EN EL LIBRO “NO CONOCÍ LA PAZ
HASTA QUE ME CASÉ”, ELISITA, YA CON 64 AÑOS, VIUDA ACAUDALADA COMO SU FINADO,
CUENTA MUY POR ENCIMA CIERTA VIDA DESATINADA QUE LLEVARA EN SUS AÑOS MOZOS, Y
EL RECUERDO QUE DE ELLA DEJÓ PLASMADO UN POETA “LOCO” –A.C.B. SON SUS INICIALES,
COMENTA SIN NOMBRARLO-, QUE PERDIÓ LA CABEZA POR ELLA Y CASI LA VIDA.
Pasa el día. Pasa el tiempo.
Paso yo,
abandonado desde ayer al
"qué me importa".
De tanto en tanto: ganas de
algo; poca cosa...
Nada en especial, digo, nada
que yo ignore:
un abrazo cualquiera; una mano
entre las piernas,
eso que no hay ni habrá, parece...
No busco nada -eso me pasa-,
y espero que suceda eso que no
pasa, que ya no...
La mirada oscila entre el miedo
y el techo.
Hacia atrás la cabeza, el
pasado avanza...
No me engañes -ya olvidaste; ya
no sos-,
lo que queda de vos es la
tortícolis.
La caricia humana, pienso, -y
hasta eso es discutible
en este absurdo estado de las
cosas-,
es necesaria como el agua.
Ella no vuelve.
Insoportable y quieto me
consumo.
Me mantengo encandilado ante la
puerta, y... nada.
Nadie quiere.
Nadie pone sus ojos. Ni sus
labios. Ni sus ganas.
No podré, por mucho, ignorar
esa ventana...
Sin embargo, de olvidados como
yo esto está lleno,
repleto hasta la angustia. ¿Y
si volviera...?
Ella no vuelve.
Repetílo.
Ella no vuelve.
Repetílo.
“Noche
Desde Madrid, trigésima cuarta entrega. Texto y
ficción (inéditos): Miguel Ángel Solá
Dibujo y diseño (inédito): Nicolás García Sáez
Especial para Los Verdes Platónicos y Los
Verdes Paralelos