Cuando canta un chogüi algunos recuerdan la
historia del niño que murió en brazos de su madre y se convirtió en pájaro. Si
su trino se escucha de fondo, mientras suena un arpa paraguaya, el mundo entra
en una huelga muy breve, hipnotizado por tan bella fusión. El campo suele tener
sonidos ásperos, pero Arnaldo Calveyra supo rebautizar su eco en expresiones,
poemas que arrojan colores, olores, murmullos, palabras que abrigan nuevas percepciones y deshacen
por un momento el alfabeto para reescribirlo en una lengua polifónica, la de la
tierra que habla de marrones, verdes, amarrillos, azules... tomando prestada un
ratito su voz.
En estos días, atravesados por la trama mundial pandémica,
cargada con registros de afectados,
muertos, cifras que abren las puertas para contabilizar despojos, miedos,
sospechas, despedidas o desgarraduras internas producto de la falta de
intercambio social, aparece El Bálsamo, El Verdadero Salvador del ¨mientras
tanto¨, la herramienta
liberadora para mitigar tanto encierro obligatorio. Esta escena, marcada en su inmensa mayoría por la
autogestión, mueve la brújula global y
sensible mientras, al mismo tiempo, y en pleno 2020, continúa pensándose a éste, uno de los pivots
más importantes del mundo,
como un trabajo improductivo, menguando su valía descaradamente. Estamos
hablando de las y los trabajadores del Arte y la Cultura.
Es así que estos artesanos de lo sensible siguen
desenvolviéndose en un campo adverso e inestable. Laboralmente se atienen
muchas veces a lo inconstante y muy mal pago, si es que hay algún tipo de pago,
lo que hace insostenible económicamente su tarea o su vida a corto, mediano y
largo plazo. Y sin embargo ellos siguen trabajando. ¿Por qué lo hacen?
Seguramente no es por el desmerecimiento y escaso respeto al quehacer que llevan a cabo, esto sucede desde el principio de los tiempos. La mayoría de los artistas
terminan dedicándose a labores relacionadas con la enseñanza, o eligen desempeñarse
en forma independiente, en este último caso deben encontrar otras fuentes de
ingreso para sostener sus proyectos creativos.
La pregunta que supera al millón: ¿Por qué si el Arte
es algo imprescindible, un medio esencial para enriquecer la vida de quienes
vagamos en este planeta, no llega nunca a ser recompensado como un medio fijo
de subsistencia?
La precarización existente en el terreno de la Cultura
da cuenta de la falta de reconocimiento que expresa la clase política y
empresarial en relación a lo medular del papel del Arte en lo social. El
colectivo de poetas, cuentistas, novelistas, actrices, actores, músicos,
cineastas, dramaturgos, pintores, escultores, bailarinas, dibujantes, editores autogestivos,
etcétera, etcétera, es una maquinaria súper empática con lo humano, que
respira siempre agónica mientras espera una solución para que su precarización
laboral no sea endémica y no se la siga
situando en una franja de debilidad, ante un sistema que le permite muy escasa
influencia y solo acude a ella, con cuentagotas y favoritismos, cuando necesita
oxigenar la tierra que caminamos, exigiéndole, encima, que sostenga tenazmente y no deje caer de la telaraña a
los desprevenidos viajeros que, en este caso, no esperábamos ni deseábamos el
aislamiento obligatorio.
El generar acervos culturales sigue siendo una decisión
política, como también la de solventarlos. En ese sentido es urgente que se
apoye el quehacer artístico porque no se puede seguir perdiendo la conexión
ardorosa y entusiasta que despliegan estos seres altruistas con nuestras vidas.
Somos mejores personas después de asimilar su trabajo y luego, gracias a eso,
podemos expresarnos en diferentes formas. Hay que desmitificar de una vez por todas su gratuidad. Se puede
crear en soledad, pero esto no termina siendo una práctica aislada, convoca a
comunicar a la comunidad y puede ser disfrutado sin
distinción de edad. El Arte y la Cultura son un derecho de todos y todas, no un
privilegio de y para cierto sector.
