jueves, 22 de diciembre de 2022

Vida, obra, sexo y arte de Alberto Carlos Bustos, municipal y pájaro (cuadragésima quinta entrega)

Nicolás García Sáez

Defensa irrestricta de la propiedad privada. (Presa de un mutismo inusual, y una tristeza irreconocible, se presenta ante el jurado la señora Dellapianetti, viuda de Dirckman, para informar escuetamente que “su otrora querido esposo, le había dicho al finalizar la semana anterior: -Salgo a comprar tabaco para la pipa y regreso, cuida bien de las gemelas”. “Isaletta -le explica pacientemente la viuda al Sr. Pilatos-, imposibilitada de crecer más, ha mutado de organismo animal unicelular a bicelular”. Él le responde que, dada su profesión de observador filodentado, ve en ello la causa y efecto de que “Isaletta sea hoy dos sólidas hembritas de cuatro años, llorosas y calvas (herencia Dirckman) de cuarenta y tres kilos cada cosa. “Con todo mi respeto a su actual condición -añade como al pasar-, usted sabe de lo que le hablo”, dado que “siempre he observado atentamente -tal mi profesión-,  su respiración ansiosamente acongojada al dar de mamar”. Que él “creía que sus pechos -los de la Sra. Dellapianetti- eran responsables de una sobrealimentación extrema debido a su grandeza de alma”; y que “ardía en deseos de probar esa hipótesis y transformarla en tesis”; que “no titubeara un instante y dividiera en dos el nombre de Isaletta para suavizar el efecto de la multiplicación física que se había operado contra natura” y que “no dudara que ambas eran hijas suyas” -de ella-, y como si se tratara de un apéndice del tema “siempre sospeché que el Judeo-Masón, refiriéndose al recientemente fallecido Dirckman, sólo era un *ave de paso*, por las miradas lujuriosas que ella le dirigía a él -Guadalmiro Pilatos-, ante el sagrado acto de ofrecer su alimento”-, a punto estuvo ella de enfadarse, cuando Pilatos agregó, rápido como una liebre: “Está usted muy guapa”. Esta frase, dicha con interesada convicción, sumada a ese acceso directo al conocimiento empírico que Pilatos le proporcionaba, espoleó la curiosidad de la señora Dellapianetti, quien, tras algunos devaneos orales y múltiples sonrisas enciáticas, se comprometió a acudir a la próxima conferencia en la que él disertaría sobre “El valor del terrón de azúcar en el cono Sur”. Tras felicitarlo a la salida del evento, la señora Dellapianetti, colgándose decididamente de su antebrazo y refregando sutilmente su doble busto en la chaqueta del conferencista, mientras, sin parar de hablar ni sonreír, le hacía notar  que “a ella le llamó poderosamente la atención la desaparición misteriosa del pobre finado, dado que él no fumaba, y, además, era tesorero de LI.AR.CON.El.VI.NO.SO.CU.FU.ES. “Liga Argentina contra el vicio nominal sea cual fuere éste”. Y también que,” junto a su cadáver, hallado en Sicilia, los forenses habían encontrado una prótesis dental y un gorro de torero y nada más. ¡Ni  una línea para ella, ni para sus hijas, que no son dos, sino tres… Guadalmiro, tengo que contarte algo, dijo abriendo su boca y lanzando seis o siete burbujas de felicidad!” Pilatos observaba y asentía con gruñidos, babeándose al recordar las tetas tridimensionales que alimentaban a Isaletta. Harta de hablar del pasado, su siguiente paso, previo roce indiscreto con las que ya sabemos, fue una indirecta serie de sonrientes preguntas a boca de jarro sobre el futuro: “¿Está usted casado?, ¿comprometido?, ¿hijos?, ¿casa propia?” Ante los gargarismos de él, que delataban negativa tras negativa, ella agregó: “Me cuesta tanto estar sola. Estoy tan cansada de ser viuda”.

Esa misma noche, uno y otro, consumaron un amor postergado por “la insistente presencia del idiota e irresponsable ése, que hoy paseaba por el otro mundo, tras dejarla viuda e indefensa y tironeada por esas dos depredadoras que no dejaban de pedir alimentos, ropas y viajes”, entre burbujas de la tercera. Al día siguiente, tras una noche de sudor y lágrimas, la señora Dellapianetti, viuda de Dirckman -luciendo su anular despojado del anillo que la uniera al ya enterrado sin más testigos presenciales que dos sepultureros bajitos allá en Sicilia-, pide un minuto de silencio in memorian de su ex marido, y mientras todos permanecen en silencio, ella presenta a consideración la moción siguiente a votar. Sorprendidos por el brusco cambio de tema y ante la admiración y el babeo irrestricto de su “verdadero amor, ese que logró rescatarla del caos y la incertidumbre”, los jurados votan... “¡Cuánta dulzura y alegría desparrama su ninfa al hablar! ¡Me ama!”, medita Pilatos, mientras vota por La defensa irrestricta de la propiedad privada. Cinco a favor, sin contras ni abstenciones, piensa ella sonriendo a diestra y siniestra-; o era Pilatos o era el finado el que se abstenía. Ya lo sabré. Los hombres se delatan tarde o temprano, aún muertos) (Bustos, que no tenía idea de propiedad privada, compone, sin letra, la música de “No pasarán, aunque se pasen”, y la inscribe en el concurso, que ya llevaba casi nueve años desarrollando sus bases.)

 

NOTA DEL AUTOR: Le ha sido imposible a este humilde escribiente hallar copia legible del documento en cuestión. Pasemos al siguiente tema y no demos más vueltas.


Desde Madrid, cuadragésima quinta entrega. Texto y ficción (inéditos): Miguel Ángel Solá

Dibujo (inédito) a sus 8 años: Nicolás García Sáez

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos