Es otoño, el rumiante avanza por el ocre, su roce en la pastura hace ver langostas como chispazos verdes. Oliendo la intimidad de la tierra busca comer y, mientras sucede, la belleza nacida del pelaje se dibuja exhalada en su bramido, un fulgor ascendente por sus cuernos que parecen sostener un ábaco invisible, silvestre, donde se engarza la lluvia de algún tiempo remoto.
Texto e ilustración (inédit@s): Irupé Roch
Especial para Los Verdes Paralelos y Los Verdes Platónicos