Las producciones culturales no tienen la labilidad de la moneda, que
pierde su valor muy rápido. Van más allá de su propio tiempo, por eso aún podemos
seguir enterneciéndonos con, por ejemplo, los frescos del reconocido Goya, las silentes historias del cine mudo, la militante poesía de Mayakovski o los maravillosos acordes del muy mimado Piazzolla. Su afán por regarnos de Belleza se anuda en esa mirada que
ingresa en la travesía existencial y convoca a desconfiar de las verdades
inmutables, porque su epicentro está en aquellos escenarios donde las tablas marean
la matemática y los relojes. Funciona como el niño sabio que incita a recontar la
historia con otras impresiones, a pesar del vértigo que produce quitarle a las
normas su valor archimentado. El insólito devenir de lo
artístico no tritura la realidad, la enriquece, le da vuelos, la cuestiona, le
presta unos prismáticos que pueden parecer martillazos destructivos, pero no
son más que nuevos amaneceres. Su amplísima visión del mundo viene
multada con infracciones varias por considerarlas imprudentes, a pesar de que,
muchas veces, sus golpecitos son sutiles como las gotas de agua que caen
cautelosas de los árboles, después de una lluvia intensa. Pedagogía que nutre y
enriquece, que toma distancia de la rutina y se adhiere a lo más profundamente
humano, salpicando nuestra sensibilidad con los pigmentos de su inagotable
curiosidad.
Las expresiones
que producen quienes son bendecidos entre la enorme borrasca se aprecian
en distintas formas: sumergidas en lo
excepcional, en rostros regados de
lágrimas o bien completos de alegría, su impacto en nuestras emociones nos enardece
de entusiasmo o dramatismo, porque exalta las sensaciones y se empapa en ellas
sin más consentimiento que el beneplácito de quien lo siente. Es, por sobre
todas las cosas, algo vivencial, nos pasa también por la epidermis. Ellos lo saben. Y por eso
siguen brindándonos su tiempo, su energía, gran parte de su vida.
La matriz artística es una fuente valiosa para rescatar
a personas que han sido excluidas dentro del tejido social. Prueba de esto son
los innumerables casos de adolescentes que encuentran en este léxico vivo una
razón para mejorar su existencia y proponer a la sociedad un abrazo de letras,
acuarelas, grabados, esculturas, melodías, ritmos, expresiones raperas,
etcétera, insinuando con esto que están ensanchando las alas a lo que los hila
a esa savia que nos nutre cuando nos abrimos a descubrir el Universo, como si
fuera un mapa inédito. Así, aparecen sorprendentes murales en barrios o paredes
de escuelas que quieren mudar de aires el paisaje, dibujando en superficies por
fuera de los cenáculos oficiales lo más genuino de ese mundo originario que
los pensó.
También están aquellos que parecieran ser la consecuencia de su lado mágico
y prodigioso y que van y brindan y entonces, personas que cursan enfermedades
graves, tienen la posibilidad de escuchar ciertas melodías y mejoran. ¿Será
porque hay músicos que realizan mano a mano sus partituras con Dios? Y volvemos a preguntarnos: ¿Por qué en este contexto
del covid 19 se nos sugiere desde todos los flancos la práctica de las actividades
artísticas? Sencillamente porque ellas sanan y salvan, porque traspasan la piel
acostumbrada a lo monótono, porque traen la musicalidad sobrecogedora y multicolor que
mitiga los ruidos amorfos del
enjambre gris en el que vivimos, la nada misma que nos propone ¨la realidad¨, porque
le gana durante algunos lapsos la pulseada al consumismo más perverso e inútil.
Es indispensable persistir en la defensa,
reconocimiento y retribución de la actividad artística, persistir en como
seguir fundando todos los espacios para su expansión, sosteniendo siempre y
económicamente a quienes lo eligen seriamente como profesión u oficio. Si esto
no es así caemos siempre en la enorme hipocresía
de tributarle honores, a pesar de empequeñecer sus aportes, como si solo fuese
un salvavidas al que buscamos aferrarnos en momentos de álgida correntada.
Olga Barzola
Especial para Los Verdes
Paralelos y Los Verdes Platónicos
Ilustración: Marina Pérez (
www.marinaperez.com.ar)