Anselmo Arrieta –guitarrero, payador
y duelista de la copla improvisada-, intenta describir en su "Milonga
de El Triste", a quien conociera bajo el nombre de Alberto Carlos
Bustos, en los pagos de Adrogué (provincia de Buenos Aires). He aquí seis de
los sesenta y nueve versos que le dedicara:
-"(...) Era de "El
Triste" el acero / más mentado de sus pagos / Y en esos días soleados / en
que tereaban los teros, / quien se atrevía a vistearlo, / resultaba destripado...".
Esta imagen no concuerda, de hecho, con la
bonhomía natural de Bustos; aunque nos remitiría sí, a un homónimo que bien
podría ser el descrito por Jorge Luis Borges a Rodolfo Braceli. En otros
versos, el mencionado Arrieta habla de su "tez cetrina" y su "diestra
relampagueante", cuando todos los datos que aporta Isidro San Juan
-compañero adoquinador de Bustos-, lo pintan como “un hombre de
características arias; zurdo en su habilidad manual; de una estatura lindante
al metro ochenta y de pelo castaño claro y raleado”. Arrieta lo sindica en
cambio como -"...retacón como puerta e' gallinero..."-, y de: "...pelo
negro ensortijao, con facón habilitao, para hacer tientos de cebra, del malevo
más pintao..."***.
*** NOTA DEL AUTOR INNUMERADA:
El último verso indicaría que don Anselmo bien pudo haber visitado un zoológico
o haber incorporado al acervo local un tipo de equino facilitado por un libro
de ciencias naturales, dado que no es común introducir en el canto popular del
sur argentino a ejemplares no autóctonos de la fauna patagónica.
Amancay Losa, oriunda de
Corrientes, ex-municipal y, años más tarde, primera vedette del teatro Maipo de
la Capital Federal, dice de Alberto Carlos Bustos: -" (...) Siempre me
atrapó su sonrisa embrujada. Mostraba sus dientes y yo quería convertirme en
bife de chorizo. Era un hombre mayúsculo en su sentir y hablador como pocos.
Fácil de querer, y maravilloso compañero en el trabajo. ¿Cómo hacer para no
aparearse a su alma y a su cuerpo...? Sólo una muerta podía...
Revista
"Vea y lea" Nº 134. ("Amancay desnuda sus sentimientos").
Febrero 1958.
Pequeña, huele a nube que se
entrega
a empapar de primaveras viejos
pastos…
Vaguada, manantial, torrente o
lago,
se derrama y lo que bebo
sabe a siempre y a milagro…
Descreo que en un tiempo fuera
barro,
polvo y agua entremezclados
por el viento de los hados,
que jugaban a ser libres,
y a crearnos, y a encontrarnos…
Por la zona del ensueño bajé
hoy,
a buscar de mí lo eterno…
Sólo el grito de la especie
le abre en surco el interior,
se hace luz, y yo...
Despierto, en los umbrales de
mi otoño,
entre olores concebidos
por el ánima del sueño…
El silencio de la noche
se hizo hueco y fue mujer,
labios, piel, gemidos...
Bañada en flujos cálidos mi
boca,
silabea gota a gota, lo que
escribo.
Descubro mi sonrisa y luego
digo:
-“Viejo loco, bajó un ángel,
y vos estabas dormido”.
“Zona del ensueño”.
Urbana de balada. Letra y música de Alberto Carlos Bustos. Goya. 1948.
Desde Madrid: duodécima entrega, texto y ficción
(inédito): Miguel Ángel Solá
Dibujo (inédito, fragmento, a sus 7 años): Nicolás
García Sáez
Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes
Paralelos