Me pasa que cuando
escucho decir "seres", yo elijo de preferencia los
"estares" o los "estandos", porque entre tanto simbolismo
místico de randoneo, por ahí me espanto y vuelvo al nido, ahí, en el estar, como
anclaje del siendo, como apoyo.
No se trata solo de la
delicadeza de las plumas o del canto que a veces escuchamos, se trata de una
metáfora viva de la atención plena, de la importancia de estar completamente
presente.
Imagina por un momento
ser ese pájaro. Tu mundo se reduce a la calidez de los ramitos, a la textura de
tu nido. Tu mente no está volando hacia el pasado, o preocupada por el futuro, ni queriendo
provocar nada. Está aquí, ahora, sintiendo el viento, escuchando los sonidos
del bosque, protegiendo lo que más importa. Es una existencia sin
distracciones, una concentración pura en el momento presente.
Esta evocación nos
invita a encontrar ese nido dentro de nosotros mismos. A silenciar el ruido
exterior y el incesante parloteo de nuestra mente. Nos enseña a valorar la
seguridad y el refugio que podemos construir para nuestras propias ideas y
proyectos, a cuidarlos con la misma dedicación con la que un pájaro incuba sus
huevos.
En un mundo que nos
exige estar en mil lugares a la vez, el pájaro en su nido nos susurra una
verdad esencial: el verdadero crecimiento y la paz interior se encuentran
cuando nos enfocamos en lo que está justo frente a nosotros, en el aquí y el
ahora. Es un recordatorio sencillo, gentil y poderoso de que a veces, la mayor
aventura, es la de estar completamente presentes en nuestro pequeño y sagrado rincón.
En mi cuarto de estar,
en mi cuarta morada.
Texto cronometrado* y
acuarela (inéditas): Ruth Moratilla Sanz
*Ocho minutos, ejercicio
para el taller de escritura cronometrada y espontánea
Especial para Los
Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos