"¡Soy víctima; no victimario! Estoy pagando el alto precio de
imaginar hasta la creación. No. No soy Dios... Sí, lo más parecido. La realidad
no es mi terreno. Mi reclusión no es gratuita; mordí el fruto de lo prohibido,
y por eso ésta condena. Usted me pregunta sobre Bustos, pero habiendo tomado ya
partido. También usted se inclina a creer que soy a quien denuncian como
perseguidor de ese supuesto canario que
escapó por la puerta abierta de una jaula. Esa jaula fue mi cerebro, señor. Un
cerebro tan poderosamente perfecto que sopló e hizo la vida, o sea: también la
puerta. ¡Claro que no deseé jamás que "eso" a lo que usted y otros
llaman Alberto Carlos Bustos prescindiera de mi guía; y de "eso"
ustedes son los responsables!. Fueron ustedes los que decidieron : "habla
solo, piensa solo, siente solo, escribe, compone, actúa, pinta, adoquina, ama,
investiga, toca, huele, escucha y sabe por sí mismo... ergo: es un genio, es un
dotado, es un adelantado a su tiempo y es de carne y hueso y sangre". Ustedes,
señores, los que, sin medir consecuencias, le otorgaron todo aquello que me
pertenece. Ustedes, los que hicieron una cirugía delicada y separaron mi obra-
no un libro, no un cuadro, no una partitura, sino la totalidad humana-, de mi
persona y crearon un Frankenstein. No conformes con ello, ahora están diseñando
la aureola de un mártir sobre su testa. ¡Un héroe cotidiano, Alberto Carlos
Bustos...! ¡Faltaba más...! ¿Un “perseguido”, el simple soplo de esta fantasía
mía que sufrió un trasplante equivocado. ¡Qué canallada! Pero, ¿ qué se puede
esperar de la chusma? ¿Qué se puede esperar de la sarta de mediocres y cobardes
que necesitan imperiosamente de alguien que traslade a la existencia lo que son
incapaces de generar ellos mismos? Asumo que el destino de los genios siempre
ha sido adverso en cada tiempo que los vio nacer y morir y que sólo la
posteridad nos está reservada. Confío en ella; aunque los frutos del hoy... los
frutos del hoy.... Vuelva otro día. Ahora necesito pensar. No. Mejor no vuelva
más. No me resulta simpático usted, ahí, tomando notas... Tampoco vislumbro en
su cara el menor atisbo de inteligencia. A distancia se nota que usted prefiere
rastrear en el agua señales que indiquen que por allí pasó Bustos, ergo: una
costilla de mi imaginación. ¡Váyase...! Los necios me saturan. ¡Imbéciles!
¡Enfermero! ¡Ayuda! ¡Este individuo me quiere violar! ¡Ayuda! ¡Socorro!...”-
(Sobre Pep Martell, según el periodista
Juan Monge. Clínica Psiquiátrica Fortuna. Febrero. 1963. La Calle. Nª106
Estás enloqueciendo lentamente.
La muerte es ya más cerca.
Horas, días, meses, años, da lo
mismo:
ya es presente, ya es ausencia
de vos.
¿Qué espanto te hace muecas?
¿No sos lo que quisiste?
¿No hiciste lo que Dios dijo
que hicieras?
De a partes te perdiste
en sueños, envidias y quimeras.
¿Acaso amaste más cuando
pudiste?
¿Acaso menos en medio de la
hoguera?
Quemándote los pies: ¿acaso
maldecías
a quien te diera vida?
¿En qué pensabas cuando fingías
sí,
sintiendo no?
No sé si es vocación, o
esquizofrenia
del arte del tablón, o la
miseria
de no saber quién sos.
Por eso la locura. Por eso la
tristeza.
Por eso lo insondable.
Por eso esta tragedia de la
espera quieta,
atormentada mueca amarga
-por el dolor de no existir-, de
oreja a oreja.
¿Que la muerte te tenga
compasión y no te lleve...?
¿Que faltan tantas cosas por
hacer...?
¿Que con un tiempo más...?
¿Que la felicidad te espera...?
¿Dónde...?
Que si tal vez, un hijo...
¿Cuándo...?
Si una mujer pudiera...
¿Cómo...?
Si un amigo
Si yo...
Si vos...
Si Dios...
¿Hay alguien que me escuche...?
“¿Hay alguien que me escuche?” (A Pep Martell) de Alberto Carlos Bustos. Córdoba 1964.
Desde Madrid, décima entrega / texto y ficción (inéditos): Miguel Ángel Solá
Dibujo (ed. b&n, inédito, a sus 8 años): Nicolás García Sáez
Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos