Las llamas fueron azotando desde lo siniestro sin esquivar rincones, se prendieron a los postes de luz, a las casas, arrasando con personas, animales, vegetación, proyectos personales y colectivos que se venían gestando desde hace años. De golpe la Patagonia se inundó de humo y hasta los grillos quedaron afónicos de tanto miedo.
No hubo tiempo de pensar en los muebles añejos, ni en las fotos que rememoran el pasado, porque la desesperación por preservar la vida hizo que las emociones se tradujeran en gritos, llantos y una inconmensurable desolación ante la marea devastadora de fuego.
En un momento fue el Amazonas, luego el Litoral y las sierras de Córdoba, hoy el sur argentino. Los suelos empobrecidos y en plena asfixia, rogaban lluvia. Mientras tanto los vecinos, con sus patios vacíos, trataban de estrangular la catástrofe y exigían que la justicia no se duerma. Porque saben que hace tiempo el capitalismo y sus inversiones no disculpan el agua, ni la tierra y mucho menos a las golondrinas.
Texto (inédito): Olga Barzola
Pintura: Analía Saharrea
Especial para Los Verdes Paralelos y Los Verdes Platónicos