LO CIERTO ES QUE BUSTOS, PASA
SIN COMER NI BEBER -TAN SÓLO ESCRIBIENDO Y DESMAYÁNDOSE- VARIOS DÍAS CON SUS
NOCHES EN LA CALLE AGOTE.
Si volviera, olvidaría lo que fui, hoy incluido. Escalaría
sobre mí
sin hacer ruido, para que los fantasmas no despierten. Ya
no quiero
que hagan otro nido en mis sentidos parodiando ese que
fue y ya no es.
¿Qué si estoy arrepentido? ¡Y yo qué sé! Si no me acuerdo
de mí mismo. ¿Cómo era? Si solamente ella ocupa mis espacios conocidos,
me envuelve la cabeza en telarañas de recuerdos sin
presencia, pero vivos.
Y tan vivos, que los creo todavía vivos. Aunque no haya
nada.
Pero, saberlo no es alivio, porque, aunque nada haya,
necesito.
No hay mano a punto de tocarme, ni beso permitido.
Ni sonrisa que prometa el cuerpo que se ha ido
y que está comprometido ya con otro que la espera
y corresponde, como antes lo estaba con el mío,
pero más agradecido y sano, sin lastre ni memoria.
Todo premio. Sin castigo. Me he perdido tras su sombra.
Si volviera, si supiera volver, si lo quisiera, si
quisiera querer...
Pero, sin migas, piedras, hilo, que me faciliten el
regreso
Y… ¿a qué volver?, ¿y cómo?, ¿y para quién,
el desandar el laberinto que me lleve? O que me traiga,
mejor dicho.
¿Diría acaso “si volviera”, en algún otro sentido
que el del deseo de cambiarlo todo? Pero, ¿cómo?, ¿cuándo?,
¿dónde?, ¿de qué modo?... ¿Por qué me ha sucedido?
Si volviera, ¿sería capaz de no sentir amor, el que hoy
siento,
que, ajado y sin repuestos, me atrofia mente y cuerpo,
me niega nombre y apellido y condición, y me da miedo?
Si volviera, y eso no lo sé -que sí, que sí lo sé-, sería
el mismo.
Difícil de entender esto, lo mío. Si volviera, caería en
los hechizos
de la desmemoria, del olvido y todo ocurriría casi igual,
por ignorancia, por repetir el curso, por deseo.
O por necesidad, que es casi lo mismo, aunque se nombre
diferente
a lo demás. Y caminaría sin parar hasta encontrarla. Ella
en el verso.
Ella a pecho abierto. Ella en la mirada. Ella en el
verbo:
Amor y ella. Todo es ella. Ella, una y otra vez, por
todas partes,
en cada revolcón de mi cabeza, en cada madrugada en vilo
y sin ensueño,
y sin sueño ni equilibrio. Otro desmayo, pero tendido en nuestra
cama.
que no guarda recuerdos de la mezcla a su descontrol y el
mío.
¿Y después de ella?... Nada, ella todo el tiempo. Ella
pan, ella el azúcar, ella sal, ella el agua que me entra y que me sale. Ella
dolor, ella alegría.
Ella alimento, ella infinitesimal, esdrújula, aguda,
grave. Ella vocal.
¿Y vos…? A vos te hablo: ¿cómo estás? De mí sé poco y
nada:
que soy una tristeza continuada, que ni la almohada ya
soporta el peso de los dos siglos que he vivido,-de los dos milenios-, que anegaron
con todas sus ausencias mis cerebros, tanto el del lucha o
huye tan antiguo,
como el del siniestro traga
y calla, tan moderno.
Yo soy un silencioso, un hombre que se queda en la
penumbra,
que no quiere pelearle al sol un solo rayo. Y si
volviera, quizá, eso,
sí lo haría: un rayo de sol para llevar conmigo, que
pudiera guardarme
en el bolsillo del
mismo pantalón que me pondría para el viaje de regreso.
Si volviera. Pero vos… ¿Vos, volverías? No lo sé, todo es
una duda
no resuelta. Quizás no me comprenda nadie, por lo dicho.
Si me dijeran como vos: ¿querés volver? Contestaría, que
sí,
que quizás vuelvo. Pero no. Mejor no. Mejor no volvería.
¿Y si volviera ella y te lo pidiera?... La miraría con asombro
como siempre. No por sobre el hombro. Y sería lo que hoy,
frágil, espeso, sin sonrisa casi, poco alivio para el
mundo. Quieto.
Amor que el más amor dos veces hizo. Sí, lo haría. Pero
no…
Pero, entonces, ¿volvería?, ¿sí, o no?
¿No basta el yo que sé? ¿No
basta el qué sé yo?
“Noche 16” (Si volviera). A.C.B. Agote. Me estoy desmayando en nuestro
colchón, amor, volvé.
Desde Madrid, trigésima quinta entrega. Texto y
ficción (inéditos): Miguel Ángel Solá
Dibujo y diseño (inédito): Nicolás García Sáez
Especial para Los Verdes Platónicos y Los
Verdes Paralelos