Nadar, lo más parecido
a volar, siempre lo digo. Antes de despegar las alas por medio de piernas y
brazos y pecho y espalda y lo que se puede ir desprendiendo del enjambre que haya en ese momento…¿qué hacemos? Flexiones, dirá el más conservador
de los gimnastas. Elongaciones, dirá alguien más avispado y pispeando la
materia prima que hay pululando en la virtualidad. Ambas están muy bien y las
practico. Pero…¿y si en el camino me encuentro con un ideal de Rothko? Un
Rothko despierto, hacedor, integrador, laburante como a uno le hubiese gustado
que sea un sobrevalorado tan célebre. Un Rothko con una lisergia tenue y una
pirotecnia un tanto más observadora. En la práctica es un poco difícil, el
lituano se fue hace rato y su legado…en fin. Tal vez ahora mismo sea el colibrí
que revolotea cerca de las cortaderas, o el mismísimo pintor sea el vendedor malhumorado
de diarios que hay en la mitad de una cuadra de un pueblo, o tal vez sea el
agua misma que titila y proyecta a un sol que reverbera y recibe mi primer
chapuzón.
Video , edición y texto (inéditos): Nicolás García
Sáez
Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes
Paralelos