Taxacum Officinale es su nombre científico. Acá, en América del Sur, se le llama ¨diente de león¨, en otras partes ¨radicha¨ o ¨amargón¨ . En mi barrio, que va, en mi pueblo, le decimos ¨Panadero¨. Siempre es una grata sorpresa verlo volar y cada vez que esta roceta se nos presenta, es inevitable soplarla y hacer que sus pequeñas espigas queden suspendidas en el aire, manteniéndonos hipnotizados. Llegan flotando y parte del ritual es tomarlo, revisar si tiene su semilla, llamada ¨pan¨, sacarla, cerrar los ojos y ahí pedirle tres deseos, devolver la flor a su libertad a través del mismo soplido y quedar con la esperanza de que se nos cumplan.
Pasó mucho tiempo desde que yo hacía esto. Hoy, un pequeño panadero me dio su show personal: sobre un escenario de aguas cristalinas lo observé danzar, primero varios metros, casi hasta llegar a mí. Noté que sintió mi presencia y dando un giro en espiral se alejó. La puesta en escena fue perfecta, los últimos rayos del sol de la tarde dieron final a la obra. Ese atardecer fue Único, de esos que nos regalan las sierras cordobesas durante los días de abril.
Si encontrabas la flor amarilla, llamabas al pastor, anunciándole que se iban las cabras. Si la flor ya estaba seca en un pompón dorado, lo sacudías suave, nombrándolo ¨Tuquito de Pan¨. Sus semillas flotando en el aire inflaban el corazón.
Cumplir algún deseo. Si nacían en un jardín, era maleza. Si te sorprendían en tu camino al arroyo…era la fortaleza. Caminé por esas calles, como si fueran de tierra y, sobre el asfalto roto, un panadero solitario me sorprendió. Mientras lo soplaba solo pedí un deseo:
Seguir encontrándolos como semillas
En paracaídas, antes de llegar al suelo.
Textos: (inéditos): Gustavo Boulan y Silvia Chaher
Ilustraciones (inéditas): Irupé Roch
Especial para Los Verdes Paralelos y Los Verdes Platónicos