Un cable de alta
tensión casi electrocuta y decapita (sin connotaciones galas, sil´s vous plaît) a cinco flamantes campeones del mundo. El camión de
un repartidor de gaseosas (que podemos imaginar con inmensos problemas
económicos, como a la mayoría de los ciudadanos argentinos) es asaltado por
familias (padres, madres, hijos, hijas e hijes) en plena ruta ; allí le roban toda la
mercadería, completa, dejándolo sin el pan de ese día y, seguramente, de muchos
panes más. Cientos (¿miles?) de personas emulan una y otra vez a nuestros
entrañables ancestros primates, trepándose a cualquier bodrio que tenga más de tres metros de
altura para luego…para luego... ¿qué? ¿cual es el objetivo? ¿hacer ejercicio? ¿obtener una
mayor visibilidad de la farmacia de la esquina? ¿estar más cerca del cielo?
Varios de ellos se caen, estropean sus huesos, se revientan las piernas, la cabeza, hay
sangre por todos lados. Los hospitales públicos, casi siempre colapsados, se
hacen cargo de la estulticia ajena y el foco de atención, como suele suceder en
estas tierras, pasa, en cuestión de segundos, de la inmensa gloria al fracaso patético.
¿Tenemos remedio?
La selección argentina, sus jugadores, acaban de embolsar alrededor de 42
millones de dólares por ganar muy merecidamente este mundial. Todos los nuevos héroes no se cansan de agradecer nuestro apoyo, nuestro aliento, de
decir por aquí y por allá que sin el pueblo argentino…ellos no son nada. Alguien,
de repente, puede escuchar o leer esto, tomarlo al pie de la letra y entonces,
dueño, con todo su derecho, de subrayar su espíritu más crítico, tomarse el
inmenso atrevimiento de preguntar cuánto cuesta construir algunos centros de
acogida, de contención, para los ancianos y las ancianas que duermen en las
calles más duras de la ciudad durante los fríos meses de invierno. O un buen hospital, a todo trapo, como el Hopkins de Baltimore, ¿por qué no?. O de
preguntarse cuánto cuesta construir algunas escuelas que, además de enseñar a leer y a
restar y a sumar, enseñen también a hacer huertas para el autoabastecimiento y
a cultivar el tan necesario autoconocimiento y, en esa línea, añadir materias
que despierten horizontes sobre inversiones financieras. Adoptando y adaptando,
por citar un ejemplo, el concepto de Responsabilidad Social
Empresarial (RSE), compromisos y acciones que hacen las organizaciones para
la comunidad, más algún aporte privado, incluso puede ser una buena inversión y
la devolución simbólica del pellizco al bolsillo donado por los nuevos héroes, puede magnificarse y resignificarse hasta más allá de la cuarta estrella
que ya se desea para el escudo de la camiseta nacional. Imaginen, que maravilla, damas y
caballeros, a futuras generaciones independientes del ¨poder¨ de turno, decidiendo
por su propia cuenta, sin adoctrinamientos hipócritas, oxidados y
empobrecedores, provenientes del, por ejemplo, fachismo europeo más vil y recalcitrante, aggiornados
en su momento por un general local muy simpatizante de los nazis al que, tres cuartos de siglo después,
caso único en el mundo, en pleno 2022, todavía se le rinde muy ingenuamente cierta
pleitesía
¿Tenemos remedio?
Un jugador de futbol iraní
está a punto de ser ejecutado por defender los derechos de las mujeres de su
país. Sus colegas, entre ellos nuestros nuevos héroes, que tanto nos han
alegrado estos días, no dicen ni pío. Las asociaciones futboleras, los clubes,
sus dirigentes, con todo su poder, sus contactos, su dinero, tampoco, ni mu.
Las agrupaciones ¨feministas¨, siempre tan susceptibles, ni jota
¿Tenemos remedio?
Dice
Wikipedia: ¨ El sistema kafala (en árabe:
نظام الكفالة, niẓām al-kafāla ),
también conocido como sistema de patrocinio, es un modelo de explotación
laboral que permite monitorizar a los trabajadores
migrantes. La práctica está extendida en estados
islámicos del Golfo
Pérsico como Arabia
Saudita, Baréin, Catar, Emiratos
Árabes Unidos, Kuwait, Líbano y Omán.
El
modelo exige que todos los trabajadores migrantes tengan un garante (kafeel) dentro del país de acogida, normalmente
su empleador, que se responsabiliza del visado y
del permiso
de residencia. La mayoría de quienes se acogen a él provienen de países
en vías de desarrollo y se desempeñan en sectores no
cualificados como la construcción o
el trabajo
doméstico, por lo que suponen mano de obra barata para los países de
acogida.
El
sistema kafala ha sido denunciado por las organizaciones
de derechos humanos como un régimen de trabajo
esclavo contemporáneo, ya que el trabajador queda a merced del
empleador y, en caso de incumplimiento, puede sentirse excluido de la
legislación laboral. Se han reportado numerosos casos de precariedad
laboral e incumplimientos por parte de los empleadores, entre
ellos calor extremo, malas condiciones de vida, limitación de movimientos, impago
de salarios y accidentes
laborales.¨
Según varios informes, más de 6500 trabajadores han muerto,
bajo condiciones infrahumanas, durante la construcción de la infraestructura
mundialista de Qatar. Ni los nuevos héroes, ni las asociaciones futboleras, ni
las agrupaciones susceptibles han dicho pio, jota o mu.
Texto (inédito): Colectivo Cultural Argentino
Los Verdes Platónicos y Paralelos
Ilustración (inédita): Ercilia Marcó del Pont