneres en Formosa. Me pregunto, con todo mi respeto hacia ellas: ¿lo consideran, lo han investigado? ¿O solo se trata de alimentar las urgencias mediáticas que van horadando la objetividad?
Texto (inédito) y foto: Analía Saharrea
Especial para Los Verdes Paralelos y Los Verdes Platónicos