domingo, 5 de abril de 2020

Quedate pero no tanto


                                                   
                                                   
                                                   

                                                     


                                                   
 Entre el pandemonium virtual de los wasaps  aparecieron estos collages elaborados con una mirada intensa y muy crítica hacia esta cuarentena obligatoria que estamos transitando todas y todos. Su autora es Carolina Montrasi,  nacida en Buenos Aires, Licenciada en Trabajo Social (UBA), quien además estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredon y tiene una relación muy estrecha con el cine. La escuchamos:

¨ Mi abuelo paterno fue quien introdujo en nuestras vidas el Séptimo Arte. Fue él,  José Montrasi, quien,  a través de su trabajo, que era el de  proyectar películas en los cines, comenzó a desarrollar un oficio muy particular. Conociendo de qué se trataba, por manejar estos equipos, se dedicó a la reparación de estos proyectores de cinta y así armó su local-taller en el barrio de Congreso, en la calle Alsina de la ciudad de Buenos Aires. Allí no solo reparaba, también llegó a crear una máquina  mejorada para la proyección: solo había dos personas en aquella época y en todo el país que se dedicaban a esto, mi abuelo y su socio. Mi abuelo Pepe, así lo llamábamos, reunía a toda la familia en su casa y proyectaba películas en la pared del comedor…aquellos eran momentos inolvidables. Con el correr del tiempo y el avance de la tecnología y la era digital, se rehusó a sumarse a este nuevo mundo, en el cual sus proyectores empezaban a ser obsoletos o piezas de museo. Dejó de ir  a su trabajo, pero el  local seguía intacto, no quería que nadie lo toque y en la familia siempre se respetó eso.

            Mientras tanto mi padre y mi tío avanzaban en sus propios proyectos. Mi tío armó dos estudios de filmación, uno en la ciudad de Buenos Aires y otro en Montevideo.  Mi padre y mi hermano armaron un estudio de sonido que llegó a ser el único en obtener la licencia de Dolby Digital Sound.  Fue cuando comencé a cursar mis estudios universitarios que empecé a frecuentar  el taller de mi abuelo, convirtiéndolo en mi guarida, quedaba cerca de la facultad así que pasaba allí mucho tiempo estudiando o pintando, rodeada de ese olor tan particular a cosas viejas con mucho que contar. Era un sitio especial para mí. Mi abuelo había dejado de ir hacía tiempo, lo invadió la tristeza y la nostalgia, se alejó de ese mundo y fue enfermando hasta dejarnos. Fue entonces que pudimos  vaciar su espacio, recuerdo ese día como si fuese ayer, tengo muchas de sus cosas conmigo, así siento cerca a ese hombre tan particular que solo quiso conservar el auge de un momento tan mágico para él como intocable.

En mi familia crecieron alrededor de la industria del cine, sobre todo en el ámbito de la producción y post-producción audiovisual, cocinas de muchas películas y documentales que me permitieron conocer el gran laburo que hay detrás de cada historia contada. Tuve la posibilidad de participar como extra en la filmación de la película “El Desvío” y conocer aún más la realización y producción de lo que querían contar.

Como trabajadora social, transité mi ejercicio profesional en diferentes instituciones del ámbito estatal de la ciudad de Buenos Aires y partido de Avellaneda. Mi último trabajo, antes de partir de allí, fue en la guardia médica de un hospital público, al que luego de unos años decido renunciar para ir detrás de un proyecto de vida que venía gestando hacía tiempo.  Hace ocho años  emigré de la ciudad donde nací para instalarme en San Marcos Sierras. ¿La razón? Encontrarme  con otros ritmos, no solo en mi vida cotidiana, sino también con mi propio ritmo físico, creativo, espiritual, social, profesional, ritmo que solo podría identificar rodeada de calma, naturaleza, espacio y lejos de tanto ruido y consumo, competencia y soledades encontradas. Me desempeño profesionalmente aquí, aprendiendo mucho de otro contexto socio político y, como lugar donde desarrollar mi arte, se abrió un universo en cuanto al crecimiento creativo. Como artista plástica participé en la realización de algunos murales y exposiciones colectivas, ilustraciones en revistas del ámbito local y artístico y en una propuesta de taller creativo en artes plásticas, en un centro cultural, que es mi actual lugar de residencia.

Arte y Cuestión Social hoy, en mi mundo, van de la mano. En esta coyuntura covídica no puedo no dejar salir y expresar tantos sentimientos encontrados.  Con respecto a la gente que debe “quedarse en casa¨, en un mundo tan desigual solo confirma lo tirano y avasallante  de este sistema  que todos alimentamos y del que inexorablemente somos parte. Quedarse en casa, en una sin paredes, sin espacios diferenciados, carente de todo lo necesario para quedarse.  Quedarse en casa con hambre, miedo, con violencia y abusos, sin sueños…solo suma injusticia, individualismo, no hay libertad en esas acciones ni ninguna clase de superación personal. Invisibilidades, invisibles, abandonados, con una “solidaridad social” que los desconoce, o que los utiliza. Quedarse en casa  para ellos es la misma desidia, todos los recursos que puedan obtener para sobrevivir están afuera, sus gritos pueden escucharse solo afuera, puertas adentro puede transcurrir el mismo infierno.


El Estado, que siempre intervino en sus vidas considerándolas del ámbito público y afirmando tener todo el derecho de estar ahí porque por su condición  de pobreza y  marginalidad es “necesario¨, indica qué hacer y cómo vivir, demostrando que ellos, los invisibles, nunca podrán alcanzar lo que el resto de la sociedad ya tiene. Un estado y una sociedad que invaden, atropellan, imponen, juzgan, omiten,  asisten y agreden a los sin voz. Hoy les sueltan sus manos, la única que a tientas sostenían por funcionalidad, hoy, por indiferencia y apatía, las sueltan y les dicen que se queden en casa. Viene bien el encierro,  es conveniente en tiempos de  “bendita pandemia”, que no se vean, que no se escuchen.  Y así aislamiento es igual a abandono,  pero en este contexto, con una buena excusa, dicen, por una buena causa. Solo la organización social y comunitaria son el recurso para sobrevivir.