viernes, 16 de diciembre de 2022

La función

Hace un tiempo atrás, comenzamos a hablar por este medio sobre ecología del ser, las bases del antiguo paradigma,  bases que han sido olvidadas por una cultura que, eligiendo  priorizar el tener y el hacer, dejó en último lugar al Ser.

 No fue un olvido inocente, hemos sido adoctrinados sobre los ejes que sostienen esta idealización del afuera, con todas las estrategias sociales direccionadas para que ciertos valores  fueran  sostenidos, perpetrados y multiplicados, dando los resultados necesarios para tal fin.

 Así, fuimos creciendo en una noción de orden, de jerarquías y de autoridad que , quizá en un principio,  haya sido funcional a ese propósito (digo esto desde un intento de no depositar todo ahí), situación que se fue empastando, trayendo grandes desórdenes a nivel emocional, físico y espiritual.

 ¿Qué hacer entonces, hacia dónde ir?

 La respuesta es muy obvia y -quizá por eso mismo- tan mal entendida: nada funciona lejos de su naturaleza.  Somos seres materiales, habitados por ¨cuerpos¨ inmateriales, alma, espíritu, energía vital y fundante de la vida. Así como en la naturaleza que nos rodea todo tiene una función, en el ser humano es igual. En nuestro cuerpo vivo cada célula contiene la información necesaria y, de acuerdo a su tipo, desarrollará su tarea, cooperando con el resto del organismo.  Es interesante observar que en el desarrollo del ser (humanos) existe una conexión más allá de la materia, una conexión con la divinidad que nos habita, allí se halla la fuente de nuestra motivación. Quizás muchas veces no sabemos cómo conectar con ella, o, distraídos por otras motivaciones, desconocemos nuestra función vital.

 Todo en nuestra existencia está direccionado para que podamos conectar con nuestra fuente interior. Cada situación que vivimos, cada síntoma que emerge, es un  indicador  para regresar a ella. Desde la ecología del ser se establece, además, que en esa función están todos los  recursos para ejercerla, en cada semilla se encuentra la energía vital y la potencia para florecer, nosotros también habitamos esa esencia.

 Cuando desconocemos nuestro mecanismo funcional, habitamos el modo supervivencia, es decir, sostenemos el mínimo de recursos para sobrevivir.  Esto no debería ser nuestro cotidiano, sino una respuesta vital para algunas situaciones de emergencia. Será necesario recordar, aprender, regresar a las bases, al antiguo paradigma del ser para ejercitar nuestras funciones en plenitud. 

 

Desde Piriápolis, Uruguay, texto (inédito): Tania Kurdyla Perichon

 Ilustraciones (inéditas): Analía Saharrea

 Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos