La libertad, en esta lógica, ha perdido hondura, se ha
vaciado de responsabilidad. El/la narcisista moderno/a, no empatiza: exige. No
ama: compite, intenta controlar y ser admirado/a. No escucha: publica. Y en esa falsa
libertad —limitada, sin entrega, sin deuda amorosa—, solo queda una soledad
adornada de estímulos.
Amar verdaderamente implica aceptar la presencia del otro,
reconocer su misterio y, con él, la propia vulnerabilidad. Implica abrir deudas
simbólicas, nutrir y ser nutrido, dar y recibir sin contabilidad. Pero, para
eso, es indispensable algo más que el deseo: se necesita coherencia. Y eso, en
este mundo superficial, parece haberse vuelto un lujo extraño.
Hoy, muchos vínculos se tornan narcisistas porque hemos olvidado
que amar es ceder, elegir, mirar de verdad. Porque, en el fondo, ya no se
quiere amar, solo se quiere ser amado. Y eso no tiene nada que ver con la reciprocidad.
Texto y boceto (inéditos): Mariana Godino
Doce minutos, ejercicio para el taller de escritura cronometrada y espontánea
Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos