Para analizar el tiempo actual, hay que llevar adelante
una labor como la del artesano, que logra ir uniendo con cierta destreza y
creatividad elementos heterogéneos. Es un trabajo hermenéutico sobre la perplejidad
de lo real y sus múltiples apariencias: el lenguaje, la creación de
conocimientos, la producción económica, el trabajo, la salud, la educación y
los vaivenes gubernamentales entre otras cosas.
En la Naturaleza, cuando se abre la tierra, va formando
un pasaje estrecho cuyo vacío marca la separación de la capa que antes estaba
unida, este fenómeno producto del movimiento, no suele ser usual pero si muy
temido, porque al desplegarse arrasa con lo que está a su paso. Las aperturas y
los desprendimientos en el terreno de las ideas pueden (o no) ser diferentes, pues
en algunos casos marcan divergencia y desacuerdo.
La grieta política en nuestro país es tan picante como el
fruto del aguaribay, pero al igual que este árbol crece con mucha velocidad
y se ajusta con destreza o facilidad a espacios, en apariencia, distintos.
Si bien no lleva mucho tiempo, es una
constante que se ha trasladado desde la discusión en medios de comunicación
hasta cafés y reuniones familiares o de amigos. Tal como las dos caras de una moneda
que viven opuestas en una misma unidad, la disputa está formada por dos
posiciones diferentes pero que en puntos muy importantes no se separan tajantemente:
Una podemos decir que es la corriente
liberal o de derecha, que se asocia a la defensa de la
propiedad privada por sobre la pública. Aliada generalmente a
los lineamientos de Estados Unidos y los focos más conservadores de la rancia
Europa o de la imponente Asia, por citar solo a tres, porque son innumerables los ejemplos y
marcan el camino a seguir desde el libre comercio globalizado.
La
otra es la corriente progresista, que ha presentado ciertas ideas alternativas de unidad, incluso en lugares fuera de estas esferas regionales, pero aún no muestra dentro de sus acciones
concretas un debate más medular sobre las condiciones de vida y la concreción
de los derechos territoriales de los pueblos originarios, por ejemplo, más allá que el Zapatismo ha ido creando cierta tibia base ideológica que es seguida y venerada por
algunos integrantes de esta línea política, aunque es curioso, porque una de las premisas fundamentales de los zapatistas es la
huida total, absoluta, de todo partido político, a los que consideran caldo de
cultivo de todas las corrupciones.
Con respecto a la pandemia mundial, si bien han mostrado algunas diferencias, las soluciones siguen siendo
entendidas parcializando la realidad, como si la salud no fuese parte de un
sistema social con misceláneos ribetes. Así mismo se piensa dentro de la
globalización en la que está inmerso el mundo, (con las preocupaciones
económicas propias del capitalismo) sin detenerse del todo en las
particularidades de nuestro contexto.
Los que cuestionan hoy al gobierno de turno por la ¨prioridad” en el cuidado de la salud y la vida de los ciudadanos, piden hacer hincapié
en la economía. Estos se ubican del lado
liberal de la grieta, ellos sólo aceptan ser subvencionados de modo similar al que se socorre a un grupo de personas sin recursos, mientras dure la crisis
mundial, sino no perciben este sentido de igualdad. Es así que habilitan el rol
del estado como cuidador, mientras sea garante de su continuidad y
no se convierta en enemigo de sus fuerzas productivas.
El lado más progresista vislumbra en la presencia del virus cierta
igualdad, ya que afecta a todos de la misma forma. Casi ingenuamente pareciera
percibirse que las consecuencias del aislamiento son idénticas en todos los
casos, sin ahondar demasiado en un análisis sobre la estratificación social y
territorial ya existente.
Esta situación de excepción, que hace a
la suspensión temporal de muchos derechos, llama a tener cautela sobre los discursos dominantes en estos momentos, vengan
desde el lado político, científico, epidemiológico o económico.
En ambas visiones de la grieta hay desde
vertientes más radicales o reaccionarias, a otras con mayor apertura al diálogo. Lo que si se
observa es que no aparenta estar en discusión, en ninguna de las dos posiciones políticas,
el trabajo en las minerías, por ejemplo, ni la presencia de multinacionales que terminan
regulando la producción agrícola. Mientras tanto existen otros sectores
como los trabajadores de espacios
recuperados, exploradores de la
agroecología, grupos de artistas independientes,
colectivos de autogestión, redes que
ejercen su labor sin patrones o bien los que viven evitando acostumbrarse
a pensar solo desde el binomio político, personas que forman parte de una inmensa diversidad
existente, y que no se incluyen en algunos de los dos lados de
esta oposición.
Estas doctrinas llevan a conceptualizaciones que marcaron ciertas épocas de nuestra historia, las que no terminan de
ampliarse ni reconfigurarse, a pesar de que ambas visiones tienen sus asesores
ilustrados. A su vez hay que destacar que estas dos miradas no se muestran
absolutamente contrapuestas cuando terminan acordando con el sistema económico
mundial, ya que el neoliberalismo pulula
de fondo con sus propios propósitos.
Los intelectuales que se suman a ambas
partes son en algunos casos respetados por su formación y solvencia académica, pero también pueden terminar agudizando su oído y adhiriendo a determinada
corriente, idealizando sus
supuestos y tratando de encontrar una
justificación intelectual para ella. Sin
embargo las ideas no pueden ser un lenguaje quieto, más allá de lo efímero de
las palabras. El trabajo intelectual debe tratar de desligarse de
la amnesia política, que lucha porque sus pensamientos no sean cuestionados. Aunque uno choque con cierta molestia, los interrogantes hay que mantenerlos
ya que los criterios cerrados no proyectan nuevas perspectivas de vida.
Los fines de la actividad política deben
estar más enfocados en las particularidades del contexto social, político, económico,
cultural, y no a lo que se pueda definir en oficinas informativas,
promocionadas por empresas con intereses particulares. Es incluso paradójico que la falta de profundidad en muchas iniciativas políticas no sea analizada
por los medios de comunicación más
masivos, como un efecto simbólico de la superficialidad
posmoderna, al contrario, la promocionan porque lo banal y lo anecdótico son
casi materia de culto.
Fuera de lo que muestran las urnas que
han pasado por derrotas o triunfos para los dos lados y por encima del contexto
latinoamericano que devino en situaciones similares, es importante rescatar la
coyuntura constitucional que los sostiene, por sobre los intereses sectoriales.
Por eso es substancial, dentro de los
márgenes democráticos, abrir ventanas para que los pensamientos no se queden
enfrascados en posturas intransigentes y así sirvan para plantear estrategias al
margen de los horizontes conocidos.
Además es imprescindible volver sobre la
escritura y la lectura amasando las palabras, como lo hace el alfarero con la
arcilla. Moldeando cada respuesta a la
luz de la propia interpelación, porque falta
escribir un proyecto político novedoso que abarque
nuevas aristas del contexto social y se focalice en otros sustentos
ideológicos. Con un lenguaje y forma de
nombrar las cosas lejos de la lógica neoliberal, para que cuando hablemos de
humano, no lo hagamos antecediéndole la palabra recurso o capital.
Quizás deberíamos aprender de Juanele,
el poeta del río, uno de los entrerrianos más cultos, quien visitaba a Juan
José Saer ,otro gran escritor y habitante de la otra costa del Paraná, llevando
entre otras cosas una bolsa con libros. Dicen que iba con material para dialogar,
porque se tomaba en serio hasta a los
amigos, que nunca pusieron en duda su erudición. Él sabía que el conocimiento merece desvelos y que no todas las contiendas hacen ruido, porque
las que se dan con los libros no buscan publicitar escándalos, sacuden a sus
lectores desbarrancando conjeturas y desgranando palabras para pulirlas después,
en el rostro frío de la cotidianidad.
Olga Barzola
Olga Barzola
Especial para Los Verdes Paralelos y Los Verdes Platónicos
Pintura: Lía Ferenese