Muchas veces, demasiadas, escuché la frase “Conócete a ti mismo”, aunque creía entender el significado, me doy cuenta de que estaba muy alejada de su sentido. Lograr el autoconocimiento nos lleva a conocer la naturaleza de la realidad, a no confundirla con la ilusión, eso que vemos a diario y pensamos que somos. Se trata de ir más allá de las apariencias, más allá de lo evidente, y quitar el velo de Isis.
¿Podemos conseguirlo?
Diría que sí, aunque para esto necesitamos tiempo de calidad, un tiempo como el que los griegos llamaban Kairós. Sin embargo, el SISTEMA nos mantiene ocupados y/o preocupados. Por un lado, trabajando, esto lo conozco bien, en una época llegué a hacerlo 12 horas por día. La etimología de trabajar viene del latín tripaliāre, y este de tripalium, tres palos, yugo utilizado por los romanos para castigar a los condenados. Curiosamente, los chilenos cuando van al trabajo dicen “voy a la pega”. ¿Casualidad?
Por otra parte, estamos cumpliendo, sin darnos cuenta, con imposiciones, un claro ejemplo es la moda, en este punto caen como moscas aquellas/os que siguen el último grito de la misma, que en algunos casos recuerda a “El grito” de Munch. Cómo olvidar que estuvo en auge usar medias con sandalias, me dolía solo de verlo. Otro ejemplo, comprar pantalones rotos, pero este es un tema delicado, podría herir susceptibilidades y tomar tintes conspiranoicos, sí, los jeans rotos traen “mucha tela” psicológica.
Al “SISTEMA” le encanta tenernos bien controladitos, y para esto es importante que no sepamos qué somos en realidad, para lo cual nos entretiene de las más variopintas formas, no dejemos de lado a los murciélagos y a los monos.
Cuando se habla del autoconocimiento, viene a mi mente la pirámide de Maslow, que trata sobre la jerarquía de las necesidades humanas. Consta de 5 peldaños, en la base se encuentran las necesidades más básicas (relacionadas con la supervivencia), luego encontramos las necesidades de aceptación y valoración, que no dejan de ser motivaciones de carencia. Por último, en la cúspide, se halla la autorrealización, y para conseguirla primero debo saber quién soy.
Supongamos que ya tenemos más o menos cubiertas las necesidades fisiológicas, las de protección y seguridad, las de amor y pertenencia, podemos decir que pasamos al cuarto peldaño de la pirámide. Acá viene la necesidad de valoración, y toma mayor intensidad el juego del Ego, nuestro gran enemigo. Con él quedamos esclavizados, sometidos y permitimos que otros tengan poder sobre nosotros. No confundirlo con la autoestima, esta proviene de una fuerza generosa, que no compite ni se compara: el AMOR.
El autoconocimiento permite librarnos del Ego, vivir en libertad y gobernarnos a nosotros mismos. Este último es un obstáculo, una cadena. Se crea a través de la aceptación de paradigmas y de aquello con lo que nos identificamos, con los roles que jugamos, con las etiquetas que aceptamos, tanto externas como internas, las que sin darnos cuenta nos matan, aniquilan y/o suprimen. Ni hablar cuando creemos que somos el envase que nos contiene y llega el envejecimiento físico. Tampoco se trata de descuidar el cuerpo, todo lo contrario. Por eso, tomo conciencia de que habito en un templo al que trato con amor y respeto.
Hay quienes piensan que los seres humanos somos animales racionales. Cada uno se define de acuerdo al modelo de sus pensamientos. Aquí y ahora, percibo una realidad más elevada, compuesta por un ser material, mental, espiritual y divino. En palabras de Ralph Emerson: “Somos más de lo que conocemos de nosotros mismos…”
Se necesita un corazón tranquilo y un alma fuerte para conquistar el imperio interior y descubrirse. Quien cuestiona lo establecido puede quitarse el velo impuesto por el sistema.
Para alcanzar el autoconocimiento, debo tener el coraje de entender también lo que no soy: las máscaras, roles y etiquetas. Así, el camino se despeja. Un escarabajo pasa por diferentes fases de la metamorfosis, huevo, larva juvenil, larva terminal, pupa y adulto. ¿Si quisiera conocerse a sí mismo, cuál de todos sería? Todos y ninguno. Como dijo André Gide: “Una oruga que busca conocerse a sí misma nunca se convertirá en mariposa”.
Hay quienes sostienen que estamos en la escuela de la Tierra, en la rueda del Samsara (un ciclo de nacimientos, muertes y reencarnaciones). ¿Cómo escapar de ella?, descubriendo quienes somos, aquietando la mente para que la esencia se exprese. Cada mañana me lo recuerdo, leyendo las palabras del templo de Apolo, las tengo en un papel cerca de la cafetera:
“Te advierto, quienquiera que fueres tú, que deseas sondear los arcanos de la Naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. Hombre/ Mujer, conócete a ti mismo y conocerás el Universo y a los dioses”.
Texto (inédito): Laura Chiavetta
Imagen: Nicolás García Sáez
Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos