sábado, 17 de abril de 2021

Acerca de la improvisación

La idea de la improvisación, la mirada, la importancia de la acción y la no acción comienzan a aparecer, como bailando, me llevan a anotar la palabra responsabilidad, mientras se desprenden algunos interrogantes: ¿cómo proponer sin palabras?, ¿cómo poner en movimiento a un poema?

En los terrenos de la improvisación, hay cosas que cobran sentido y mucho valor y esto de “hacer cualquier cosa” puede, desde allí, comenzar a perfilarse como un plan consciente,  apertura, posibilidad, desarrollo, entrenamiento para estar presente, aunque los patrones instaurados empiecen a desgajarse lisos y llanos frente al inicio del viaje insondable que permite la atención entre el diálogo interno, para que soma-psique se fusionen y se rindan a lo inédito, lo impensado e inmediato que sucede con uno, con el otro, con un público en especial y con todo lo que rodea esa atmósfera. El disparador como tema, como puntapié clave para engranar y articular la historia y su desarrollo orgánico, donde algo lineal también se va orquestando. Improvisar ayuda a sobrevivir y entonces un nuevo y súbito interrogante aparece: ¿con la improvisación se puede dejar de sobrevivir para vivir? Todo parece indicar que en los sincronismos y en la suerte de causalidades están los tesoros escondidos, latentes posibilidades que se transforman en guía, señales, caminos hacia el sentir, ese habitar abierto, en mayor o menor medida, del día a día como puerta, como “sabiduría instintiva” como “información genética”… la simple y, a su vez, más alta labor de componer a partir de allí un proceso para fluir.

La sensibilidad, la percepción, la escucha, la atención intrínsecamente ligada a la honestidad y la honestidad siempre destacada por hacer y estar donde es necesario, me lleva a encontrar una punta del ovillo en la improvisación, al entender su función de abrir y disponer un mundo de sensaciones como acto concreto de su comunicación, una acción cinestésica muchas veces, que además permite oler un color, tocar una emoción, ver un sonido…la improvisación, parece ser, tiene suelo fértil en cualquier encuentro con lo recóndito de las cosas, con aquello que está reservado, escondido, que quizás no tiene nombre, o rostro o que tal vez sea tan redundante que no podamos reconocer su sentido en lo confuso e indefinido. Este devenir como un interminable venir de momentos, de movimiento, quietud y silencio, activos, receptivos, que ese ¨sí¨ no brota sin el conocimiento de esa, que soy yo misma en este caso, en ese infinito y continuo “conocerme” donde se moldean y se reconocen partes, pedacitos, fragmentos, recuerdos, anhelos que se irán uniendo en lo repentino e inmediato, en una forma de decir, de llegar, de quedarme, de captar sin la necesidad de inquirir, solo dejándolos ser, para incluso, en ese despliegue de un mundo variopinto, en el mejor de los casos entregar, invitar, observar, prender, despertar, inquietar, estimular, mover, ayudar, contribuir a otros hacia el recorrido de su propia improvisación-creadora.

 

Texto (inédito): Natalia Martyn

Imagen: Marina Pérez / www.marinaperez.com.ar

Especial para Los Verdes Paralelos y Los Verdes Platónicos