Dar la cualidad de bondad a una relación de poder y así enfatizarla, es algo que está presente en los vínculos humanos más y menos próximos. Ya en las familias y escuelas profundizar la asimetría, sostenerla y enseñarla es una práctica sistemática, donde no hay espacio para el cuestionamiento y lo ya establecido. Si a esto le sumamos la cuota moral, aparece la premisa "ser obediente es ser bondadoso" y quienes detentan el poder son los celadores de tan preciada virtud y también quienes la otorgan.
Este mecanismo es optimizado, llevado a niveles muy sutiles, capaces de reforzarlo en las estructuras de nuestro sistema democrático, recreándolo una y otra vez. Quienes nos representan pocas veces esbozan algún acto coherente, generoso y responsable, pero, curiosamente, eso basta para que grandes multitudes de ciudadanos nos sintamos contenidos por o frente a las contadas ocasiones en las que, cada tanto, aparece ese ¨gesto de amor al prójimo¨.
A los más cercanos, a nuestros seres queridos, solemos pedirles todo, o casi todo, y apenas no cumplen con nuestro inagotable capricho o nuestra desmesurada exigencia, les bajamos el pulgar, los castigamos, o suponemos que los castigamos con nuestra calculada, acomplejada y aniñada indiferencia, los apartamos a un lado. Pero a ellos, a los políticos que, al fin y al cabo, son empleados nuestros, les pedimos poco y nada y los tipos, por lo general, esto ya es sintomático e infantilmente instaurado, nos dan menos que nada mientras siguen facturando como jeques. Y entonces seguimos festejando o perdonando cada disparate que enuncian, provocan, realizan o no realizan. Lejos de perturbarnos o incomodarlos nos encontramos hoy pidiendo permiso por nuestros derechos esenciales.
Dar la cualidad de bondad a una relación de poder, y así enfatizarla, es peligroso, seguir empastados allí, viviendo ese pseudo romanticismo es, a corto o largo plazo, lo que hace meses se viene traduciendo en control.
Irupé Roch
Especial para Los Verdes Paralelos y Los Verdes Platónicos
Pintura: Iva Blanc