Entre el pandemonium virtual de los wasaps
aparecieron estos collages elaborados con una mirada intensa y muy crítica hacia
esta cuarentena obligatoria que estamos transitando todas y todos. Su autora es
Carolina Montrasi, nacida en Buenos Aires, Licenciada en Trabajo Social
(UBA), quien además estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano
Pueyrredon y tiene una relación muy estrecha con el cine. La escuchamos:
¨ Mi abuelo paterno fue quien
introdujo en nuestras vidas el Séptimo Arte. Fue él, José Montrasi,
quien, a través de su trabajo, que era el de proyectar películas en
los cines, comenzó a desarrollar un oficio muy particular. Conociendo de qué se
trataba, por manejar estos equipos, se dedicó a la reparación de estos
proyectores de cinta y así armó su local-taller en el barrio de Congreso, en la
calle Alsina de la ciudad de Buenos Aires. Allí no solo reparaba,
también llegó a crear una máquina mejorada para la proyección: solo había
dos personas en aquella época y en todo el país que se dedicaban a esto, mi
abuelo y su socio. Mi abuelo Pepe, así lo llamábamos, reunía a toda la familia
en su casa y proyectaba películas en la pared del comedor…aquellos eran
momentos inolvidables. Con el correr del tiempo y el avance de la
tecnología y la era digital, se rehusó a sumarse a este nuevo mundo, en el cual
sus proyectores empezaban a ser obsoletos o piezas de museo. Dejó de ir a
su trabajo, pero el local seguía intacto, no quería que nadie lo toque y
en la familia siempre se respetó eso.
Mientras tanto mi padre y mi tío avanzaban en sus propios proyectos. Mi tío
armó dos estudios de filmación, uno en la ciudad de Buenos Aires y otro en
Montevideo. Mi padre y mi hermano armaron un estudio de sonido que llegó
a ser el único en obtener la licencia de Dolby Digital Sound. Fue cuando
comencé a cursar mis estudios universitarios que empecé a frecuentar el
taller de mi abuelo, convirtiéndolo en mi guarida, quedaba cerca de la facultad
así que pasaba allí mucho tiempo estudiando o pintando, rodeada de ese olor tan
particular a cosas viejas con mucho que contar. Era un sitio especial para mí.
Mi abuelo había dejado de ir hacía tiempo, lo invadió la tristeza y la
nostalgia, se alejó de ese mundo y fue enfermando hasta dejarnos. Fue entonces
que pudimos vaciar su espacio, recuerdo ese día como si fuese ayer, tengo
muchas de sus cosas conmigo, así siento cerca a ese hombre tan
particular que solo quiso conservar el auge de un momento tan mágico para él
como intocable.
En mi familia crecieron alrededor
de la industria del cine, sobre todo en el ámbito de la producción y
post-producción audiovisual, cocinas de muchas películas y documentales que me
permitieron conocer el gran laburo que hay detrás de cada historia contada.
Tuve la posibilidad de participar como extra en la filmación de la película “El
Desvío” y conocer aún más la realización y producción de lo que querían contar.
Como trabajadora social, transité
mi ejercicio profesional en diferentes instituciones del ámbito estatal de la
ciudad de Buenos Aires y partido de Avellaneda. Mi último trabajo, antes de
partir de allí, fue en la guardia médica de un hospital público, al que luego
de unos años decido renunciar para ir detrás de un proyecto de vida que venía
gestando hacía tiempo. Hace ocho años emigré de la ciudad donde nací
para instalarme en San Marcos Sierras. ¿La razón? Encontrarme con otros
ritmos, no solo en mi vida cotidiana, sino también con mi propio ritmo físico,
creativo, espiritual, social, profesional, ritmo que solo podría identificar
rodeada de calma, naturaleza, espacio y lejos de tanto ruido y consumo,
competencia y soledades encontradas. Me desempeño profesionalmente aquí,
aprendiendo mucho de otro contexto socio político y, como lugar donde
desarrollar mi arte, se abrió un universo en cuanto al crecimiento creativo.
Como artista plástica participé en la realización de algunos murales y
exposiciones colectivas, ilustraciones en revistas del ámbito local y artístico
y en una propuesta de taller creativo en artes plásticas, en un centro
cultural, que es mi actual lugar de residencia.
Arte y Cuestión Social hoy, en mi
mundo, van de la mano. En esta coyuntura covídica no puedo no dejar salir y
expresar tantos sentimientos encontrados. Con respecto a la gente que
debe “quedarse en casa¨, en un mundo tan desigual solo confirma lo tirano y
avasallante de este sistema que todos alimentamos y del que
inexorablemente somos parte. Quedarse en casa, en una sin paredes, sin espacios
diferenciados, carente de todo lo necesario para quedarse. Quedarse en
casa con hambre, miedo, con violencia y abusos, sin sueños…solo suma
injusticia, individualismo, no hay libertad en esas acciones ni ninguna clase
de superación personal. Invisibilidades, invisibles, abandonados, con una “solidaridad
social” que los desconoce, o que los utiliza. Quedarse en casa para ellos
es la misma desidia, todos los recursos que puedan obtener para sobrevivir
están afuera, sus gritos pueden escucharse solo afuera, puertas adentro puede
transcurrir el mismo infierno.